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Image credit: USA Today Sports

Traducido por Carlos Pérez 

J.D. Martinez y los Red Sox son una unión celestial, una consecuencia lógica, una pareja natural, hechos el uno para el otro.

Eso es lo que oímos durante toda la pretemporada, y quizá sea verdad. Los Red Sox eran un equipo bastante sólido en la ofensiva la temporada pasada – finalizaron 10º entre todos los equipos de la MLB en carreras anotadas, a pesar de sus problemas – pero solo fueron los 27º en jonrones y los 26º en porcentaje de slugging. Su equipo de 93 victorias permaneció casi intacto, y Martinez, que terminó en las mayores con 45 jonrones y primero en slugging con .690, es la pieza que supuestamente los llevaría a la cima.

Martinez tenía muchos pretendientes, pero una unión con los Red Sox hacía mucho sentido para él. Ellos tienen un equipo joven y lleno de estrellas en una espiral ganadora con un parque favorable para los bateadores. Lo más importante, tenían los recursos financieros para realizar una gran oferta: un contrato de cinco años y $110 millones con cláusulas de salida por parte del jugador tras los años dos y tres (y una más complicada después del año cuatro).

Hay solo una complicación, en realidad. A mitad de diciembre, Michael Silveraman del Boston Herald informó que Martinez le dijo a los Red Sox que estaría dispuesto a fichar con ellos como bateador designado, pero solo si se aseguraba algún tiempo de jugar como jardinero. De alguna manera, es el tipo de noticia que solo genera titulares cuando la actualidad no viene muy cargada. “Jugador X preferiría jugar en la Posición Y” es un escenario común, y no es que Martinez quisiera jugar siempre en el jardín. Como no querían estar dispuestos a perder al bate más destacado de la agencia libre por unos pocos innings pobres en lo defensivo, los Red Sox aceptaron.

Pero el béisbol, como suele pasar, te examina pronto y a menudo. Las primeras dos semanas de la temporada de Boston han hecho obvio que prometerle a Martinez jugar en el jardín es más un problema para los Red Sox que para la mayoría de los equipos, y por qué algunos ya quieren que la gerencia se retracte. Martinez no solo está costándole a los Sox algunas carreras cuando tiene el bate puesto; también está restándolas de lo que es quizás la mayor fortaleza del equipo.

Hay un argumento sólido que dice que los Red Sox tienen el mejor jardín de todo el béisbol. Mookie Betts es un brillante defensor que patrulla el jardín derecho con habilidad y desparpajo, y se ha ganado dos Guantes de Oro consecutivos. Jackie Bradley se pierde en una división que también tiene a Kevin Kiermaier y Kevin Pillar, pero está entre la élite defensiva de los jardineros centrales. Andrew Benintendi quizá “solo” sea un 60 defensivamente en la escala de ojeadores, pero es lo suficientemente bueno para jugar en el centro para al menos un tercio de los equipos de la liga. Él se combina con Betts y Bradley para conformar un trío efectivo de jardineros que convierte batazos profundos en sencillos y cuadrangulares en outs.

No hay argumento posible que favorezca la defena de Martinez. Nuestra estadística FRAA indica que Martinez les ha costado a sus equipos más de 50 carreras cuando estaba en el campo entre 2012 y 2017. UZR cuenta una historia más amable, pero aun así lo sitúa en -10.2 carreras totales. ¿No le gustan las estadísticas defensivas? Es difícil culparlo, pero esto no es un caso de ojos vs. Métrica – Martínez a veces parece un desastre en el campo.

El ejemplo más destacado de este inicio de temporada de las deficiencias defensivas de Martinez viene en la jugada en la que Xander Bogaerts se lesionó recientemente:

 

La falta de familiaridad con el Monstruo Verde de Fenway Park podemos entenderla -incluso los buenos jardineros parecen engañados por las carambolas que hacen las pelotas tras rebotar en la pared. Pero el lanzamiento al infield… ay. Ese es un lanzamiento que cualquier jardinero competente necesita ser capaz de hacer. No es la culpa de Martinez que Bogaerts se lesionara, por supuesto, pero la estética tampoco es buena.

Solo unos innings antes, Martinez había tenido la oportunidad de realizar un doble play fácil cuando Rob Refsnyder bateó una línea hacia él en el jardín izquierdo y Adeiny Hechavarria corría hacia segunda base. En lugar de eso, Martinez hizo el lanzamiento fácil para mantener la entrada con vida. Un bateador más tarde, Matt Duffy impulsó una carrera con un sencillo. En ese momento, parecía que los Red Sox podían perder su (uf) segundo partido, y que la defensa de Martinez sería uno de los grandes motivos.

Todavía es pronto, y mencionar unas pocas jugadas malas de Martinez en un nuevo estadio con un horripilante clima puede ser algo injusto. Además, tan malo como pueda ser Martinez en el outfield, él no es un tipo de desastre sin solución al estilo “Hanley Ramírez en 2015”. Aun así, visto con el contexto de toda su carrera defensiva, los problemas de Martinez parecen un preludio de lo que va venir que un puñado de tonterías.

Todo esto deja a los Red Sox con tres opciones: pueden cumplir su promesa y dejar a Martinez en el campo; pueden ofrecer a Martinez ser un DH a tiempo completo (o casi a tiempo completo); o pueden poner la pelota en el tejado de Martinez, por así decirlo, y dejar que su juego lo saque de la rotación del jardín.

La primera opción tiene pros y contras obvios. Mantendrá feliz a Martinez y mantendrá el deseo de Álex Cora de rotar a sus jugadores habituales. Al mismo tiempo, es probable que le cueste a los Red Sox algunas carreras – sobre todo si Martinez patrulla el jardín derecho. Es difícil culpar a los fans que se enfadan cuando una pelota que Benintendi o Betts hubiera atrapado con facilidad cae a unos pies de distancia del guante de Martinez.

La Puerta Número 2 puede ser tentadora a corto plazo, y contractualmente los Red Sox están en su derecho de mantener el guante de Martinez en el vestuario y su bate en la alineación. Pero romper el juramento tan pronto en la temporada no está exento de riesgos. Para empezar, el béisbol no es un universo expansivo – es insular. Los Red Sox necesitarán firmar agentes libres otra vez, y no quieren la reputación de un equipo que incumple su palabra. Sería imposible cuantificar el valor (o la falta) de tener una buena reputación entre agentes libres, pero no es descabellado pensar que la reputación importa al menos hasta cierto punto. Además, alienar a Martinez tres semanas después de lo que los Red Sox esperan sea un pacto de cinco años tiene consecuencias negativas. Tienen suficientes niños problemáticos a las órdenes de Cora; no necesitan añadir a Martinez a ese grupo.

Eso deja la tercera opción como la más apetecible, o al menos la más probable. Los Red Sox pueden continuar poniendo a Martinez en la defensiva una o dos veces por semana, pero pueden decirle que lo harán hasta que su juego justifique esa decisión. Cora y compañía no pueden esperar que Martinez se convierta en un activo defensivo genial, pero pueden demandar que Martinez aprenda las excentricidades de Fenway, que haga alguna mejora, que al menos rinda a un nivel medio. Pueden demandar suficiencia, si no excelencia.

Hablamos mucho de “atascos” o “reparto de tiempo” o “roles indefinidos” en béisbol, pero durante una temporada de 162 partidos, muchos problemas se resuelven solos. Quizás uno de los Betts, Benintendi o Bradley se pierda partidos, y Martinez tenga que patrullar el jardín más tiempo. Quizás Martinez aceptará sus limitaciones por el bien de un equipo que parece ser candidato a la Serie Mundial. O quizá Martinez será un Ramirez 2015, y los Sox tendrán que modificar su acuerdo.

Es muy temprano para algo drástico ahora mismo, es muy temprano para que los Sox rompan una promesa. Boston es 9-1, Martinez está aquí para quedarse, y hay mucho béisbol delante de nosotros. Por un momento, al menos, los Red Sox no necesitan tomar ninguna decisión difícil.

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