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Image credit: Bill Mitchell Photography

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Los Seattle Mariners anuncian que Hisashi Iwakuma regresará a Japón. [12 de septiembre]

Iwakuma debió pertenecer a los Athletics. Oakland ganó la puja por el jugador en 2010 por el derecho de negociar con los Rakuten Golden Eagles, pero una mezcla de avaricia y costumbrismo dejó a Iwakuma en Japón. Dos años después, ahora como agente libre, Iwakuma supuestamente rechazó ofertas más elevadas para firmar con los Mariners, citando el “nivel de confort con la organización y la ciudad”. Firmó un contrato por un año y tan sólo $1.5 millones de dólares.

Esperó 15 juegos para hacer su debut en las Mayores—cuatro entradas de servicio de limpieza contra los Tigres, en medio de una de las indistinguibles temporadas perdidas de Seattle. Además del entonces mánager Eric Wedge, nadie sabe realmente por qué tardó tanto tiempo en lanzar. Después de su debut, esperó ocho días para volver a aparecer; después, nueve días. Y después, dos semanas. Para el 1 de junio, un hombre con más de mil entradas en la liga nipona en su pasado, y un tercer lugar en la votación del premio Cy Young y un juego sin hit en su futuro, había hecho sólo cinco apariciones en las Ligas Mayores. Todavía no había abierto un juego; Blake Beavan y Héctor Noesi tuvieron 20 salidas entre ellos.

Iwakuma debería haber sido jugador de los Dodgers. Caramba, era un Dodger. Iwakuma y Los Ángeles llegaron a un acuerdo de tres años y $45 millones de dólares durante el invierno de 2015. Antes de que Iwakuma pudiese poner el bolígrafo sobre el papel, un médico miró en algún lugar algún tipo de escáner del hombro de Iwakuma, se quitó lentamente las gafas, miró malévola y acosadoramente a Farhan Zaidi, y movió la cabeza negativamente. Gracias a ese movimiento de cabeza, el nuevo gerente general de los Mariners, Jerry Dipoto, hizo un movimiento de estrella de rock:

https://twitter.com/Mariners/status/677722932324392960

En 2016, al tiempo que Félix Hernández, James Paxton y todos los demás abridores se deterioraron durante la temporada, Iwakuma y su triste hombro realizaron todas sus aperturas, lanzando 199 innings de calidad.

Iwakuma no debió jugar con los Everett Aquasocks. Un hombre de 36 años, felizmente casado, con hijos y lanzador profesional en ambos lados del Pacífico no merecía estar en una plantilla con adolescentes en un equipo de temporada corta. Pero, hace unas semanas, ahí estaba, abriendo el primer juego de los playoffs de la Liga del Pacífico Noroeste. Iwakuma lanzó dos innings y permitió tres carreras a los Spokane Indians.

Al cumplir su contrato, Iwakuma se va de las Ligas Mayores. Anunció su regreso a casa y a la Liga Nipona. Su carrera le llevó alrededor del mundo, a travez de varias cirugías y rehabilitaciones, y a travez de las encrucijadas personales y profesionales a las que todos enfrentamos. Iwakuma es muchas cosas, y con otros tiempos y circunstancias pudo ser muchas otras más. Pero su tarjeta de béisbol dice tan sólo una cosa:

Lanzador—Seattle Mariners.  —Nathan Bishop

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Los Ángeles Dodgers reclaman al LZ Julio Trías de Triple-A Oklahoma City. [10 de septiembre]

La fase de fenómeno ya terminó para Urías. Ya no es más el chavo que subió a los 19 años y se enfrentó a Noah Syndergaard en su debut. El pedigrí de prospecto permanecerá siempre como parte de su historial, pero una lesión severa en su hombro de lanzar le mantuvo separado del montículo durante más de 14 meses y ese pedigrí ya no es una base sólida para proyectar su futuro.

Los Dodgers todavía confían en que sea un abridor confiable a largo plazo, pero este otoño será una opción de relevo, y está bien. Alex Wood se vio desplazado para poder incorporar a Ross Stripling en su regreso. La pregunta pertinente es si Urías podrá encontrar cabida en el bullpen de octubre de los Dodgers. Las aperturas serán difíciles de encontrar debido a que la rotación se acorta todavía más, pero los Dodgers no ha contado con profundidad en la calidad de su bullpen durante gran parte de la temporada. El equipo también mandó el viernes a Tony Cingrani a rehabilitarse en la Liga de California, y parece que tanto Urías como Cingrani compiten por un puesto de bullpen para la postemporada. Cingrani tiene más experiencia en ese tipo de roles y quizá sea más difícil para los bateadores zurdos; Urías pudo estirarse en las ligas menores y está mejor posicionado para darle al equipo varios innings de trabajo.

Si se mantiene sano y parece que tiene durabilidad, Urías podría tomar la delantera gracias a su habilidad para conseguir outs con su movimiento a primera base. Cuando primero subió, tuvo al menos dos muy buenos movimientos de eliminación de corredores, sacando a seis de ellos (más uno en playoffs) en 2016. Cingrani también controla a los corredores, pero dada la situación, parece que Urías es la mejor opción; dependerá mucho de la vida de su lanzamiento rápido, uno con encuadre pequeño y sin mucha extensión. Cuando no tiene movimiento tardío en ese lanzamiento, Urías simplemente no es el lanzador dominante que un equipo necesita en una serie corta.—Matthew Trueblood

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Los Detroit Tigers reclaman al R Jarrod Saltalamacchia de Triple-A Toledo. [9 de septiembre]

Fue un regreso tan anónimo al béisbol como podría ser posible: el inning final de una derrota, escondido tras la máscara del receptor, sin aparición al plato para escribir en los libros de récord. Sólo ese gran cuerpo de casi dos metros de estatura, ojos de actor de cine, y la enorme mascota de receptor dieron en cuenta el hecho que, por última vez, Saltalamacchia era nuevamente jugador de Grandes Ligas.

El veterano de 12 temporadas pasó el 2018 en la banca de los Toledo Mud Hens, bateando .174/.285/.284 contra lanzadores de Triple-A y llegando temprano para organizar juegos de cartas para sus jóvenes compañeros. El rol de casi-entrenador le vino bien, y ahora que el Fifth Third Field está cerrado y los juegos de septiembre no valen para nada, disfrutará una gira de retiro del béisbol profesional privada y pequeña, llena de casetas y bancas, conversaciones y risas.

Es un final discreto para un jugador cuya notoriedad siempre estuvo fuera de su comprensión, desde su estatus como jugador seleccionado en la primera ronda hasta su inclusión en el intercambio por Mark Teixeira, su contrato con los Marlins, o su mismo nombre, el más largo de la historia, blasonado hasta los hombros de su jersey como las imponentes hombreras de un general. Ganó $30 millones durante una carrera de cuatro-triunfos, probó la champaña y ganó un anillo de diamantes. Se fue de 1-26 con 16 ponches en 2017 con los Blue Jays. Todas estas cosas les suceden a los peloteros, pero de alguna manera parecen amplificadas en Saltalamacchia, uno de esos jugadores quienes de alguna manera sienten que nos deben algo más.

Tal vez es porque el receptor falló en la manera más extraña e invisible: nunca pudo descifrar como poner el bat en el lugar exacto. Es un detalle tan pequeño para los fanáticos quienes cuentan con el promedio de bateo como medida vital. Incluso sin ella, a Saltalamacchia le fue bien. Hoy sigue siendo pelotero de Grandes Ligas. —Patrick Dubuque

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