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Traducido por Carlos Pérez 

Kyler Murray es un atleta talentoso y especial, uno de esos que podría ser profesional en cualquier deporte que quisiera -béisbol, fútbol americano, fútbol, esquí alpino. Siendo de Texas, eligió las primeras dos opciones, y ahora, a sus 21 años, le están pidiendo que escoja una.

Si uno piensa en “atletas de dos deportes” la primera imagen que aparece es la de Bo Jackson, en lo más alto de su capacidad, un competidor histórico en la era pobres campos de juego tanto en béisbol como en el fútbol americano. Jackson fue probablemente el ultimo gran atleta de dos deportes, junto al contemporáneo Deion Sanders. No es que el béisbol eliminara a este tipo de atletas (aunque los equipos ciertamente no lo promovían), pero aquellos que intentaron hacerlo no tuvieron ese nivel de estrellato.

¿Qué pasó con los otros, pues? Jackson no fue el último en intentar nivelar dos mundos aparentemente opuestos: ha habido intentos recientes como Bradley Marquez, que jugó profesionalmente en el sistema de los Nueva York Mets mientras recibía pases de Baker Mayfield en Texas Tech, y luego decidió terminar su carrera de béisbol antes de su temporada sénior para centrarse en el fútbol. Muchos de estos jugadores con doble talentos, sin embargo, no intentaron competir profesionalmente en ambos deportes a la vez. Aunque ha habido un número de atletas que hicieron ambos en la universidad (Chad Hutchinson, por ejemplo, llegó a las mayores después de escoger béisbol cuando terminó la universidad y después triunfó en la NFL), la mayoría se centra en solo un deporte.

En este punto, Murray dejó claro que el fútbol es su deporte favorito, aunque los Oakland A’s y la MLB hicieron un último intento para intentar que se pasara cuatro años en autobús y peleando por un aumento de sueldo después de otros cuatro. La historia apoya su decisión de escoger solo un deporte y quedarse con él.

Quizás esto se debe a que, de todos los deportes profesionales, el béisbol tiende a exigir más tiempo entre el draft y el debut en ligas mayores. Aunque hay debates sobre la eficacia de este camino, los jugadores profesionales de béisbol tardan mucho, normalmente, en alcanzar el mejor nivel en su deporte que un jugador de la NFL o la NBA. (La NHL, que tiene el sistema más complicado de draft de cualquier liga norteamericana, es difícil de incluir, porque los jugadores drafteados continúan en la universidad y los equipos también escogen jugadores de ligas internacionales). Las jóvenes promesas que pierden tiempo de competición por lesiones suelen mostrar que ese tiempo perdido pasa factura, ya que las repeticiones son una gran parte de construir un brazo o un bate consistente.

Aunque el camino de desarrollo es mucho más corto en la NFL, todavía hay trabajo por hacer en lo que sucede entre la universidad y el primer partido. Hay que estudiar videos, hay que aprenderse libros de jugadas, y acostumbrarse a un nuevo equipo, algo que sería comprensivamente difícil si el nuevo QB está en Wisconsin en un autobús con un puñado de jugadores de béisbol. Además, aunque hay debate sobre por qué los receptores están teniendo problemas en la ofensiva, uno podría extrapolar un efecto similar a un jardinero trabajando no solo por aprender un deporte, sino perfeccionar un segundo.

Como promesa del béisbol, Murray es talentoso, pero todavía está ‘verde’. Es el tipo de boleto de lotería que a veces resulta en la siguiente super estrella, pero a veces se pasa tres temporadas en Doble A, sin haber conseguido que la velocidad y la fuerza al bate se conviertan en habilidad para batear. En ese sentido, es similar a otros jardineros que ocupan los puestos bajos de los 101 mejores jugadores de futuro, como Jordyn Adams y Kristian Robinson. Aunque algunas rondas altas del draft están tan curtidas que pueden contribuir en las ligas mayores más pronto que tarde, ese no parece ser el caso de Murray. Tiene un techo muy alto -si lo explota al máximo, sería un All-Star-, pero tampoco es algo seguro.

No es que Murray no tenga habilidad para ser una estrella del béisbol. Es que tiene una probabilidad mucho más alta de ser una estrella del fútbol americano pronto. Incluso si nunca se convierte en Baker Mayfield, ya habrá ganado la seguridad financiera suficiente para él y su familia más allá de sus días en la NFL. El béisbol es un deporte con mucha más variación. Nos encanta bromear con la expresión “No existen los prospectos lanzadores” pero en muchas maneras no hay nada seguro en un prospecto. Las lesiones ocurren, las armas no se desarrollan de la manera que deberían hacerlo, y al final la carretera sin fin que lleva a unas ligas menores llenas de mantequilla de cacahuete se cobra su peaje.

La decision de Murray podría ser diferente si la tomara antes de entrar a la universidad, en lugar de tomarla después. Chris Weinke y Brandon Weeden tomaron esta ruta, jugaron al béisbol en las menores, y luego fueron a la universidad a jugar al fútbol americano. Sin embargo, la estrella de Murray en la NFL no será tan grande como lo que es ahora. No será el vigente ganador del Trofeo Heisman dentro de un año, con toda la excitación y prestigio que eso confiere. Incluso aunque no es probable que sus habilidades físicas disminuyan aunque se tome un año o dos jugando al béisbol, perdería esa oportunidad que viene justo después de jugar al fútbol amerciano en la universidad.

Además, hay una materia para nada insignificante de dinero y condiciones de vida. Si Murray es elegido dentro de las 10 primeras elecciones del draft, recibirá algo cercano a los $10 millones, inmediatamente, y un salario anual garantizado. Ese dinero podría durar entre dos y cuatro años ganando el salario mínimo, pero con esa cantidad será capaz de encontrar un apartamento, darle dinero a sus padres, o gastarlo de la manera que quiera. También estará en una de las 32 principales ciudades del país, todas mucho más atractivas -no importa qué opinión tenga de ellas- para un veinteañero que Beloit, Wisconsin o Stockton, California.

Con toda probabilidad, los días de un verdadero atleta en dos deportes en el nivel profesional están prácticamente acabados, si es que algún día existieron. Lo que es más probable es que un día fuimos bendecidos con dos atletas absolutamente increíbles como Bo Jackson y Deion Sanders, que jugaron en momentos similares, y que probablemente nunca veamos más. Si Kyler Murray, por lo que fuera, eligiera el béisbol, tiene el talento de ser una estrella, pero esa posibilidad es más cercana en el emparrillado, y el camino es mucho más directo.

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