Traducido por José M. Hernández Lagunes
El lunes, en el cuarto juego de la Serie Divisional de la Liga Nacional, Max Muncy entró a la caja para batear contra el cerrador de los Nationals Sean Doolittle. En el cuarto lanzamiento, Doolittle puso una bola rápida de 94 mph (151.2 kph) en el corazón del plato y Muncy hizo un contacto monstruoso. La pelota salió del bat a 107 mph (172.2 kph) con un ángulo relativo al piso de 32 grados: la trayectoria perfecta para un cuadrangular. “Esa pelota fue absolutamente destruida”, dijo el comentarista televisivo para los EE.UU. al momento del contacto.
Pero sucedió algo inesperado. En una temporada con más de 6,700 palos de vuelta entera, con pelotas menos resistentes al aire, combinado con bateadores más fuertes para producir la tasa más elevada de cuadrangulares en la historia, este batazo se quedó en la franja de advertencia y cayó en el guante de Michael Taylor. Muncy miró al cielo, sonrío, y sacudió su cabeza.
Variaciones de esta escena se han producido una docena de veces en lo que va de octubre. La pelota que se disparaba por encima de las vallas durante la temporada regular se ha ido, reemplazada por algo más parecido a los días de pocos cuadrangulares de 2016. La evidencia de los sistemas de seguimiento de la MLB muestra un cambio masivo en la resistencia al aire de la pelota hasta ahora en la postemporada. Y a diferencia de las variaciones anteriores entre temporadas, esta diferencia dada por cambios de fabricación aleatorios resulta mucho más difícil de explicar.
La tasa de jonrones de las Grandes Ligas ha fluctuado mucho en las últimas cuatro temporadas, impulsada principalmente por una pelota que ha variado entre los extremos de resistencia al aire. A medida que la resistencia aerodinámica de la pelota disminuye, las pelotas bateadas a la misma velocidad de salida viajan más lejos, convirtiendo los flies profundos en cuadrangulares.
En 2017, se me ocurrió una forma de medir la resistencia del aire de la pelota usando datos del sistema de seguimiento de lanzamiento de las Grandes Ligas. Al medir la pérdida de velocidad de un lanzamiento desde que sale de la mano del lanzador hasta que cruza el plato, es posible determinar cuánta resistencia actuó sobre la pelota. Estos datos mostraron de manera concluyente que la gerencia de las Ligas Mayores creó la era actual del jonrón. Las Grandes Ligas accedieron más tarde a este hecho gracias al trabajo de una comisión de científicos y actuarios quienes confirmaron algunos de estos hallazgos.
Una semana después de iniciar la temporada de este año, escribí que nos dirigíamos a una de las tasas más bajas de resistencia al aire y de cuadrangulares hasta la fecha. La temporada sin duda lo cumplió, con lo que se batió el récord de cuadrangulares, destrozando los máximos anteriores logrados en 2017. La resistencia al aire fue consistente en su mayor parte a lo largo de la temporada, manteniéndose en un nivel justo por debajo de 2017.
Hasta que llegó octubre. En los juegos de la última semana de las Series Divisionales, el coeficiente de resistencia se disparó a un máximo al que no se había visto regularmente desde 2016. Las noches de octubre sólo contienen una fracción de los juegos de una noche típica de temporada regular, pero todavía estamos trabajando con una muestra de más de 800 bolas rápidas para medir la resistencia. La probabilidad de que una selección aleatoria de partidos del resto de la temporada regular presente tanta resistencia al aire como la que hemos visto hasta ahora en la postemporada es de una entre mil. Esto también fue un repunte abrupto: es el mayor cambio en el coeficiente de resistencia de semana-a-semana de esta temporada, por un factor de tres.
Y a medida que la resistencia aérea aumentó, algunas de las ofensivas más propensas a los jonrones de 2019 se han combinado para producir una tasa de cuadrangulares en los playoffs un 10% más baja que el promedio de la liga. Otra manera de saber cuán grande es el impacto de la pelota es mirar con qué frecuencia los bateadores la están machacando y se dan cuenta de que sus elevados mueren antes de llegar a la valla. Construí un modelo para predecir la probabilidad de cada cuadrangular en 2019 usando la velocidad y el ángulo de salida y un efecto de cada parque. Luego examiné cuántas veces los bateadores bateaban lo que parecía un cuadrangular seguro y que se quedaba en el campo para convertirse en out.
En total, este modelo predijo que debería haber 24 jonrones más en la postemporada que los 43 que fueron realmente bateados—una asombrosa diferencia de 50%. Por ejemplo, el toletazo de Muncy tenía una probabilidad del 95% de volar la valla basándonos en la pelota de la temporada regular. Pero se quedó corta por unos metros. Otras dos pelotas tenían más de un 98% de posibilidades de ser cuadrangulares antes de convertirse en outs.
Sin embargo, la mayoría de las veces, el efecto de arrastre de la bola no es tan obvio. Los cuadrangulares monstruosos usualmente vuelan la cerca con o sin pelotas resistentes al aire; el arrastre tiende a influenciar los batazos en los márgenes. El modelo predijo que alrededor de 30 pelotas bateadas tenían entre 20 y 50% de posibilidades de convertirse en jonrones, y que unas 10 de ellas deberían haberlo logrado. En cambio, sólo uno de ese grupo hasta ahora esta postemporada ha librado las vallas.
Es octubre, por lo que se podría pensar que el aire más frío pudiera estar suprimiendo las distancias de los elevados. Pero el béisbol de postemporada hasta ahora ha tenido una temperatura más cálida que el promedio de la temporada 2019 en su conjunto, así que el clima ciertamente no puede explicar la reducción masiva de jonrones.
La resistencia es el principal contribuyente al aumento de las tasas de cuadrangulares en 2019, pero otros aspectos de la pelota también pueden haber cambiado. Una pelota con más vida crearía velocidades de salida más altas—algo que observamos esta temporada—y también produciría elevados más largos y más cuadrangulares. La velocidad de salida aumentó esta temporada cerca de media milla por hora en comparación con 2018, pero en la postemporada es más o menos la misma que el año pasado. Esto resulta inesperado, incluso usando un modelo para considerar los efectos de los bateadores más fuertes y los mejores lanzadores en la postemporada. Así que puede que no sea sólo la resistencia lo que es diferente, sino que los componentes internos de la pelota también podrían haber cambiado.
Los datos son concluyentes al mostrar que la pelota de la postemporada es muy diferente a la que se usa en la temporada regular. Pero aún nos queda la pregunta de por qué. En el pasado, la variación de fabricación era una explicación creíble. Después de todo, la producción de bolas de béisbol es un proceso complejo, de varios pasos, que incluye muchos componentes orgánicos diferentes y algunos pasos manuales. Parecía factible que, entre cada año, pequeñas variaciones en las máquinas, materiales, o incluso en el grupo de trabajadores costarricenses mal remunerados que ensamblan el producto final pudieran contribuir a pequeñas diferencias en la resistencia y, por lo tanto, en los cuadrangulares. Eso concuerda con datos que sólo mostraban pequeñas alteraciones en la resistencia de mes a mes o de semana a semana, con picos y valles de resistencia mucho mayores desde el final de una temporada hasta el principio de la siguiente (cuando se suponía que se producirían muchos cambios en la línea de fabricación).
Pero este cambio es muy distinto. Casi de la noche a la mañana en la misma temporada, la pelota ha sido reemplazada por otra con características totalmente distintas, que van desde la velocidad con la que deja el bat hasta la distancia que recorre. Es difícil creer que MLB, propietaria de la compañía que produce las pelotas, aprobaría conscientemente un cambio en su fabricación en la víspera del mes más importante de la temporada, pero también es difícil creer que esto sucediese por accidente.
Pero también, nadie ha mostrado exactamente qué aspecto de la pelota, ya sean las costuras, la superficie o el tamaño, está detrás de todos los cambios en la resistencia. Meredith Wills se ha acercado más en sus experimentos y disecciones de la pelota detallados en The Athletic. Pero la comisión de científicos encargada de determinar cómo la pelota causa tantos cuadrangulares no ha llegado a ninguna conclusión (aunque pueden estar cerca ahora). Es difícil imaginar cómo el Comisionado habría alterado la pelota para aumentar la resistencia al aire cuando no sabe cómo se volvió tan aerodinámica en primer lugar.
Las Grandes Ligas ciertamente tenían razones para querer menos cuadrangulares en la postemporada. Más jonrones y ofensiva significan juegos más largos, especialmente con el montón de cambios de lanzadores que llegan con octubre, y que podrían significar una reducción de la audiencia. Y como Ben Lindbergh escribió en un artículo en The Ringer, la perspectiva de un elevado cualquiera, débilmente conectado, volando por encima de la cerca (como muchos lo hicieron a lo largo del año) y decidiendo una serie crucial podría haber sido vergonzoso para el juego.
En cambio, el público del béisbol se le pone en la posición opuesta: se pregunta por qué un lanzamiento que Muncy pulverizó se quedó a metro y medio de la valla cuando tantos batazos similares salieron del parque durante la temporada regular. Ya sea intencional o accidental, los cambios a la pelota parecen haber sacudido el juego de nuevo, y esta vez en el momento más crucial y decisivo de la temporada.
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