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Image credit: Thomas B. Shea-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Algunas de las preguntas más importantes que persisten en la controversia sobre el robo de señales de los Astros han girado en torno a su eficacia. El excelente informe de Ken Rosenthal y Evan Drellich, así como la investigación de la MLB, establecieron más allá de toda duda razonable que Houston hizo trampa, pero nos quedamos sin saber si las trampas ayudaron. Hasta la fecha, cada intento de estudiar el programa de golpeo de botes de basura de los Astros se ha visto acosado por dudas sobre cuándo y dónde lo estaban empleando, lo que hace que comparar divisiones sea un ejercicio inútil.

Los nuevos datos recopilados por Tony Adams muestran que el esquema de los Astros fue una ayuda fantástica para sus bateadores cuando acertaba, pero un profundo escollo cuando se equivocaba, como lo hacía frecuentemente. En general, el impacto neto de la trampa parece haber sido casi nada: la desventaja contrarrestó perfectamente la ventaja y los Astros terminaron siendo tan buenos como lo fueron desde el principio.

En noviembre, cuando se supo por primera vez que los Astros hicieron trampa, mucha gente (incluyéndome a mí) encontró varios juegos de Houston subidos a YouTube y se sumergieron en ellos, tratando de aislar exactamente cuándo los Astros habían hecho trampa. Observé que se podía utilizar un espectrograma—esencialmente una huella digital de qué frecuencias de sonido estaban activas—para aislar los picos gemelos peculiares que los Astros solían emplear para señalar que venía una bola no rápida. Después de estudiar el audio de una docena de juegos usando los espectrogramas, noté que Houston usaba el esquema a menudo y con precisión.

El siguiente paso lógico habría sido dedicarse a digitalizar una temporada entera de audio y luego cazar implacablemente, ya sea con un enfoque computarizado o una dolorosa caza manual. El primer camino habría implicado enseñar a un ordenador a identificar los sonidos (muy difícil de hacer), los últimos días de escucha intensa de toda una media temporada de audio (81 juegos x 1.5 horas por juego = no tengo tiempo para eso). Sin prisa por someterme a al menos unas docenas de horas de tortura con cualquiera de las dos rutas, dejé de lado la idea de recopilar datos durante algunas semanas lentas en la temporada invernal.

Pero entra a escena Tony Adams, un autodenominado fanático de los Astros quien asumió la tarea. Usando una combinación de oídos y ojos (mirando los espectrogramas), Adams escuchó los 58 juegos de local de los Astros con videos disponibles y marcó cada uno de los lanzamientos—había más de 8,000—con si escuchó el golpeteo del bote de basura o no. Estima que le llevó 40 o 50 horas reunir la información, escuchando la reproducción acelerada usando una aplicación personalizada que él mismo desarrolló. Amablemente proporcionó estos datos de forma gratuita al público en su sitio web.

Con los datos de Adams, es posible hacer un análisis mucho más exhaustivo de cómo el programa de los Astros impactó a la ofensiva del equipo. En lugar de asumir que los Astros eran perfectamente precisos después de comenzar la trampa, podemos decir exactamente cuando lograron deducir las señales y cuando se equivocaron.

Análisis previos del audio sugirieron que cuando había golpes al bote de basura—a menudo un par de golpes—los descifradores de las señales en el túnel pensaron que el siguiente lanzamiento sería una no-bola rápida. Por el contrario, cuando el bote estaba en silencio, podía ser una bola rápida de dos o de cuatro costuras, pero, de cualquier manera, venia bola rápida. En general, los Astros tendían a recibir las señales correctamente, pero no eran perfectos.

No-bola rápida Bola rápida
Golpe     93% 7%
Silencios 35% 65%

Fueron más precisos cuando golpearon el bote: cuando lo hacían, una no-bola rápida (curva, slider, cambio, etc.) venía el 93% de las veces y se equivocaban el 7% de las veces. Pero la ausencia de golpe no necesariamente predecía una bola rápida. Es probable que al menos parte del tiempo, los jugadores supieran al llegar al plato que no habían robado las señales todavía o que el código no era fiable.

Más sorprendente es el hecho de que los Astros parecían carecer de información sobre el golpeo en una gran parte de las apariciones al plato. Excluyendo las apariciones donde sólo veían bolas rápidas, los bateadores oían golpes por lo menos en un lanzamiento en sólo el 70% de las veces que bateaban. Muchos de los golpes faltantes se produjeron al final del juego contra relevistas, quienes presumiblemente introdujeron códigos nuevos al ingresar.

Según los datos de Adams, los Astros usaban el bote de basura con frecuencia y eran relativamente precisos, más cuando golpeaban que cuando estaban en silencio. Veamos si el esquema del golpeteo realmente ayudó a los Astros.

Aquí, es importante dividir los datos según si el golpeteo fue correcto o no. Batearon un impresionante .282/.346/.478 en total a lo largo del año y .289/.346/.503 en lanzamientos que fueron identificados correctamente (+.007/+.000/+.025). Como referencia, en 2019 esa habría sido aproximadamente la diferencia entre un equipo entero bateando como Francisco Lindor o Trea Turner vs. bateando como Franmil Reyes o Christian Walker. Especialmente cuando se reparten entre los nueve bateadores de la alineación de los Astros, 25 puntos de bateo es un impulso material.

Pero esto olvida una parte importante de los datos de Adams: todas las veces que los Astros señalaron erróneamente una bola rompiente cuando venía una bola rápida o estaban en silencio cuando una bola rompiente estaba en camino. Cuando esto ocurría, los bateadores estaban en grave desventaja. Pensaban que sabían que una curva iba al suelo, pero en realidad una bola rápida les dejaba helados. Estas identificaciones erróneas fueron significativamente más dañinas para la fortuna de Houston que la utilidad de las identificaciones correctas. Batearon .237/.294/.385 cuando la señal era incorrecta, aproximadamente equivalente a Khris Davis o Leury García del 2019 y ciertamente mucho peor de lo que la increíblemente talentosa alineación de Astros de 2017 debería haber sido capaz de batear.

Así que cuando la trampa funcionaba, los Astros recibieron una ventaja sustancial. Pero cuando los jugadores en el túnel pensaban que habían descifrado el código y resultó que no, dañó a los bateadores más que saber que el lanzamiento entrante los ayudó. Considerando que el bote de basura era relativamente preciso y se usaba al menos dos terceras partes del tiempo, ¿cómo acabamos? ¿Ganaron o perdieron los Astros robando señales?

La prueba definitiva de la eficacia tiene que tener como precio el hecho de que uno de los bateadores más habilidosos de los Astros, José Altuve, no escuchaba golpes durante sus apariciones. También tiene que tomar en cuenta a los oponentes a los que se enfrentaron cuando el golpe era acertado o no, y el hecho de que todos los golpes ocurrieron dentro del Minute Maid Park. Es posible cortar los datos mil veces para lidiar todos esos factores de confusión, pero en lugar de llevar los datos al ámbito de una muestra de pequeño tamaño, opté por ajustar un modelo estadístico (un modelo lineal generalizado, con efectos aleatorios para el bateador y el lanzador) en su lugar, midiendo el resultado en valor de peso lineal de cada uno de los lanzamientos. Este enfoque no sólo nos da una idea de la magnitud del efecto que tuvo el golpeteo en total, sino también de la confianza que el modelo tiene en que hubo efecto alguno.

Y cuando haces todo eso, el efecto neto del golpeteo se acerca sorprendentemente a cero. No hay nada. Estadísticamente, por todo el trabajo y esfuerzo que se hizo en el esquema de engaño, el gran resultado de ello, al menos medido de esta manera, resultó ser que no hubo carrera ganada en absoluto.

Esta no será la última palabra sobre el plan de los Astros. No puede serlo: la investigación de MLB señala que usaron otros métodos como silbidos, incluso en la postemporada de 2017. Ninguno de esos métodos alternativos está representados en este conjunto de datos, sólo el esquema de golpeteo. Como resultado, no creo que estas conclusiones sean definitivas. Sin embargo, apuntan a un problema importante con la eficacia de cualquier sistema de robo de señales: la penalización por señales equivocadas es mayor que el beneficio que se obtiene al retransmitir con precisión el lanzamiento entrante. Como resultado, cualquier método tiene que ser extremadamente preciso para que realmente aumente la productividad de un bateador.

Si los otros métodos de señalización eran tan imprecisos como el golpeo al bote de basura, es probable que no tuvieran un impacto significativo, en conjunto, en el éxito de los Astros. Si los Astros refinaron su esquema o tuvieron mejores lecturas en la postemporada que en la temporada regular, es posible que fuera una ventaja importante; si los equipos se hicieron más inteligentes en sus trucos y mejoraron en el cambio de señales a mitad del juego, podrían haber ganado su campeonato a pesar de los golpes, y no gracias a ellos.

Y no hay forma de saber si un golpe o silbido o grito oportuno ha hecho que cambie el resultado de una serie definitiva en postemporada. Ninguna en absoluto. Todos los análisis forenses de audio del mundo no serán suficientes para descartar todas las formas posibles en que los Astros podrían haber enviado señales al plato, ya sea a través de zumbidos en los vendajes o señales electromagnéticas transmitidas directamente a las neuronas de los bateadores. En este punto, sin embargo, el golpeteo por el que los Astros fueron atrapados parece haber hecho al menos tanto daño como beneficio.

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