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Image credit: © Patrick Gorski-USA TODAY Sports

Traducido por Marco Gámez

En los últimos años, el béisbol ha sido inundado por tantos datos nuevos que es fácil olvidar los muchos aspectos del juego de los que todavía no sabemos mucho. Debido a que carecemos de ciertas medidas y a que los sabermetristas tienden a tener un enfoque colectivo sin perspectiva periférica, algunos de los factores más importantes del juego se ignoran hasta que se cuantifican. Podría decirse que el viento se incluye entre este grupo de facetas no exploradas pero potencialmente influyentes, aunque, como suele ser el caso, sería fundamental contar con más datos sobre su efecto en el juego. La combinación de información sobre la velocidad del viento con los datos de Statcast muestra que probablemente sea una fuerza mucho más poderosa en un juego de lo que tendemos a atribuirle, al menos en determinados estadios.

Retrosheet recopila datos sobre las condiciones (en términos de viento y clima) cuando comienza cada juego. Que yo sepa, nadie ha estudiado cómo esas condiciones se alinean con los datos mucho más detallados y relativos al poder que se obtienen de Statcast sobre las bolas bateadas, como la velocidad de salida del bate, el ángulo y la distancia recorrida desde el plato. Tomé ambos conjuntos de datos y usé la información de Statcast para construir un modelo de qué tan lejos viajaría cada bola en función de su velocidad y ángulo desde el bate (así como de la temperatura y otros factores). Luego comparé esta distancia esperada con la distancia que realmente viajaron las bolas en días ventosos para determinar el efecto del viento en sí.

La mayoría de los estadios tienden a tener vientos dominantes, ya sea hacia dentro o hacia fuera. Un ejemplo es Oracle Park en San Francisco: para 2018-2019, el 87% de los juegos tuvieron un fuerte viento que soplaba hacia los jardines. Con un patrón tan consistente, el efecto del viento se integra básicamente en el efecto de parque: al tener en cuenta la frecuencia típica de jonrones del estadio, ya se incluye el viento que sopla hacia fuera ahí. (Aunque en el caso de Oracle, el viento es mas que neutralizado por la capa marina).

Los parques donde el viento ejerce un mayor efecto son aquellos sin patrón dominante, donde el viento puede entrar o salir con regularidad y fuerza. Y entre esos parques, hay uno sin rivales en lo referido a su variación de vientos. Te daré un momento para que adivines cuál. (Está bien, ya te lo arruiné con el título).

Es, por supuesto, Wrigley Field. Los habitantes de Chicago saben que la ciudad, a pesar de que supuestamente se ganó su apodo por fanfarronadas en lugar de por tormentas, puede presentar algunas ráfagas de viento muy fuertes. La combinación del clima del medio oeste con la proximidad al lago Michigan significa que Wrigley efectúa aproximadamente una cuarta parte de sus juegos bajo un viento de 10 o más millas por hora (1.61 kph), soplando hacia o lejos del bateador en una proporción aproximadamente igual.

Lo destacable de Wrigley es lo diferente que puede ser la influencia del parque según el viento. En 2018-2019, cuando soplaba el viento hacia dentro, las bolas bateadas viajaron alrededor de cinco pies (1.52 metros) menos de lo esperado. En sí mismo, eso convierte alrededor del 10% de los jonrones en batazos elevados profundos, y en los días en los que la brisa entra, la relación Jonrón/Batazo Elevado estuvo por debajo del promedio de la liga con un 13%.

Pero en los días en que el viento se desplaza hacia afuera, Wrigley actúa como un parque muy diferente. Las bolas bateadas viajan alrededor de seis pies (1.83m) más de lo esperado y la tasa de Jonrón / Batazo Elevado aumenta a poco más del 30%. Esa es una diferencia en el recorrido esperado de la bola bateada de 11 pies (3.35m) y en la relación de Jonrón / Batazo Elevado de casi el 20%.

La casa de los Cubs es un valor atípico en lo diferente que se comporta dependiendo de las condiciones del viento, pero algunos otros parques también se destacan por eso.

Equipo Local Viento hacia dentro Viento hacia fuera
Distancia (Comparada con la esperada) J/BE Distancia

(Comparada con la esperada)

J/BE
CHC -4.7 13.5 6.1 31.3
CWS -2.1 13.2 0.4 22.7
TOR 0 13.6 0.3 19.8
DET -1.6 8.9 0 14.7
ATL 1.1 18.5 0.4 24.0

Además de Wrigley, el otro parque de Chicago es el segundo más influido por el viento, después están un par de parques ubicados en sitios con climas similares y proximidad a cuerpos de agua, ellos son Toronto y Detroit. Luego está el terreno de juego de Atlanta, Truist Park, que solo abrió en 2017. Después de estos cinco primeros, los efectos del viento se reducen significativamente, y un puñado en el extremo inferior incluso muestra una influencia opuesta: las ráfagas hacia afuera están asociadas con una relación J/BE más baja y cuando hay vientos hacia adentro se conectan más jonrones. Probablemente se trate de aberraciones del pequeño tamaño de la muestra o el producto de interacciones complejas entre el viento y la arquitectura del estadio de béisbol que crean un movimiento de aire inesperado.

Es instructivo comparar lo que sucede en Wrigley con su parque hermano en Chicago, Guaranteed Rate Field. El estadio local de los White Sox tiene efectos de viento mucho más suaves, con una suma de solo tres pies (un metro) cuando el viento sopla hacia dentro o hacia fuera y una diferencia de 10 puntos en la tasa de J/BE. Los dos parques están a solo unas ocho millas (13km) de distancia. Esto demuestra que las condiciones del viento pueden estar hiper-localizadas: Wrigley está a menos de una milla (1.61km) de la orilla del lago, Guaranteed Rate está aproximadamente al doble de esa distancia. Aunque ambos se encuentran en la parte superior de la tabla de clasificación, tanta distancia separa a los Cubs de los White Sox que están en segundo lugar como del equipo clasificado en el puesto 13, el de Minneapolis.

También es muy probable que estas estimaciones subestimen el efecto real del viento en las bolas bateadas individuales. La verdadera influencia de una ráfaga, como puede darse cuenta cualquiera que haya visto a un jardinero buscar una pelota, probablemente sea más cercana a docenas de pies (3.65m). La diferencia se reduce a la calidad de los datos que tenemos: aunque Retrosheet y MLBAM han hecho un gran trabajo para recopilar temperaturas, velocidades y direcciones del viento durante el juego, no hay garantía de que el viento sople en la misma dirección con la misma velocidad cuando una bola bateada en particular sale al aire en la novena entrada que como lo hacía en la primera. Probablemente exista alguna correlación entre el viento predominante cuando comienza el juego y las ráfagas en cualquier jugada dada, pero cuanto más débil sea esa correlación, más débil será la influencia esperada en la distancia recorrida por la bola bateada.

El efecto “verdadero” del viento en cualquier batazo conectado probablemente esté más cerca del valor estimado por una compañía llamada Weather Applied Metrics, cuyos gráficos fueron recientemente presentados en varias transmisiones, entre los que se encuentran las de los Cubs, los A’s y los Red Sox. La empresa recopila datos sobre la velocidad del viento en cada jugada y luego introduce esas velocidades en un modelo complejo de cómo se mueve el aire alrededor de un estadio de béisbol (utilizando una rama de la física llamada dinámica de fluidos computacional). El resultado final es una especie de mapa de lo que el viento le hará a una bola bateada en cada sección del campo: hacia la izquierda, por ejemplo, puede haber agregado 27 pies (8.22m) a un jonrón reciente de Freddie Freeman. En una jugada típica resaltada en la transmisión, las ráfagas parecen capaces de sumar o restar 10 (3m) o más pies con facilidad, al menos asumiendo que su modelo es correcto.

Dado ese tipo de influencia, el viento es ciertamente un factor mucho más importante de lo que la sabermetría ha reconocido tradicionalmente. Los que consideramos factores estables y constantes del estadio son, en algunos casos como Wrigley, entornos altamente variables donde la misma bola bateada podría tener varias veces más probabilidades de ser un jonrón dependiendo del día. Las ráfagas son por naturaleza aleatorias y, por lo tanto, probablemente se igualen en el transcurso de muchos cientos de bolas bateadas o apariciones en el plato, pero como con tantos otros factores que hemos asumido que se “igualarán” (calidad de los oponentes, BABIP), sin duda hay excepciones. A medida que mejora la calidad de nuestros datos y podemos estimar mejor la influencia del viento, podemos encontrar que se iguala menos de lo que esperábamos, y quizás mucho menos para algunos jugadores y equipos que para otros.

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