Traducido por Pepe Latorre
La semana pasada hablé sobre una forma de usar las coordenadas de aterrizaje de un batazo para saber más sobre las velocidades de salida que se habrían dado en el pasado. Aunque con alguno que otro defecto, esta métrica pudo predecir las velocidades de salida de los peloteros con bastante precisión.
Además de permitirnos ver algunas de las cosas más relevantes de temporadas pasadas, como el liderazgo que Barry Bonds tuvo en velocidades de salida en algunos de sus años más dominantes, estos datos tienen muchos otros usos. Por ejemplo, viendo los promedios que se registran año tras año vemos que la velocidad de salida de las últimas temporadas, así como la distancia recorrida por la bola cuando se hace contacto, es cada vez más alta desde que empezó el nuevo milenio. Junto con los datos sobre la velocidad de la bola rápida, la eficiencia de las defensas y otras métricas, esto nos muestra que los jugadores probablemente sean más grandes, más fuertes y con golpeos más violentos que nunca en la historia del béisbol.
Aunque carecemos de mediciones directas de las velocidades de salida antes de 2015, cuando Statcast llevó esta métrica a las Grandes Ligas, hay formas de estimarla. Utilizando la trayectoria (elevado, roletazo, etc.) de la bola bateada, así como el punto donde acabó cayendo es posible adivinar la velocidad con la que salió del bate con un error de solo unas pocas millas.
Esto no tendría validez si hablásemos de un único batazo concreto, pero si lo que tenemos en cuenta es la muestra de miles y miles de bolas bateadas a lo largo de una temporada, hay más posibilidades de aproximarnos a lo correcto (con algunos peros de los que hablaré más adelante y que están relacionados con el error sistemático, una de las principales preocupaciones).
La velocidad de salida ha fluctuado a lo largo de los años, alcanzando un mini pico alrededor de 2005, en los últimos años de la Era de los Esteroides. Es probable que esto no sea un accidente, como sugieren los registros alcanzados por Bonds. Pero siguiendo el gráfico más hacia el presente, probablemente nunca ha habido una velocidad promedio más alta que la que hay ahora (en millas por hora).
Es importante matizar que para las últimas seis temporadas no estoy usando la velocidad de salida real, sino que también estoy aplicando el modelo a esos años para poder comparar más directamente con el pasado, cuando no era posible registrarla. Esto es lo más parecido a una comparación de peras con peras que podemos hacer.
En los últimos años ha habido cambios en la resistencia aerodinámica en la pelota, y dado que este enfoque se basa fundamentalmente en la distancia que recorren los batazos se podría pensar que ese es un problema importante. Sin embargo, el aumento en las velocidades de salida estimadas es igualmente observable para los batazos rodados, donde la aerodinámica de la bola es básicamente irrelevante. Esto también es fácil de comprobar al mirar solo la distancia recorrida: el rodado promedio recorrió alrededor de 117 pies en la era anterior a Statcast, pero ha recorrido 121 desde 2015, alcanzando un máximo de 130 en las últimas dos temporadas.
Una de las posibles explicaciones a esta tendencia es tan aburrida como técnica. Es posible que los encargados de recopilar los datos hayan variado la forma de delimitar las coordenadas de aterrizaje de una bola, llevándolas hacia atrás. Es posible comprobar esto examinando los cuadrangulares y dónde aterrizaron a lo largo de los años, y no hay evidencia de un cambio sistemático.
Además, incluso si te centras exclusivamente en los años de Statcast y rastreas las bolas bateadas desde que comenzó su uso, hay una pequeña pero notable mini tendencia hacia velocidades cada vez más altas desde el principio. Es especialmente notable esta temporada, con velocidades promedio que en los lineazos (la categoría de pelota bateada que mejor se rastrea) son hasta casi media milla por hora superiores, incluso en comparación con 2019.
Los cambios repentinos y recientes en la velocidad de salida sugieren cambios en la composición de la pelota. Sabemos que la MLB podría haber reducido el peso de la pelota, lo que aumentaría ligeramente la velocidad al salir del bate. Pero el hecho de que esta tendencia parece haber estado en curso durante una década significa que la tendencia a largo plazo no se debe exclusivamente a la manera aleatoria en que se fabrica la bola, ya que en ocasiones esto podría provocar aumentos en la velocidad de salida, pero también podría provocar disminuciones.
Esta tendencia también tiene ramificaciones en otras métricas. La velocidad de la bola rápida ha ido aumentando de una manera sostenida desde la aparición de PitchF/X en 2008. Y los datos limitados que tenemos de años anteriores sugieren que es algo que llevaba sucediendo de una manera lenta a lo largo de varias décadas. La eficiencia defensiva se ha disparado en los últimos años y los errores se han ido reduciendo década tras década. No podemos saber como eran las velocidades puntas o la fortaleza de los brazos hace años, pero me aventuró a decir que también han ido mejorando.
Los peloteros son más grandes, más fuertes y probablemente más rápidos de lo que solían ser. Esto es un fenómeno común en todos los deportes, especialmente en los definidos por medidas objetivas, como los tiempos récord de velocidad y resistencia. Es lógico que también suceda en el béisbol, y es reconfortante ver que los datos lo respaldan, aunque la Era de los Esteroides parece haber distorsionado ligeramente la tendencia en el largo plazo, inflando las velocidades de salida brevemente durante el 2005.
Las velocidades de salida cada vez mayores ponen de manifiesto uno de los problemas estructurales a los que se enfrenta el béisbol. Uno que no es fácil de resolver. Los jugadores lanzan, golpean y corren con más fuerza, pero las dimensiones del campo no se han expandido para ajustarse. Aunque esta tendencia está lejos de ser el factor más importante que lleva a cifras récord de cuadrangulares, sí que favorece a los bateadores que buscan mandar la pelota a las gradas frente a aquellos que ven como sus batazos mueren en los guantes de unas defensas cada vez mejor posicionadas. No hay nadie a quien culpar por esto, excepto a la evolución natural de los atletas de élite hacia un mejor entrenamiento, pero eso no significa que la liga no deba tomar medidas para contrarrestar a unos bateadores que son más fuertes que nunca.
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