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Image credit: © John E. Sokolowski-USA Today Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Nunca coleccioné tarjetas de béisbol. En algún momento coleccioné pequeños coches de NASCAR, botellas de refresco, posavasos y gorras de béisbol, pero nunca tarjetas. Esta época del año siempre me hace desear, por un momento, haber crecido abriendo esos paquetes.

Podría haberlo hecho de adulto, supongo, pero en lugar de eso he encontrado otras formas de invertir mis emociones en jugadores prometedores: a través de chats de grupo, ligas de fantasía, artículos sobre jugadores revelación y, quizás en lo más alto del panteón, mis contraseñas de internet. Como la seguridad corporativa es lo que es, inventar contraseñas largas, elaboradas y originales cada tres o seis meses se ha convertido en una tarea tan esperada como ir al dentista o lavar los cristales. Me he acostumbrado a resolver este problema retorciendo algo sobre un jugador joven o no probado que despertó mi imaginación en una cadena apenas discernible de más de 20 caracteres. No recuerdo todas las contraseñas, pero ¿las impresiones que las inspiran? Se me quedaron grabadas.

Matt Chapman era uno de mis muchachos. No soy cazatalentos. No tenía ninguna información privilegiada que yo recuerde sobre sus velocidades de salida o cualquier otra cosa. Lo que más recuerdo es su destreza defensiva en la tercera base y el hecho de que había seguido a Nolan Arenado en la preparatoria El Toro de Lake Forest, California. El linaje parecía un mito prefabricado, un hecho divertido listo para ser mencionado en todas las retransmisiones por el resto de los tiempos.

Más que soñar con la temporada de un equipo o la clasificación de un prospecto o las estadísticas de una estrella, invertir en un jugador a través de una fresca tarjeta de novato (o un prístino lío de pulsaciones de teclas) combina la esperanza a largo plazo con ese tipo de evaluación totalmente inefable que precede a los datos reales de las Grandes Ligas.

Es el tipo de cosa que puede ofrecer un poco de calor en un frío febrero en el que el valor de un jugador se debate amargamente hasta el decimal en las duras negociaciones de la agencia libre y las luchas de arbitraje. Pero sólo hasta cierto punto. Chapman todavía está disponible, uno de los varios grandes nombres que siguen buscando un acuerdo a medida que se acerca el entrenamiento de primavera, y las realidades de ahora mismo tendrán mucho que decir sobre los sueños de 2017.

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Todo lo que pueda considerarse objeto de colección adquiere importancia con el tiempo y las circunstancias. Para empezar, coleccionarlo es arriesgarse a adivinar lo que puede ocurrir. En ese instante de la colección, siempre hay una razón. Es más imprecisa, más amplia y mucho menos racional que la que arroja PECOTA, pero no deja de ser una proyección, a su manera.

En algún momento, la magia de visualizar la grandeza antes de que fuera innegable se incorporó a la economía de las tarjetas de béisbol. Las tarjetas de novatos—los que contienen menos información sobre la carrera de una estrella—son los más codiciados. Sin duda, muchos coleccionistas buscan tarjetas con un valor obvio, como las de Derek Jeter o Ken Griffey Jr., y los peces gordos desembolsan millones por cromos de Honus Wagner en perfecto estado. Pero para las masas que compran paquetes el Día de Apertura, gran parte del coleccionismo consiste en proyectar.

Chapman fue elegido en primera ronda por Cal State Fullerton. No llegó a entrar en el Top 101 de BP antes de su debut, pero parecía un jugador del diario y ocupó el quinto lugar en el sistema de los A’s antes de 2017. Llegó en junio con su perfil prácticamente formado: paciencia y poder en el contacto, además de ese guante de otro mundo. En 2018 y 2019, se elevó a las conversaciones de MVP con el pico de su producción de poder hasta ahora. Una lesión en la cadera lo cortó en 2020, y si bien sus últimas dos temporadas (con números de 109 DRC + coincidentes) fueron obvios rebotes de un duro 2021, se siente como si pudiera haber sido robado de un pico más glorioso. Aunque el WARP es más bajo en Chapman que en los otros sistemas prominentes (en parte porque opera en una escala diferente), ha sido claramente uno de los cinco mejores jugadores de posición que debutaron en cualquier lugar de la Liga ese año, por pura producción en el campo.

Su importancia, el je ne sais quoi de su arco en el universo del béisbol, comenzó en un punto final. Cuando Chapman era el número 5 en la lista de los A’s, Franklin Barreto—fruto del brutal canje de Josh Donaldson—ocupaba el primer puesto. Resultó que Chapman fue quien detuvo el enloquecedor carrusel de la tercera base y, junto con Matt Olson, Marcus Semien y otros, devolvió la relevancia a la franquicia. Los A’s ganaron 97 juegos en 2018, 97 juegos en 2019 y 36 en la acortada temporada 2020, un total que se traduce en… lo adivinaste, un ritmo de 97 victorias. Después de que el equipo de 2021 y un Chapman cojeando se perdieron la postemporada, Oakland reinició el ciclo, enviando a Chapman a seguir los pasos de Donaldson en Toronto.

De seguir a Arenado a hacer sombra a Donaldson, las circunstancias impredecibles reales de la carrera de Chapman no estaban impresas en sus tarjetas de novato. Pero la gravedad final de su carrera podría estar justo ahí, en el verde y oro.

Existe la posibilidad de que Chapman sea recordado no por nada de lo que haga a partir de ahora, sino por algo que nadie hará después de él. Con Olson y Sean Murphy encerrados en los siempre buenos Atlanta Braves y Semien una superestrella ganadora de la Serie Mundial con una gorra de los Rangers, Chapman podría ser preservado en ámbar como la cara más reconocible de la última vez que Moneyball funcionó en Oakland. Quién sabe cómo terminará la cobarde saga de reubicación de John Fisher, pero parece poco probable que los A’s experimenten otro ascenso real de la misma forma que hizo que Billy Beane, y toda su operación, fueran icónicos e influyentes a principios de la década del 2000.

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Chapman y cualquier equipo que acabe fichándolo, por supuesto, esperan que quede una historia diferente por contar, y no puedo evitar sentirme un poco esperanzado junto a ellos. Como atestiguan sus temporadas 2018 y 2019, e incluso su abrasador abril de 2023, aquí hay pruebas de concepto para un jugador titular. También hay muchas pruebas que sugieren que Chapman es quien va a ser.

Hay algo bueno: su velocidad de salida de percentil 90º está entre los 30 mejores bateadores con al menos 400 apariciones al plato. Las métricas defensivas no están del todo de acuerdo, pero el guante sigue dando buenas sensaciones.

Y hay algo malo que disminuye lo bueno: simplemente no hace suficiente contacto en la zona. Su índice de contacto con strikes está por debajo de la media, y es especialmente malo conectando con bolas rápidas. Sólo siete bateadores, de nuevo con al menos 400 apariciones al plato, tenían una mayor tasa de abanicadas y fallas contra bolas rápidas. Y como señaló Robert Orr aquí en septiembre, demasiadas de las bolas que conecta con el barril van a las partes más grandes del campo.

A la edad de 30 años, con su onomástico 31 en abril, Chapman entró en la temporada invernal como un fuerte candidato para un contrato de nueve cifras, pero cada vez es más difícil determinar qué equipo, exactamente, está preparado para firmar un gran cheque para un excelente defensa que sólo puede ostentar un buen bate.

Aún así, es un momento natural para hacer balance, para pensar en todas las formas en que una carrera podría ir de aquí en adelante. En el caso de Chapman, podría conseguir un contrato a largo plazo después de todo. Podría acabar como Donaldson, que declinó y pasó por cinco equipos diferentes después de Toronto. O, como un optimista con una tarjeta de novato de Chapman enmicada podría querer oír, tal vez aprenda a jalar la pelota consistentemente y emular alguna versión de la mejor década de Adrián Beltré. El nuevo miembro del Salón de la Fama disputó su primer Juego de las Estrellas a los 31 años, en Boston, y luego llegó a Cooperstown en un tour de force de ocho años con los Rangers.

Siendo realistas, eso no le va a ocurrir a Chapman (.790 OPS, cuatro Guantes de Oro, dos temporadas recibiendo votos para el MVP). Pero, siendo realistas, tampoco le iba a pasar a Beltré (.779 OPS, dos Guantes de Oro, un segundo puesto de MVP). Cuando el mercado ponga una cifra al valor actual de Chapman, tarde o temprano, saldrá de las proyecciones.

Cada gerencia ya tiene un rango ordenado para el valor de Chapman en 2024, luego un rango más difuso pero aún finito para su valor probable en los próximos cinco años, con ese resultado atípico encajado allí como el polvo en una esquina. ¿Más allá de eso? Estamos en gran parte de vuelta a donde empezamos, con una corazonada y una idea de lo que Matt Chapman—alerta en el blanco de los A’s en casa—podría eventualmente significar en nuestra colección de jugadores de béisbol, de personajes memorables.

La solución en la tercera base. El próximo Nolan Arenado. La última historia de éxito de los A’s en Oakland. Algo a lo que vale la pena aferrarse, para alguien, al menos por un rato todavía.

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