Traducido por José M. Hernández Lagunes
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Este reporte fue publicado originalmente en Defector el 9 de junio.
Tim Kurkjian es un veterano de ESPN quien cree que el béisbol se está destripando poco a poco, y no se equivoca: ningún deporte se cambia a sí mismo con más frecuencia y con menos idea de por qué. Con ese fin, se le ha encargado que ayude a examinar hacia dónde va el juego, y la respuesta siempre parece ser “al carajo”.
La investigación de hoy trata de cómo el correr las bases es un aspecto que está muriendo como arte y reinventándose como broma para niños pequeños, con un montón de ejemplos y citas de muchos jugadores y mánagers veteranos. Si leerlo es demasiado agotador para tí, el encabezado será suficiente: “Qué pena que hayas tenido que ver eso”.
Y suena a verdad: Payasolandia tiene 90 pies cuadrados y está marcado con pequeñas lápidas a lo largo de los bordes, donde los comportamientos estrafalarios viven libres e impunes. Pero probablemente no esté muy arriba en las deficiencias del béisbol a la hora de presentarse ante un público al que apenas entiende y mucho menos puede atraer; el escándalo de la tasa de giro es de alguna manera más grave que el cambio filosófico hacia el béisbol en estancamiento, del que el correr las bases es sólo un pedacito muy delgado de la cuña.
Aun así, las anécdotas que aporta Kurkjian son precisas en la medida en que lo son. Sólo que no van lo suficientemente lejos y hacia adelante. El problema no es el glorioso pasado del béisbol, sino su futuro sin gusto, y el espejo retrovisor no es el mejor lugar para buscarlo. El gran agujero en el deterioro de una más de las viejas tradiciones del béisbol, llegar con seguridad de una base a la siguiente, evita el obvio agujero negro en el medio, que es la gente que está construyendo su nuevo béisbol anquilosado y sin sabor.
Si los 30 propietarios quisieran que el béisbol se enseñara de forma más completa, no estarían destripando las ligas menores. Si los 30 gerentes generales, que en realidad son un gerente general con 30 cabezas que hablan con una sola voz sonora, pensaran que el correr las bases es una parte esencial del juego en el futuro, contratarían a personas para que se lo inculcaran a los jugadores en sus cráneos supuestamente vacíos. Si el béisbol de tres resultados verdaderos no tuviera sentido para ellos como el único camino a seguir, reconsiderarían algunas de sus nociones más arraigadas, empezando por la revelación de que realmente hay cosas más allá de lanzador-bateador y caminata-ponche-cuadrangular.
Pero no lo van a hacer. Están comprometidos con esto porque cualquier otra cosa les hace perder su empleo. Theo Epstein ha renunciado a su trabajo para tratar de repensar el béisbol y el daño que se le ha hecho con tales teorías, pero hasta ahora se ha visto atrapado por la misma inercia que se ha apoderado de Rob Manfred y de los policías de la industria en la crisis de las tasas de giro—si es que crisis es la palabra correcta—que probablemente no lo sea. Son sólo dos porciones del mismo suflé rancio.
No es que el béisbol se resista al cambio, ni mucho menos. Simplemente ha cambiado y vuelto a cambiar y ahora está atascado en un callejón sin salida cuyas vías de acceso han creado un atasco caricaturesco. Ha decidido lo que es anticuado e innecesario y lo ha sustituido por la inmovilidad. La carrera de fondo no puede ser un cuarto resultado verdadero porque sólo hay espacio para tres, y salvo cambios en las dimensiones de la pelota, la zona de strike, el cuadro, el jardín, las posiciones o el número de equipos, esa mentalidad no cambiará. En cambio, lo que el béisbol nos ha dado este año no es abordar el problema de la uniformidad, sino el de los uniformes. La MLB nos dio nuevas gorras que entraron y salieron del mercado en un día, y camisetas alternativas que han sido recibidas con una abrumadora sensación de indiferencia y mofa. Son ellos los que pierden el punto y te cobran de más para poder perderlo.
Lo que tenemos es un deporte cuyos guardianes actúan como si se avergonzaran del producto que pretenden alimentar y defender, algo así como los hijos e hijas de los magnates de la prensa que parecen poco cool en las fiestas cuando sus amigos más cool les preguntan a qué se dedican. Aplicaron la noción de que el juego comienza con los lanzadores y los bateadores e hicieron de eso la propuesta independiente del juego por un sentido equivocado de turbo-eficiencia.
Así que preguntarle a Andy Van Slyke y a Paul Molitor y a Dusty Baker y a Buck Showalter por qué el correr las bases apesta es sólo el comienzo de la búsqueda de Kurkjian. Debería llevar a la gente que ha exprimido a los maestros y a las herramientas del juego porque las bases robadas apestan e ir de primera a tercera es un problema de abuelos y conocer el número de outs es un curso optativo. Los jugadores no son el problema; ellos saben lo que se les enseña y saben lo que se enfatiza, y seguro que no es saber cómo romper un doble play. ¿Deberían saberlo? Sí. ¿Podrían aprender? Sí, por supuesto. Pero eso requeriría un nuevo movimiento a nivel de quienes toman las decisiones que valore ese tipo de cosas. Las personas que dirigen el béisbol y recompensan obsesivamente algunas cosas e ignoran agresivamente otras consiguen lo que quieren, y como no disfrutan de la mayoría de los flecos artísticos del juego, las innovaciones que se apresuran a producir se mantienen como doctrina.
Y luego, cuando esas innovaciones sólo hacen que el juego sea más lento, tedioso y homogéneo, en lugar de fomentar nuevas escuelas de pensamiento, obtenemos lo que tenemos ahora: veteranos que se quejan de que las cosas no son como solían ser, y Theo Epstein, en un laboratorio, creando nada que sus sucesores reconozcan y mucho menos implementen. A no ser que en una ráfaga de nuevas reglas la oficina de la Liga invente caminos entre bases de doble sentido para que los jugadores, generalmente desinformados, puedan crear formas de ir de tercera a primera. No hará que el juego sea más atractivo porque podrán trotar en cualquier dirección, pero parecerá un nuevo avance científico hasta que la próxima tanda de medias se presente a los fetichistas de los calcetines. Eso seguro que los enganchará.
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