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Traducido por José M. Hernández Lagunes
Los Mets comienzan el 2022 con una plantilla muy diferente a la que utilizaron para terminar la temporada en 2021, y esa renovación trae consigo la carga de mayores expectativas. El parador en corto superestrella Francisco Lindor tendrá que parecerse más al candidato al MVP de Cleveland que en su primer año en Queens. Pete Alonso debería ser una piedra angular en el corazón del orden, mientras que los recién llegados Starling Marté y Mark Canha serán los encargados de poner la mesa y de llegar a las bases para que él pueda impulsarles.
Un jugador notable con un lugar poco claro en esta fórmula es Jeff McNeil. McNeil, elegido en la 12ª ronda y que luchó en ligas menores durante cinco temporadas antes de debutar en la MLB, fue una historia de éxito improbable durante sus tres primeros años en las Ligas Mayores, pero parece que su carrera se encuentra en una encrucijada después de tener problemas el año pasado. Después de producir marcas de DRC+ de 111, 123 y 109 de 2018 a 2020, McNeil se desplomó a un DRC+ de 95 en 2021. Ese declive precipitado ha producido dudas sobre el papel que desempeñará en la próxima iteración de los Mets; podría ser un jugador súper-utilitario, podría ser el segundo bate de todos los días, o—después de ser considerado una pieza central tan recientemente como hace un año—podría ser una ficha de cambio después de que el equipo firmó un jugador con una utilidad similar, Eduardo Escobar. Este futuro incierto lo convierte en un jugador intrigante para investigar qué fue lo que falló en 2021 y si puede corregir el rumbo para 2022 y más allá.
La tarjeta de presentación de McNeil siempre ha sido su habilidad innata de poner el bate en la bola, y esa habilidad no ha mostrado ningún signo de desgaste—su tasa de strikes abanicados del 8.7% fue la segunda más baja de su carrera. Dado que su capacidad de contacto no parece estar en decadencia, su abrupto declive podría explicarse por un cambio en la calidad de su contacto, en su enfoque, o en ambos, lo cual es particularmente interesante dada su singular agresividad en el plato: ningún jugador en el béisbol ha atacado los primeros lanzamientos a un ritmo mayor que el de McNeil desde que entró en la Liga.
El año pasado, los lanzadores se aprovecharon de esta disposición a abanicar de una forma contraria a la intuición, haciendo que persiguiera menos. Como uno de los mejores bateadores de la Liga entre 2018 y 2020 con bolas en la zona de strike—McNeil bateó .389 y tuvo una tasa de contacto del 86.2% en esos lanzamientos, ambos números en el 25% superior de la Liga durante ese período—uno pensaría que los lanzadores evitarían darle a McNeil mucho para batear en esa zona. En 2021, hicieron exactamente lo contrario.
El año pasado, McNeil se enfrentó a un porcentaje de lanzamientos en la zona más alto de su carrera, con lanzadores que se inclinaron particularmente por las bolas rápidas y cortantes adentro—sólo esos dos lanzamientos representaron casi la mitad (45.2%) de los lanzamientos que vio en 2021. Esta nueva estrategia fue devastadoramente efectiva: su rendimiento de slugging contra los lanzamientos de cuatro costuras y los cutters fue de sólo .337 después de los .510 y .515 de los dos años anteriores. Su batalla contra la velocidad en el tercio interno podría ser un indicio de la disminución de la velocidad de su bate, pero como acaba de cumplir 29 años parece más probable que sea un síntoma de algo más: los reacomodos cada vez más descarados de los oponentes contra él y su incapacidad para enfrentar esos ajustes.
En 2019, McNeil tuvo el mejor año de su carrera tirando la bola más que en cualquier otra temporada (una parte exagerada del éxito de esta estrategia también debe acreditarse a la bola turbo utilizada ese año). Se puede ver en la imagen de abajo lo mucho que maximizó su limitada potencia bruta jalando la mayoría de las bolas más duras. El ángulo de rociado está en el eje x (-45 es la línea de foul del lado del tiro), la velocidad de salida en el eje y).
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También es visible en este mapa de calor que algo cambió muy claramente en las dos temporadas siguientes, lo que hizo que su mejor contacto se redistribuyera. A partir de 2020, los equipos comenzaron a reacomodar su cuadro—definido como tener tres jugadores a un lado de la segunda base—casi dos veces más a menudo que en 2019. Este es el problema clave que McNeil ha enfrentado y aún no ha resuelto. Puede que no lo agrupes con gente como Kyle Schwarber o Joey Gallo mentalmente, pero en cierto modo su dilema es incluso más difícil que el de estos dos últimos: carece de la potencia bruta para lidiar con los reajustes bateando por encima de ellos como pueden hacerlo los toleteros natos. La línea naranja es la frecuencia de reacomodos, la línea azul es el porcentaje de pelotas jaladas.
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El bateo, en su esencia, es un proceso reactivo—el lanzador y la defensa intentan conseguir poner out al bateador, quien tiene que descifrar cómo vencerlos. Este es el cálculo que pasa por la mente del bateador cada vez que se planta en la caja de bateo. Para McNeil en 2021, los defensas y lanzadores a los que se enfrentó le plantearon una serie de retos desconocidos: vio más strikes a velocidades más altas que nunca antes, mientras que los jugadores de cuadro se desplazaban contra él más del doble de lo que lo hacían sólo dos temporadas antes. Enfrentado a este conjunto de circunstancias, McNeil parece haber respondido con un cambio en su exitoso enfoque. Ese, por supuesto, es el objetivo general del reajuste: cuando McNeil tomó esa decisión, los oponentes redujeron efectivamente a uno de los jugadores más peligrosos de los Mets a un típico bateador de sencillos que batea hacia el otro lado. Aquí está el mismo gráfico que antes, esta vez incluyendo las líneas de tendencia para los elevados jalados (las bolas bateadas más valiosas, línea negra) y el porcentaje de hits extra bases (línea roja):
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Desafortunadamente para McNeil, no tiene la potencia bruta para hacer daño significativo al lanzador contrario cuando batea la bola hacia el jardín izquierdo contra los reacomodos—no es Bryce Harper. Y no necesita serlo. La cuestión es que el cambio que hizo—cambiar los sencillos al campo contrario a costa de hits de extra base al lado contrario—ha sido un negativo neto, perjudicándolo tanto en slugging como en bolas en juego hasta el punto de convertirlo en un bateador por debajo de la media en general, una cáscara del jugador altamente pulido que era cuando llegó a la Liga. Este cambio de enfoque también tuvo un coste adicional: McNeil bateó para seis dobles plays por el centro o en dirección contraria en 2021, más de las que tuvo en total en 2019. A menos que haya cambios dramáticos en las reglas que restringen los reacomodos defensivos (que a esta hora parece estar muy en juego), probablemente no podrá recuperar los robustos promedios de más de .300 que logró en sus primeras temporadas, pero eso no tiene que ser el final de su historia.
Todavía hay suficiente control del barril para que McNeil consiga más potencia de la que mostró el año pasado y siga siendo un bateador por encima de la media si vuelve a su antiguo enfoque en el plato. Sí, perderá un porcentaje no insignificante de sencillos a esos defensas adicionales a la derecha de la segunda base. Puede que incluso sufra un aumento en los ponches al comprometerse a hacer el swing antes para llegar a su poder del lado del jalón, pero tiene espacio de sobra en esa lectura y las abanicadas adicionales valdrán la pena si es capaz de recuperar algunos de esos hits de base extra perdidos: en 2019 tuvo 41 XBH a su lado de jale y para 2021 esa cifra se había reducido a 12. Si esa compensación—intercambiar menos hits en general y algunos ponches más para obtener más extra bases—es una ganancia neta para él, entonces todavía puede tener un papel que desempeñar en los nuevos Mets.
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