
Traducido por José M. Hernández Lagunes
Pocas fuerzas en el universo son más fuertes que el poder de los medios de comunicación para tomar una historia basada en el fracaso de la infraestructura y convertirla en una historia conmovedora sobre la superación de la adversidad. A veces se trata de la historia de un profesor que pasa los fines de semana recolectando material escolar en los comercios locales, o de un niño que recoge latas y las recicla para pagar la insulina de su abuelo. En el caso del béisbol, a menudo se centra en muchachitos de América Latina que duermen en camionetas durante semanas, o que vencen grandes dificultades para llegar a Estados Unidos y se enfrentan a una pesadilla de aclimatación y añoranza repentinas. Las historias de triunfo—y las historias son, siempre, selectivamente sobre el triunfo—disfrazan lo mal que están las cosas que requieren tales triunfos, que las cosas podrían simplemente… ser mejores, para todos, si quisiéramos que lo fueran.
Hace un mes, las negociaciones del contrato colectivo estuvieron a punto de fracasar cuando las partes llegaron a un punto muerto en cuanto a la creación de un draft internacional, una cuestión que apenas se había mencionado públicamente hasta que David Ortiz y Fernando Tatís Jr. se manifestaron en contra de la aplicación propuesta por la Liga en el último momento. Por un lado, la situación actual de la agencia libre internacional es, en el mejor de los casos, un lío corrupto y, en el peor, algo mucho más siniestro; por otro lado, es un lío corrupto en gran parte debido a la inacción de la Liga, y recompensar a la Liga con su ansiado draft por solucionar una crisis de su propia creación es como celebrar al bombero héroe que trabaja en secreto como pirómano fuera de la pantalla. Pero puede que no haya una forma mejor.
La MLB ha obtenido repetidamente ganancias en los últimos ciclos del contrato colectivo de trabajo, pasando de un mercado de agencia libre internacional completamente ilimitado a un mercado con un tope blando explotable a, en el Contrato Básico 2017-21, un sistema de tope duro que limitaba completamente la cantidad que los equipos podían gastar. Los topes duros fueron ampliamente vistos como un preludio a un draft internacional, que la MLB ha buscado desde hace varias décadas y que propuso de nuevo en esta ronda de negociaciones laborales.
Desde la última vez que escribí sobre asuntos de la agencia libre internacional en profundidad, las cosas han seguido deteriorándose para los jugadores. Los preacuerdos verbales, que son funcionalmente vinculantes para el jugador pero dan muy poca protección contra las lesiones o el mal rendimiento, siguen acelerando el proceso para los niños cada vez más jóvenes, ya que los equipos buscan seguridad y buenos acuerdos en un mercado de suma-cero. Ahora es habitual que los equipos lleguen a un acuerdo verbal con los mejores prospectos a los 12 o 13 años, con lo que el periodo de evaluación de los mejores jugadores se lleva a la preadolescencia. Eso ha empujado la edad de entrenamiento a jugadores aún más jóvenes, y de repente tienes niños que dejan la escuela a los 10 u 11 años para entrenar para conseguir un contrato de tiempo completo. Teniendo en cuenta que el abuso de sustancias prohibidas durante la fase previa al acuerdo también ha sido un problema desde hace mucho tiempo en el mercado de la agencia libre internacional … bueno, todo esto pinta un cuadro macabro, ¿no?
Cada vez estoy más convencido de que el sistema actual de la agencia libre internacional es simplemente una crisis humanitaria que hay que arreglar a toda costa. Los niños—y cuando digo niños, nos referimos a niños de primaria y secundaria, no a un coloquialismo para referirse a adolescentes mayores—están sufriendo y viendo arruinado su futuro al servicio del mercado internacional. ¿Creemos que está bien crear un sistema en el que los preadolescentes abandonan la escuela y comienzan un régimen de esteroides, todo con la esperanza de llamar la atención de un visor internacional? No creo que nadie pueda argumentarlo desde el punto de vista ético.
Un draft internacional no eliminará por completo los pre-acuerdos—también existen en el Draft de la Regla 4—pero los restringirá a un periodo de tiempo reducido y no con niños literales. Los términos propuestos para el draft internacional incluyen la asignación de puestos fijos para seleccionar en lugar de las puestos dúctiles del draft nacional, por lo que ni siquiera habría necesidad de hacer tratos para obtener la certeza del coste de las bonificaciones para manipular a los seleccionados. No habrá ningún incentivo para que nadie, en ningún bando, llegue a un acuerdo con tres o cuatro años de antelación, y el periodo de evaluación y formación se trasladará a cuando los jugadores tengan entre 14 y 16 años. ¿Es perfecto? No, sigue siendo a edad más temprana de lo que me gustaría, y no resuelve la naturaleza coercitiva de todo lo demás. Pero detendrá la explotación infantil extrema que se ha desarrollado en los últimos años, que podría ser lo peor que ocurre en toda la diáspora del béisbol afiliado.
Sería estupendo que todas las partes interesadas pudieran divorciar esta cuestión del contexto de la negociación laboral y acordar el cese de los preacuerdos sin realizar este nivel de cambio estructural. Pero está claro que eso no va a ocurrir mientras ambas partes vean esto como un tema de negociación, lo cual no va a cambiar. Ahora su destino está ligado a algo que los jugadores veteranos realmente quieren: la eliminación de la oferta clasificada. Lo que complica aún más las cosas es que los jugadores de la agencia libre internacional están muy poco representados en la cúpula del sindicato. Incluso con eso, los chicos más vulnerables—los que no llegan a conseguir ser contratados—no tienen representación en esta lucha; después de todo, el sindicato se auto-selecciona entre jugadores quienes eventualmente alcanzaron a formar una plantilla de 40 hombres. La mejor “historia de éxito” del sistema actual es el fichaje de Wander Franco en 2017 por los Rays, quien ya se ha asegurado cientos de millones de dólares, y tuvo que abandonar el sexto grado para conseguirlo.
Zach Buchanan escribió la otra semana en The Athletic un artículo que trazaba el ascenso del prospecto de los Reds, Elly de la Cruz. Buchanan trazó las partes de la historia que no se pueden encontrar en su tarjeta de jugador o en nuestros informes de ojeo: cómo de la Cruz luchó para conseguir una oferta, firmando por $65,000 después de haber conseguido una prueba tardía con los Reds porque era un jugador “mayor” a pesar de que su período de firma ni siquiera se había abierto todavía, y cómo su futuro profesional una vez dependía de si había una cama disponible para él en el complejo de Cincinnati en República Dominicana. Y entremezclado en la historia, leemos indicios de las bajezas en la escena de prospectos internacionales: de la Cruz se fue de casa para empezar a entrenar béisbol cuando era un niño de 6 años, y entró en una academia de entrenamiento en Santo Domingo con sólo 10.
Es fácil imaginar que esto podría haber resultado diferente para de la Cruz. Tal vez los Reds no tengan una cama en el complejo y nunca firme, siendo otro niño que lo arriesgó todo y nunca entró. Tal vez juegue mal su primer año en la Liga Dominicana de Verano y sea cortado. Esas cosas les ocurrieron a muchos otros chicos que trabajaron igual de duro y se entregaron igual de bien y nunca lo consiguieron. Nunca conocerás sus nombres ni sus caras, pero eso no los hace menos reales.
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