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Image credit: © Kamil Krzaczynski-USA TODAY Sports

Traducido por Pepe Latorre

De vez en cuando, cuando un equipo distinto de los Cincinnati Reds está perdiendo en Cincinnati, los locutores buscan alguna explicación a los problemas del equipo. No se pierde contra los Reds, e incluso si esto sucede, la explicación de los locutores a duras penas llena el tiempo que dura una cuarta entrada completada por un relevista largo. La explicación es a menudo un viaje largo, en gran parte porque esos mismos locutores están viajando con el equipo y experimentando esas mismas dificultades. Pasar por un aeropuerto, después de todo, debe de tener algún efecto en el desempeño estadístico, si no, ¿para qué todo ese sufrimiento?

Es un tema que volvió a la palestra hace unas semanas, cuando la MLB hizo público el calendario para el 2023. En un intento por igualar la dificultad del calendario en todas las divisiones, la liga desechó la obra maestra de Bud Selig, un calendario desequilibrado, y distribuyó los juegos de interliga para que cada equipo juegue contra todos los demás equipos de las Mayores al menos una vez. Pero había un motivo de peso en la decisión de Selig, de hecho es una decisión que adoptó al principio de su mandato (tan temprano que el artículo de Jayson Stark en ESPN.com explica que falta un año): hace que viajar sea una pesadilla. Menos juegos de división significan más series en otras partes del país y mucho más mal humor en las cabinas de trasmisión.

Los desplazamientos, de cierta manera, generan sus propios desequilibrios. En 2022, los A’s, los Mariners y los Angels recorrerán más de 44.000 millas, mientras que los Reds, estratégicamente localizados en el centro llegarán a poco menos de 25.000. Este formato desequilibrado ha ayudado tradicionalmente a las divisiones Centrales, y la nueva versión equilibrada parece que también beneficiará a la Central.

¿Pero es esto cierto? ¿Es viajar tan perjudicial como nos han hecho creer?

En las Mayores, la ventaja de jugar como local es solo del 54%, la más pequeña de todos los principales deportes profesionales estadounidenses, y eso a pesar de la naturaleza de larga distancia del deporte. Siempre es difícil extraer las variables que intervienen en dicha cifra, ya sea el viaje, la familiaridad con el campo, el comportamiento del público o la presión de los aficionados sobre los árbitros. Pero si la vida en la carretera realmente desgastase tanto y Kerouac no fuera más que un embustero veríamos un patrón basado en el rendimiento de los equipos cuando afrontan desplazamientos prolongados. Y resulta que:

Cabe señalar que todos los datos emplean la regla de Sam Miller para el béisbol moderno desde 1988. Además, los viajes por carretera superan los 12, pero el reducido tamaño de la muestra hace que los números varíen mucho, por lo que nos detendremos aquí. Estos hallazgos son un reflejo de lo que Matt Schwartz publicó en BP hace ya una docena de años, lo que es insatisfactorio, pero a veces un estudio solo sirve para verificar y asegurarse de que todo sigue donde lo dejamos. Hay muchas razones en el mundo para pensar que los peloteros y el resto del personal se cansan cuando van de ciudad en ciudad, pero eso no aparece en la clasificación. A menos que se considere todo el tiempo que los equipos han pasado en la carrera.

Es interesante que hacía el final de la temporada los equipos visitantes generalmente superan esa desventaja que tienen durante el resto del año, es como si se acostumbraran a ello. Pero hay datos que respaldan la evidencia de un bajón en septiembre cuando se llega a ocho o más juegos fuera, lo que podría ser fatiga, o podría ser un efecto de los rosters ampliados en equipos sin nada por lo que competir y con veteranos cansados.

Mientras tanto, y como descubrió Ben Clemens en FanGraphs el año pasado, la desventaja fuera de casa no se aplica muy claramente a equipos en particular, con una excepción bastante notable. En promedio, la frecuencia de ganar como visitante o local es del 92%, y la gran mayoría de los equipos se ubican dentro de los dos puntos porcentuales a cada lado de esa mediana. Los Braves, con un 95% (.546 en general, .517 fuera de casa) son los reyes de la liga en la carretera. ¿Esos tres equipos que mencionamos anteriormente, Oakland, Anaheim y Seattle? Todos están por encima del promedio, históricamente.

Por supuesto, existe una excepción bastante notable y sabes cuál es: los Colorado Rockies. El equipo pierde fuerza a medida que se alejan de su hogar en la montaña, como un fantasma que se debilita a medida que se aleja de sus dominios encantados. Los Rockies tuvieron marca de 48-33 en casa el año pasado y de 26-54 fuera, lo que llevó a los escritores a tratar de averiguar exactamente qué sustancias fluyen por esos arroyos de las montañas. Este año, el fenómeno está recibiendo menos atención, principalmente por el Coors. Este año el club solo tiene un 40-34 allí, mientras que mantiene la misma tasa de uno de cada tres (24-48) como visitante. Al igual que con la ventaja de jugar en casa, es difícil saber exactamente qué ocurre con la enfermedad del Coors. Pero existe.

Sabemos que muchos de los problemas de los Rockies en la carretera se derivan de su incapacidad para batear. Este año son básicamente una ofensiva promedio de la liga, si ajustamos al parque, nos encontramos con un .284/.347/.461 en casa como equipo. En la carretera, son básicamente los Tigers, con una línea de .226/.287/.336, una caída de 40 puntos en el BABIP y un aumento del 4% en ponches. También sabemos que la resaca del Coors tiende a desaparecer una vez que los peloteros cambian su lugar de residencia, aunque Trevor Story no está ayudando a los que sostienen esto. Al menos tenemos a Nolan Arenado para nivelar las cosas.

Aun así, si los peloteros realmente rinden de manera equivalente cuando dejan las montañas y juegan al nivel del mar, esperaría ver un efecto opuesto respecto al cansancio en la carretera que buscábamos antes: los jugadores recuperarían sus piernas (y pulmones) y se adaptarían. El pequeño tamaño de la muestra de un solo equipo complica las cosas, pero históricamente, no hemos encontrado que ese sea el caso.

Quizás, con la única excepción de aquellos en el área metropolitana de Denver, la resaca del Coors es uno de los fenómenos más interesantes del béisbol. Colorado parece no haber descubierto Colorado, sin importar lo que intenten. Este artículo, lamentablemente, no ofrece soluciones, todo lo que puede ofrecer es evitar un error futuro.

No faltan razones para querer evitar viajes largos en cualquier deporte profesional. Pasa factura a los jugadores y a las personas cuyo trabajo es seguirlos. Es terrible para el planeta. Pero una cosa para la que no es terrible, matemáticamente, son los equipos que viven en los rincones del país. De hecho, podría usar estos datos para defender la idea de que la MLB tiene margen para expandir el béisbol aún más sin afectar al producto que se pone sobre el campo, siempre que haya un estadio financiado con fondos públicos y repleto de suites, por supuesto.

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