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Image credit: Sam Navarro-USA Today Sports

Traducido por Pepe Latorre

Prestad atención: la sed de nostalgia en la actual MLB es eterna. Los principios básicos del juego con los que se criaron los fanáticos del béisbol durante décadas se están esfumando ante nuestros ojos. Los promedios de bateo se están desplomando, las bases no se roban por docenas, ¡y estamos perdiendo muchas cosas! No me opongo a todos los cambios y versiones modernas del béisbol, pero es imposible no añorar el pasado, al menos en algunas ocasiones. Y cada cinco días, más o menos, Sandy Alcántara, lanzador abridor de los Miami Marlins que ha ganado el Cy Young de la Liga Nacional en 2022, le devolvía, sin ayuda de nadie, el significado clásico al término “as”, estableciéndose como el último de una raza en extinción.

Hubo años en los que fueron varios los abridores que merecieron ganar Cy Young de la Nacional, pero me opongo a la idea de que esta carrera en particular estuviera reñida. La estadística nos muestra que superó a cualquiera de los otros candidatos, como Max Fried de los Braves o Julio Urías de los Dodgers. Alcántara estaba empatado en el segundo lugar en WAR (5.1), tuvo la cuarta efectividad más baja (2.28) y estuvo entre los 10 primeros en muchas otras categorías (victorias, un WHIP por debajo de 1, FIP). Una gran colección de buenas estadísticas que se combinaron con los mejores récords de su carrera en tasa de bases por bolas (5.6%), tasa de jonrones (1.8%) y ponches (207). Eso habría sido suficiente para convertirlo en un contendiente para el premio. Lanza con un arsenal que parece patrimonio de un relevista de las últimas entradas, con una recta cuya velocidad está en el percentil 96, el séptimo cambio más duro entre todos los lanzadores y una tasa de abanicados absurda que está en el percentil 94. Los números antes mencionados están muy bien, pero el gran comodín de Alcántara fue su capacidad para compilar dos estadísticas de conteo de una manera que recordaba a los grandes caballos de épocas pasadas.

Es poco acertado decir que los avances médicos han destruido el pitcheo abridor como lo conocíamos. Cuidar los brazos es algo bueno, ser capaz de comprender la recuperación, el descanso y la forma en que el conteo de lanzamientos afecta la salud de un lanzador ha mantenido y alargado carreras. Pero estos avances nos han privado de algunas cosas, hemos perdido algo especial. En otra época solíamos tener ases que salían y tiraban hasta que se les caían los brazos. ¡Las precauciones no importaban, había juegos que ganar! Y cualquier lanzador abridor que se preciase preferiría jubilarse antes que dejar que alguien terminase su juego. Los partidos completos eran la norma para los ases: Fergie Jenkins, leyenda de los Cubs, lanzó 24 juegos completos en 1970 y 30 en 1971. A mediados de los 70 fue cuando los líderes de la liga en partidos completos comenzaron a pasar de las 20/30 victorias a las diez y algo. A comienzos de siglo los lanzadores que llegaban a los dobles dígitos en una temporada dejaron de existir. El último jugador en hacerlo fue James Shields en 2011 con los Tampa Bay Rays, cuando completó 11 actuaciones de nueve entradas aparentemente viniendo de la nada.

​​La mayoría de las veces, aquellos que lideraron la liga en juegos completos lo hicieron con honor. Era un honor reservado para los ases y los grandes, un linaje con varios miembros en el Salón de la Fama: Sandy Koufax, Jim Palmer, Dave Stewart, Pedro Martínez, Greg Maddux y Roger Clemens. Todos han estado en lo más alto de la MLB en esta estadística. Es la última forma de confianza. Es cuando tu entrenador y tus compañeros de equipo te miran con los ojos muy abiertos y con total confianza diciendo: “ve a buscarnos una victoria”. Confían en ti para que te acomodes, salgas de cualquier aprieto en el que te encuentres y le des a los bateadores la oportunidad de hacer su trabajo. En la era actual, ese tipo de confianza es raro. La analítica ha producido enfoques milimétricos que analizan los enfrentamientos al detalle, limitando a cada lanzador que sube al montículo. Los emparejamientos diestros/zurdos, la regla del “tercer enfrentamiento ante la alineación”, y los cambios en la velocidad y la tasa de giro pueden determinar si un lanzador permanece o no en el juego. Todos recordamos que Blake Snell fue retirado en la quinta entrada del sexto juego de la Serie Mundial del 2020 después de permitir solo dos hits y ponchar a nueve Dodgers. La explicación del mánager Kevin Cash fue: “No quería que Mookie viera a Blake por tercera vez”.

Esta tendencia generalizada a la hora de sustituir abridores es lo que hace que la temporada de Alcántara sea tan especial. En pocas palabras, fue uno de los tres mejores lanzadores abridores en la Liga Nacional mientras que al mismo tiempo lanzaba mucho más que los demás. En 2022, la duración promedio de las aperturas fue de 5.2 entradas. Las de Alcántara, con sus 228 ⅔ entradas en 32 juegos iniciados (el siguiente más cercano fue Aaron Nola con 205.0 entradas en 32), tuvieron una duración promedio de 7.1 entradas. Sorprendentemente, también lideró la MLB en juegos completos (6), tres más que Framber Valdez de Houston y alcanzó la mayor cantidad en la Liga Nacional desde Clayton Kershaw en 2014. Todo lo que quería hacer era abrir y terminar juegos. Lo hacía de tal manera que te hacía sentir como si lo hubieran traído directamente de 1976 usando una máquina del tiempo. Había una extraña voluntad de asumir responsabilidades en situaciones de presión. Alcántara nos dejó uno de los mejores momentos de la temporada con esta actitud a finales de junio: convenció a Don Mattingly para que lo mantuviera en la parte baja de la novena entrada contra los St. Louis Cardinals, con dos corredores en base, una ventaja de 4-3 y 115 lanzamientos acumulados.

No puedes leer los labios a través del guante, pero casi puedo garantizar que dijo algo como: “¡Tengo esto, coño! Tendrás que arrancarme la pelota de mis manos muertas y frías.” Y sabes qué, parecía que cada persona en el montículo compartía aquella confianza. Mattingly, el receptor Jacob Stallings y todos los jugadores del cuadro miraron a ese tipo de casi dos metros y 90 kilos, asintieron a cada palabra y pensaron: “danos esta victoria”. ¡Y esto fue al final de un comienzo muy imperfecto! Permitió siete hits, dos carreras limpias e incluso dio boletos a un par de bateadores. Pero al final del día, no había una sola persona que los Marlins quisieran más que él para terminar aquel juego. Luego, cuando tras dos lanzamientos, forzó la doble matanza que puso fin al juego cada jugador esperó para abrazarlo, como si fuera un libertador o un salvador perdido hace mucho tiempo. Alcántara señaló al banquillo para hacerle saber a su manager que siempre podrá confiar en él.

Las aperturas de Alcántara cada cinco días eran una cita obligada para el aficionado casual. La combinación embriagadora de su arsenal eléctrico y una mentalidad psicótica que lo empuja a darlo todo en el montículo remueven algo dentro de ti. Se siente como si tú y el jugador estuvieseis trabajando hacia un objetivo común: una victoria y un juego completo Sus compañeros en la rotación pueden respirar tranquilos cuando Alcántara abre, y los relevistas largos pueden darse un descanso. Un lanzador que combina su calidad y su rendimiento no solo merece la nominación para el Cy Young, sino también el reconocimiento de haber continuado con una tradición de grandeza que se está extinguiendo rápidamente. Así que cuando te refieras a él llámalo Sandy Alcántara, el último espécimen de una raza moribunda, el último de los ases.

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