keyboard_arrow_uptop
Image credit: © Brad Mills-USA TODAY Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Primera parte

Lo que parece ser un aumento en las cirugías Tommy John en los lanzadores a partir de 2013 se puede explicar en parte—pero no completamente—por un aumento en el número total de lanzadores utilizados por los equipos de la MLB. Pero, ¿cómo es que algo que se supone que reduce las lesiones aparentemente empeora las cosas? Tenemos una gran cantidad de literatura que dice que en igualdad de condiciones, las aperturas más cortas tienen menos probabilidades de conducir a lesiones. Y sin embargo…

“En igualdad de condiciones” es siempre un concepto muy pesado en cualquier frase. El truco está en un concepto conocido como compensación de riesgos. Supongamos que eres lanzador o mánager/entrenador de lanzamientos. Naturalmente, quieres que tu equipo gane el partido, pero, como lanzador, no quieres una gran lesión y, como mánager, no quieres perder a tu as durante tres meses. Pero sabes que hay un riesgo al levantarte de la cama por la mañana y tienes que ser capaz de vivir con ese riesgo. Ahora, alguien viene con algo que reducirá ese riesgo de alguna manera. ¡Estupendo!

Como lanzador, puedes hacer una de dos cosas: puedes seguir lanzando de la misma manera que hasta ahora y alegrarte de que ahora tienes un menor nivel de riesgo de lesionarte. O… bueno, ayer estabas dispuesto a tolerar un cierto nivel de riesgo. No es que esa tolerancia al riesgo se haya ido a ninguna parte. Si sólo vas a lanzar 100 lanzamientos, ¿qué pasaría si te arriesgaras un poco más con ellos? ¿Y si lanzaras un poco más fuerte? ¿Y si lanzaras un poco más del material flexible que sabemos que es más duro para el brazo? Tu nivel de riesgo general sería el mismo que ayer, pero podrías mejorar tus posibilidades de ponchar al siguiente bateador.

Esto no fue algo que ocurrió de repente, pero hemos visto que la velocidad media ha subido junto con el uso de la curva y especialmente del slider, y si las cifras de Tommy John son creíbles, los codos de los lanzadores están pagando un precio. Lo mismo ocurre con las cifras de ponches. A medida que se reducía el riesgo para los lanzadores de una forma, se añadía riesgo de otra.

¿Entonces qué haría que tanto los lanzadores como los clubes estuvieran de acuerdo con lo que parece ser una forma más arriesgada de hacer las cosas? Para ello, tenemos que pensar en los incentivos que ambos tienen. ¿Recuerdas que hace un momento dije que los equipos utilizaban más lanzadores que nunca? Eso significa que tienen más lanzadores a los que pueden recurrir para que se encarguen de una tarea de lanzamiento de Grandes Ligas. Con la ampliación de la reserva de talentos de la que se nutre la MLB, tanto por el crecimiento de la población de Estados Unidos como por el crecimiento de la afición internacional, es más fácil encontrar recambios si los necesitas.

Si eres un lanzador que está en la parte burbuja de la plantilla, significa que probablemente eres mejor que los lanzadores marginales de Triple-A, pero si uno de ellos pulsa el botón de “turbo-riesgo” y tú no, podrían superarte. Puedes perder tu sustento a manos de Tommy John, pero también puedes perderlo a manos de Pepito Pérez, por el que fuiste despedido para hacer sitio. Hay un componente de carrera armamentística en todo esto.

Para los equipos, el conteo de lanzamientos puede haber comenzado como una forma de tratar de reducir las lesiones. Después de todo, ¿quién quiere ver a su lanzador estrella lesionado? Pero un límite de 100 lanzamientos también tiende a corresponder a la sexta o séptima entrada. Con el continuo desarrollo y proliferación de los relevistas cortos, los equipos tenían cada vez más opciones en las últimas entradas. Se trataba de relevistas que eran mejores por bateador que un abridor cansado, y a medida que los equipos encontraban más de ellos, el momento del partido en el que tenía más sentido recurrir a ellos se iba adelantando cada vez más. El límite de 100 lanzamientos era menos una cuestión de una restricción en el mánager de empujar la apertura demasiado lejos y más acerca de “bueno, es hora de salir”.

Pero, ¿deberían los equipos decir a sus lanzadores que aflojen un poco? El problema radica en la forma en que el béisbol recompensa la asunción de riesgos. Para simplificar, digamos que un equipo está proyectado para ganar 85 partidos la próxima temporada haciendo lo que están haciendo ahora. Ahora digamos que podrían seguir una estrategia que les diera dos victorias (llevándoles a 87) o perder dos victorias (devolviéndoles a 83). Si siguen el camino de las 85 victorias, probablemente no lleguen a la postemporada. Si siguen el camino más arriesgado, no hay diferencia real entre 83 y 85 victorias (se van a casa a finales de septiembre), pero con 87 podrían entrar en la postemporada. El béisbol recompensa las jugadas de alto riesgo. Así que, al pulsar el botón de “turbo-riesgo”, tu lanzador podría fallar, pero también podría comprarte un valioso puesto de postemporada.

Así que, desde una perspectiva humana, quizás el objetivo debería haber sido reducir las lesiones desde el principio. Y puede que esa fuera incluso la idea inicial. Pero lo que ocurre con las intervenciones para mejorar la salud de las personas es que no siempre salen como uno cree. Siempre hay incentivos en el entorno que fomentan el riesgo, y si hay algo que se le da bien al ser humano es encontrar formas nuevas y diferentes de ponerse en peligro en busca de algún tipo de emoción. La razón por la que los límites de lanzamiento no parecen haber reducido el riesgo de lesiones es que la gente no siempre está interesada en reducir el riesgo.

Thank you for reading

This is a free article. If you enjoyed it, consider subscribing to Baseball Prospectus. Subscriptions support ongoing public baseball research and analysis in an increasingly proprietary environment.

Subscribe now
You need to be logged in to comment. Login or Subscribe