![](https://www.baseballprospectus.com/wp-content/uploads/2023/09/USATSI_20602711_168392253_lowres-e1695254918668-1000x714.jpg)
Traducido por José M. Hernández Lagunes
El béisbol de septiembre es un arte en extinción. Hay una especie de nostalgia Bradburiana en él, trozos de oro moteando el sepia en nuestra falsa memoria compartida de él. Las plantillas ampliadas, las llamadas a jugadores de ligas menores, grupos de jóvenes anónimos nerviosos, números elevados en sus franelas, olvidados porque nunca fueron realmente recordados. Es el desenlace de una temporada, una liberación de las presiones del éxito, inútil y placentera. Es lo más cerca que está el béisbol de sentirse amateur, de una forma a la que ni siquiera los deportes amateur se parecen ya.
Como la mayoría de las cosas, ya estaba muriendo antes de que naciera. El fin de la cláusula de reserva incentivó a los jugadores a destacar incluso cuando sus equipos no lo hacían. La postemporada ampliada hizo que los enfrentamientos sin nada de por medio fueran una rareza, y los equipos inteligentes arruinaron las plantillas ampliadas pervirtiendo su objetivo original, atiborrando el bullpen con una docena de relevistas de dos lanzamientos. Los equipos han empezado a recortar jugadores para ahorrar dinero, en lugar de fingir que se preocupan por el producto que ponen en el campo en el último mes. El rol de 11 partidos del lunes tenía sólo tres encuentros sin implicaciones de postemporada. Para la Liga, es muy bueno. Para la mayoría de los aficionados, probablemente también. Para los autores sentimentales que utilizan frases como “nostalgia Bradburiana”, es algo lamentable.
Afortunadamente, todavía tenemos a los Colorado Rockies, para quienes es perpetuamente septiembre, aunque quizá no de la forma que ellos preferirían. Es posible que una reciente racha de cinco victorias no salve a la franquicia de su primera temporada de 100 derrotas—necesitarían obtener marca de 7-5 contra los Cubs, Padres, Dodgers y Twins—pero ese gran número redondo no es particularmente importante. Sólo son los Rockies, han sido los Rockies y seguirán siendo los Rockies. Las montañas no se mueven, y no las mueven.
Es esa sensación de cansancio obligó a Sam Miller, en nuestro anuario del año pasado, a considerar lo difícil que ha sido para la franquicia desprenderse, incluso más que para la mayoría, de su aura de expansión. La mayoría de los equipos de béisbol, escribió, entran en la Liga combinando los déficits habituales de la formación de plantillas de expansión con algún tipo de obstáculo definitorio, ya sean los mercados pequeños o los viajes. Con la excepción quizá de los Marlins, que también operan de forma muy tradicional pero con un poco más de suerte, los Rockies llevan tres décadas sin superar su primer y mayor obstáculo: Denver. Y así, después de haber intentado literalmente todo lo demás, como señala Miller, el equipo ha optado por confiar en la familiaridad. Encontrar jugadores que no se desmoronen en Coors y atarlos. En lugar de disparar hacia las estrellas, dispara hacia la competitividad. Y siguen fallando.
Y así, los Rockies de 100 derrotas del 2023 son, en su mayor parte, los Rockies de 90 derrotas de 2024. Después de haber intercambiado a los veteranos C.J. Cron y Randal Grichuk en la fecha límite, sólo un miembro de la alineación regular, Charlie Blackmon, es agente libre este invierno, pero ya hay interés mutuo de reencontrarse. El lado de los lanzadores está más nublado en general, pero los incondicionales de la rotación Kyle Freeland, Germán Márquez y Antonio Senzatela tienen contrato al menos hasta el año que viene, y entre los relevistas sólo Brent Suter puede buscar en otra parte.
Lo cual podría ser lo mejor, porque el sistema de ligas menores no tiene mucho que ofrecer para 2024. Por supuesto, las lesiones juegan un papel importante en ello, incluyendo una serie de lesiones del ligamento cruzado anterior que afectaron a la franquicia en una sola semana. Los únicos prospectos notables que se proyecta que lleguen a las mayores la próxima temporada son Zac Veen y Warming Bernabel, ambos de los cuales se desmoronaron en su primera experiencia en Doble-A. Es muy posible que cambien las cosas. Pero mientras tanto, todo lo que hay que hacer es ver béisbol sin sentido y esperar.
***
En el éxito de ventas de 1528, El libro del cortesano, el antiguo cortesano Baldassare Castiglione toma una página del Simposio de Platón y reúne a un grupo de personas en una habitación para decidir qué atributos hacen al mejor asistente. Los invitados discuten sobre si deben ser guapos, pero no demasiado, o si deben ser atléticos, pero no demasiado. Uno de los temas más recurrentes es lo que hoy podríamos describir como el Problema Smithers: cómo ganarse el favor de tu príncipe-jefe sin ser lamebotas. Por un lado, no quieres enfadarlo y que te despida; por otro, no quieres permitir sus terribles decisiones y hundirte con él, o acabar siendo el chivo expiatorio.
Chaim Bloom es ahora muy consciente de ello, pero la triste realidad es que casi siempre se impone el lamebotas. Todos los incentivos apuntan en esa dirección. Por eso la mayoría de los fracasos modernos del béisbol son de diseño, no de ejecución. A pesar del empeño de la crónica deportiva moderna por hacer que el director general, ascendido en la jerga moderna al título de Presidente de Operaciones de Béisbol, encaje en la teoría del Gran Hombre, en última instancia es la propiedad la que establece los límites de la expresión ejecutiva. Chaim Bloom no hizo de los Red Sox modernos lo que son; tampoco Perry Minasian con los Angels, ni Bill Schmidt con los Rockies. Schmidt ha aprendido de sus predecesores; por desgracia, no tenían mucho que enseñar.
El énfasis de los propietarios en la lealtad, y su ira ante la traición percibida de esa lealtad, ciertamente ha dejado su marca en la franquicia. El desastroso exilio de Nolan Arenado sigue siendo evidente, y no sólo cada cinco días cuando Austin Gomber sube al montículo. La negativa a vender en el pasado, sobre todo al último icono de la franquicia, Trevor Story, ha retrasado la última reconstrucción. Pero el espíritu tradicional de los mercados pequeños de construir a través de intercambios nunca ha sido la forma en que operan los Rockies. He aquí una lista de los 10 jugadores más productivos en la historia de Colorado, vista a través del WAR de Baseball-Reference:
Jugador | Cómo se obtuvo |
Todd Helton | Draft, primera ronda, 1995 |
Larry Walker | Agente libre |
Nolan Arenado | Draft, segunda ronda, 2009 |
Troy Tulowitzki | Draft, primera ronda, 2005 |
Trevor Story | Draft, primera ronda, 2011 |
Carlos González | Intercambiado por Matt Holliday |
Charlie Blackmon | Draft, segunda ronda, 2008 |
Matt Holliday | Draft, séptima ronda, 1998 |
Ubaldo Jiménez | Agente libre internacional, 2001 |
Kyle Freeland | Draft, segunda ronda, 2014 |
Si nos fijamos en los grandes (bueno, casi grandes) equipos de los Rockies del pasado, se definen por sus estrellas locales. Y dado que a la franquicia se le han acabado las formas de hacer zag, hemos llegado a un punto en el que esto es más o menos así. Dadas las desventajas naturales del equipo, y sus permanentes desventajas artificiales, los Rockies y sus aficionados van a tener que sentarse y esperar una convergencia de talento reclutado al nivel de los Royals de 2015. En el despiadadamente eficiente panorama del béisbol moderno, el draft es uno de los pocos vestigios de la tan necesaria suerte. Esto puede parecer una píldora difícil de tragar para los aficionados de los Rockies, dado el reciente rendimiento del equipo en el draft, porque absolutamente lo es. Pero tampoco es una contradicción.
La otra gran idea que se desprende del Libro del cortesano es que, más allá de todas las demás virtudes que se supone que debe tener el cortesano perfecto, y quizá incluso por encima de ellas, debe tener un cierto nivel de despreocupación. Ser virtuoso, pero nunca fijarse demasiado en intentar serlo. Este modelo de tranquila confianza, encarnado quizás de la forma más completa por el Jeeves de Wodehouse, es un anacronismo en la sociedad actual de la autopromoción y el ascenso. Hoy en día, incluso las franquicias deportivas se sienten obligadas a participar en el metajuego, engatusando a la gente para que confíe en el proceso y se trague el marrón. Los Rockies no se preocupan por nada de esto, y sólo en parte porque no tienen nada que vender en ese frente. Sólo quieren dirigir un equipo de béisbol por el que puedan cobrar entradas y vender cerveza, y a veces les cuesta entender por qué todo el mundo se pone tan nervioso. Los Rockies son pura despreocupación, sin las virtudes necesarias para ello.
Es irónico que Colorado siga siendo el equipo de expansión perpetua, porque en este sentido, al menos, son más viejos que nadie. Su plantilla de 2024 parece un retroceso a los Astros de los años 60 o, digamos, a un viejo equipo de los Senadores de Washington, encerrado en la mediocridad por la cláusula de reserva, sacando a Bob Aspromonte año tras año porque era un buen tipo en el vestidor y además no había nadie mejor.
Para entender a los Rockies hay que recordar que el equipo está pagando a Antonio Senzatela $36 millones de dólares en los próximos tres años, y también que en realidad no importa que estén pagando a Antonio Senzatela $36 millones en los próximos tres años. No hay ningún coste de oportunidad real aquí, para nadie. Recortar a todo el mundo, al estilo de Anaheim, no mejoraría notablemente las perspectivas de la franquicia, y el dinero iría a parar a las carteras de los Monfort, para no volver a verse nunca más. No hay ninguna diferencia. Todo lo que hay que hacer es esperar, y mientras esperas, puedes pasar el tiempo con algunos viejos amigos, sintiendo viejos sentimientos. Al fin y al cabo, septiembre es un estado de ánimo.
Thank you for reading
This is a free article. If you enjoyed it, consider subscribing to Baseball Prospectus. Subscriptions support ongoing public baseball research and analysis in an increasingly proprietary environment.
Subscribe now