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Image credit: JOHN JONES-USA TODAY SPORTs

Traducido por José M. Hernández Lagunes

El Día de la Apertura de 2024, Juan Soto estará en su tercer equipo en las últimas tres temporadas.

Piénsalo. Piénsalo de verdad, porque está cerca de desafiar las leyes de la naturaleza. Juan Soto es lo más parecido a un unicornio que se puede encontrar en el béisbol de las Grandes Ligas y, de alguna manera, dos organizaciones diferentes han capitulado ante fuerzas externas hasta tal punto que han puesto su unicornio a disposición del mejor postor.

Soto se gana merecidamente las comparaciones con Ted Williams. Aún no ha cumplido los 25 años y está recorriendo (en cierto modo literalmente) no sólo el camino hacia el Salón de la Fama, sino un camino relativamente corto. En la era posterior a la integración, ningún miembro actual del Salón de la Fama ha jugado para tres organizaciones diferentes durante su temporada de 25 años. Ninguno. Gary Sheffield y Sammy Sosa podrían ser elegidos. ¿La diferencia? Sheffield y Sosa apenas superaron los 9.0 rWAR en sus temporadas de 25 años; Soto tiene 28.6, y aún no ha comenzado la suya. No es que no haya habido jugadores tan buenos o mejores al principio de sus carreras. Es que su equipo original (o incluso otro) sabía exactamente lo que tenía y que valía la pena conservarlo.

Soto es el epítome, la cúspide, el cenit, el… cualquiera que sea la palabra que te guste para referirse al mejor tipo cuando se trata de ejecutar estrategias ofensivas modernas del juego. La semana pasada, Robert Orr echó un vistazo a la ofensiva de los Padres y los Astros en 2023 a través de la lente de la métrica de agresión selectiva que creó, llamada SEAGER. Echemos un vistazo a la posición de Soto, graficando SEAGER en comparación con el promedio contra la tasa de persecución para Astros y Padres:

Jajajaja. Venga ya… Soto consigue mezclar la paciencia trascendental de un monje con la violenta agresividad de John Wick. Y aunque ha habido pequeñas ondulaciones en su producción, es notablemente constante en su rendimiento de élite. Nunca se dirá lo suficiente que es el tipo de jugador al que los equipos deberían plantearse poner una estatua fuera del estadio. Es un ancla de franquicia, y no me refiero a una que resida en el cuello de cualquier club u oficina central. Que vaya a aterrizar en su tercera organización antes de su temporada de 25 años es una extraña casualidad, pero también un feo reflejo de las prioridades de los dos equipos que han optado por enviarlo fuera. Y debemos señalar que es posible que encuentre una cuarta organización después de la temporada, ya que es un agente libre pendiente.

Esto último es, por supuesto, crucial. Si a esto le sumamos una cifra de arbitraje estimada en más de $30 millones de dólares, el panorama se vuelve un poco más claro, si no más excusable. Los Padres están sintiendo un pellizco presupuestario debido al triple golpe de perderse la postemporada, la caída de su acuerdo televisivo (y el hecho de que la MLB no lo respalde al 80% en el futuro), y la reciente muerte del propietario Peter Seidler, que fue la fuerza impulsora de su voluntad de elevar el presupuesto a los niveles más altos de la Liga.

La naturaleza a largo plazo de los otros compromisos de los Padres (Machado, Bogaerts, Tatis Jr., Cronenworth) y los salarios menores de los jugadores restantes conforman un laberinto de cobertura de su actual (autoimpuesta) crisis presupuestaria, dejando esencialmente a Soto y su gran salario a corto plazo como la salida más directa. Nótese que no he dicho “la única salida”, porque casi siempre hay otras opciones, como las hubo para Boston cuando decidieron mover el enorme salario de Mookie Betts y su compromiso a corto plazo como medio para situarse por debajo del impuesto de lujo.

La otra parte de esto es que deja a los Padres con mucho trabajo por hacer. Sin hacer sombra a ninguno de los brazos que recibieron en este acuerdo, los zapatos que tienen que llenar son bastante grandes, ya que perdieron a cuatro lanzadores abridores en la agencia libre. Como Daniel Epstein señaló en su reciente artículo, el picheo fue en realidad el punto fuerte de los Padres en 2023, con grandes éxitos en los fichajes de agentes libres de nivel medio como Seth Lugo y Michael Wacha, junto con una temporada Cy Young de Blake Snell. Los tres, más el cerrador Josh Hader y el abridor/relevista Nick Martínez, llegaron a la agencia libre, con este último ya firmando en Cincinnati. Esos cinco lanzadores representaron 627 y ⅓ entradas y el 46% de su WARP general de pitcheo (y eso tiene en cuenta lo mucho que a nuestro WARP basado en DRA no le importa Snell). En general, el cuerpo de lanzadores de los Padres permitió la segunda menor cantidad de carreras en toda la MLB, detrás de los Brewers por una sola carrera.

Si bien sus tibios resultados en la temporada fueron el resultado de una mala suerte/desempeño histórico en partidos de una carrera y extra-innings, también se debió a que la ofensiva fue simplemente mediocre a pesar de los Cuatro Temibles en la parte superior (además de una buena temporada de Kim Ha-seong).

De alguna manera, los Padres van a remediar su problema de victorias y derrotas quitando a su mejor jugador ofensivo, reemplazándolo con alguien peor, y luego “resolviendo” sus vacantes de lanzadores con brazos que probablemente no replicarán el éxito de los tipos que están reemplazando. Me recuerda un poco a la clásica frase de Bart Simpson.

Por supuesto, el objetivo no es precisamente resolver la situación de victorias y derrotas. Es resolver un problema presupuestario causando el menor daño posible a la situación de victorias y derrotas. Todos somos conscientes de que el béisbol es un negocio y que las fuerzas externas actúan de tal manera que afectan al producto en el campo. No es que no podamos comprender por qué los Padres (o los Nationals) traspasarían a Soto—los elementos y justificaciones están expuestos ante nosotros con bastante claridad—pero moderar nuestro asombro o desconcierto es una concesión a una línea de razonamiento que simplemente no funciona.

Que los jugadores estrella abandonen sus clubes y se marchen a otros lugares forma parte del juego, tanto en la agencia libre como en intercambios. Pero el mote de “estrella” le queda corto a Soto. Es un jugador ancla. Y tratar a alguien de su extremadamente raro calibre como una partida más en un balance no es sólo un error, es una afrenta. Que haya ocurrido ya dos veces no es desconcertante ni un rasca-cabezas. Es una puta vergüenza.

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