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Traducido por Marco Gámez
A medida que la Serie Mundial llegaba a su fin, Jerry Dipoto, Justin Hollander y los Seattle Mariners enfrentaban una decisión difícil: presentarle o no una oferta calificada a Teoscar Hernández. Tanto el bateador como su patrón venían de temporadas decepcionantes en 2023; el ex Blue Jay conectó sus habituales 26 jonrones, pero sus estadísticas periféricas continuaron descendiendo y la letal capa marina arruinó su producción de bolas puestas en juego, lo que lo llevó a un ISO de .178, el peor de su carrera. Un precio de $20.35 millones de dólares era lo suficientemente preocupante para los Mariners, y, con certeza, lo suficientemente atractivo para un bateador al que le vendría bien un contrato tipo almohada, que te espera ahí en la cama todos los días, entonces el club decidió no presentar la oferta. De manera sorpresiva, Dodgers no sólo atendieron la llamada, sino que le proporcionaron un aumento considerable (diferido) de $23.5 millones.
Después de un mes, Hernández ha brindado exactamente el tipo de producción que uno esperaría de él; su OPS+ ha regresado a 116, a medio camino entre su año malo y su cifra tope en Toronto. A DRC+ no le gusta tanto y hasta ahora le ha asignado un desagradable 74. Esto se debe, principalmente, a la forma en que lo ha hecho: está reduciendo el ángulo de despegue de sus batazos y bateando más hacia dirección opuesta y, en particular, se está ponchando más en el proceso.
A pesar de cómo le ha ido hasta ahora, la decisión de no presentar la oferta calificada era perfectamente defendible, si uno estuviera interesado en defenderla. Hernández claramente no encajaba bien en el estadio T-Mobile, pero eso cuestionaría por qué la organización lo buscó en un intercambio el año anterior. Dada la situación de los propietarios con la televisión por cable y el consiguiente ajuste de cinturón, 20 millones de dólares por un sexto bateador en la alineación hubiera sido un lujo, pero eso requeriría explicar que los jefes son tacaños. Entonces, aunque se perdió en el furor de los infames comentarios sobre el .540, Dipoto explicó su motivación de una manera diferente y filosófica: los Mariners buscaban reducir los ponches. Reforzó esa postura apenas unas semanas después, intercambiando al popular titular de la alineación Eugenio Suárez a Arizona en lo que, de otro modo, habría parecido ser una reducción salarial.
Al principio de su régimen, la directiva de los Mariners acuñó una frase para dar prioridad a la disciplina en el plato:”controlar la zona“. Trajeron jugadores como Dan Vogelbach, hombres que sabían exactamente cómo trabajar el conteo, sólo para descubrir que no podían hacer nada con los lanzamientos a los que tenían que hacer swing. Luego, la siguiente fase: poder hacer contacto. No más unidimensionalidad, no más rachas de fría producción; el equipo estaría completo, pondría la pelota en juego, haría que las cosas sucedieran.
Hasta el 1 de mayo, los Mariners lideraban la liga en porcentaje de ponches, con un 28.7%. Esa cifra está más de seis puntos porcentuales por encima del promedio de la liga (22.5%) y casi tres puntos porcentuales por encima de 2023, a pesar de la salida de Hernández (31.1% de P en 2023), Suárez (30.8%), Mike Ford (32.3%) y Jarred Kelenic (31.7%).
Primero, está el asunto de los innumerables reemplazos del equipo. Jorge Polanco asumió el puesto de segunda base, pero si bien la tasa de ponches de su carrera es del 18.6%, ha tenido una tendencia negativa durante varios años y superó el promedio de la liga la temporada pasada. Como compañeros que se alternan en tercera base según el lanzador rival, Josh Rojas y Luis Urías registraron índices promedio, una gran mejora con respecto a Suárez. Mitch Haniger tuvo un año perdido en 2023, pero se podía esperar que sus índices de ponches fueran al menos mejores que los de Hernández. Y al reemplazar a Kelenic, los Mariners salieron y consiguieron a Luke Raley, quien…mira, no quedaban muchas opciones en ese momento, al menos algunas que no costaran dinero.
Aun así, si bien este no sería un equipo lleno de clones de Luis Arráez y es cuestionable si la priorización del contacto realmente se traduciría en una mejor ofensiva, puedes observar estas transacciones y asumir que las tasas de ponches mejorarían. En esta tabla proyectamos las tasas de ponches de los 11 mejores bateadores de Seattle y su producción real hasta el momento.
Jugador | P% Proyectado | P% 2024 | Delta |
Julio Rodríguez | 24.0% | 31.0% | 7.0% |
Jorge Polanco | 23.3% | 31.0% | 7.7% |
Mitch Haniger | 23.5% | 31.3% | 7.8% |
Ty France | 17.2% | 22.2% | 5.0% |
J.P. Crawford | 16.1% | 18.4% | 2.3% |
Cal Raleigh | 26.6% | 35.2% | 8.6% |
Mitch Garver | 23.8% | 31.6% | 7.8% |
Josh Rojas | 20.8% | 15.4% | -5.4% |
Dylan Moore | 29.8% | 29.2% | -0.6% |
Luke Raley | 33.5% | 29.8% | -3.7% |
Luis Urías | 22.5% | 35.0% | 12.5% |
Dominic Canzone | 18.1% | 31.4% | 13.3% |
Hay que reconocerle a Dipoto y Hollander: la adquisición de Josh Rojas, que fue objeto de burla general después de que los Mariners renunciaron a su cerrador (¡otra vez!) en medio de una persecución tras los playoffs, ha funcionado maravillosamente este año. Mientras disfruta de los beneficios de enfrentarse a lanzadores de manos opuestas, ha producido un DRC+ de 126 mientras alcanzaba la base a un ritmo de .403 respaldado por el promedio de bateo. Y…ya está. Raley ha logrado limitar sus problemas de ponches hasta los niveles de Teoscar. A excepción de eso, la plaga de ponches ha afectado a toda la alineación, jóvenes y viejos, recién llegados y caras conocidas, y la sangre corre por las calles. Mientras tanto, la zona nunca se ha sentido menos controlada.
Entonces, ¿qué está pasando? Primero, dividamos la disciplina en el plato de los Mariners en los cuatro componentes básicos: decisiones de swing dentro y fuera de la zona.
Fuera-Swing% | Zona-Swing% | Fuera-Contacto% | Zona-Contacto% |
26.0% (26º) | 64.2% (20º) | 53.7% (23º) | 82.7% (27º) |
Estos números son malos, pero el nivel de malo es que no están “liderando la Liga en ponches por dos puntos porcentuales”. De hecho, es difícil señalar un problema en particular: los Mariners son el octavo peor en abanicar rectas (21.0%), el quinto peor contra curvas (28.2%), el cuarto peor contra sliders (33.9%), y el cuarto peor contra lanzamientos de baja velocidad (37.0%). En términos de tasas, tenían el cuarto lugar en más tercer strike sentenciado (5.6%) y pasaron al segundo lugar (16.9%). Tampoco son culpables los factores del parque o la calidad de los oponentes. La tasa de ponches merecidos de Seattle, que se ajusta a esos factores, sigue siendo la más alta de la Liga. No hay nada que señalar y decir: “Este es el defecto fatal”. El defecto fatal es que aquí no hay nada más que defectos.
A pesar del parque y del aire frío y húmedo que flota allí asfixiando a las gaviotas, a pesar de su lugar en la cima de la División Oeste de la Liga Americana, la ofensiva de los Mariners ha sido un problema. Más allá de Rojas y el lesionado Canzone, solo Cal Raleigh tiene un desempeño superior al promedio como bateador, y el equipo es igualmente pésimo en OPS+ (91) y DRC+ (90). Los problemas de disciplina en el plato de Seattle han agobiado al equipo en general. Sólo otros tres equipos pasan más tiempo en conteos de dos strikes que los Mariners, y sólo los Marlins lo hacen peor en esas situaciones: en casi un tercio de todos los lanzamientos, los Mariners están en una posición en la que han bateado .130/.219/.176. Ellos están logrando ponerse las cosas aún más difíciles para ellos mismos.
Existe la sensación de que todo un equipo presiona al unísono; Simplemente no hay mucho que Dipoto y Hollander puedan hacer en lo que respecta a que la superestrella de su franquicia de repente ahora se poncha con una cuarta parte más de frecuencia, excepto esperar que este sea solo otro abril frío para sobrevivir. Pero, si bien en su caso es seguro esperar la vuelta a la normalidad, es más difícil con treintañeros como Haniger y Garver.
Y ese, en última instancia, es el problema. No es tanto que la búsqueda de contacto haya fracasado; es que, para empezar, probablemente fue la búsqueda equivocada. Ciertamente, es mejor no abanicar que abanicar, pero esa no es la única parte de la ecuación. Teoscar Hernández bateará desde los zapatos, pero conseguirá sus jonrones. Todos los jardineros de los Mariners suman sólo nueve contra seis de su exiliado. El objetivo es anotar carreras, y la alineación simplemente no ha sido capaz de hacerlo, incluso después de reemplazar a Mike Ford. En el caso de las ofensivas, los ponches o la falta de ellos, simplemente no se correlacionan con el éxito. Es por eso que todos están dispuestos a hacerlo hoy en día. Y porque hacer zig zag para evitarlos sólo funciona si proporciona algún beneficio tangible alternativo, algo que hasta ahora no ha sido el caso. Este gráfico muestra la tasa de ponches frente a carreras por juego durante la última década.
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Como Russell Carleton señaló la semana pasada, el juego carece, y realmente siempre ha carecido, de una razón mecánica para evitar el ponche. Poncharse es malo y estar al borde de hacerlo conducirá hacia más resultados malos. Pero los bateadores de hoy en día han descubierto que, en gran medida, es mejor hacer un gran swing y aprovechar esa pequeña oportunidad de hacer un contacto fuerte que evitarlo y, por su propio bien, garantizar una bola débil en juego. El ponche sigue siendo uno de los mayores dilemas filosóficos del béisbol: queremos que sea malo, y el deporte y sus jugadores pasaron más de un siglo avergonzándolo. Pero no es el final que queremos que sea. En lugar de tener buenos bateadores de contacto, es mucho más útil tener buenos bateadores y punto. Los Mariners fueron diseñados para ser lo primero y, hasta ahora, no lo han sido. Pero mientras tanto, servirán como el enésimo recordatorio de una vieja babosada: no se ganan puntos por el estilo.
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