Traducido por Pepe Latorre
Cuando los Guardianes de Cleveland y los Tigres de Detroit se enfrentaron en la Serie Divisional de la Liga Americana hubo una coincidencia extraña pero no completamente insignificante: ninguno de los dos lanzadores abridores sanos más utilizados del equipo había visto el montículo en la postemporada. Kenta Maeda empató con Reese Olson en entradas lanzadas para los Tigres, pero gracias a su efectividad de 6.09 vio a muchos más bateadores. En Cleveland ese honor le correspondió a Ben Lively, ex prospecto de los Phillies y descartado de los Samsung Lions. Lively se acabó convirtiendo en el devorador de entradas más improbable del béisbol, justo hasta el final.
Los Guardianes se las han apañado para que siempre haya un Ben Lively. La organización ha sido elogiada, y con razón, durante años por su capacidad para desarrollar pitcheo, pero solo de vez en cuando pueden disfrutar de todo ese talento al mismo tiempo. Imaginemos al Danny Salazar de 2016, al Carlos Carrasco de 2017, al Mike Clevinger de 2018, al Shane Bieber de 2020, al Triston McKenzie de 2022 y al Tanner Bibee de 2023 formando una rotación de seis brazos. A continuación pensemos en Josh Tomlin, en Eli Morgan, en Adam Plutko, en un Zach Plesac destrozado, en un Carrasco desgastado y en el McKenzie lesionado y desacertado de 2024. Los Guardianes son el equipo DIY del béisbol y eso significa un mantenimiento y una reparación constante de su cuerpo de lanzadores “hechos en casa”. Y este año, más que nunca, significó buscar materias primas, lo que llevó a un cuerpo de pitcheo con piezas rotas como Lively, Matthew Boyd y Alex Cobb.
Ningún equipo de béisbol es una única versión, y ningún equipo de béisbol es realmente la versión que quiere ser. Cuando comienza la temporada todos cierran los ojos y tienen una imagen de cómo debería ser su plantilla perfecta. Entonces llegan el desgaste y los desgarros musculares y destrozan esa idea. Para Cleveland ese sueño duró una semana. Shane Bieber, inminente agente libre y objeto de constantes rumores de traspaso, hizo la apertura del Día Inaugural y otra más, ponchando a 20 en 12 entradas sin permitir carreras. Luego desapareció. Gavin Williams, un novato con cartel de estrella, sintió dolores en el codo y su temporada 2024 no comenzó hasta julio, y en cierta medida nunca empezó del todo. McKenzie, tratando de recuperar la forma del 2022 después de una serie de problemas musculares en el brazo, acabó tropezando con su versión del 2021 y concedió un 14.4% de bases por bolas. Cleveland reunió a un grupo de abridores que consiguieron a precio de saldo, hicieron su magia con ellos lo más rápido que pudieron y lo lograron.
Fue una buena aventura. A pesar de los reveses los primeros dos meses de la temporada transcurrieron casi a la perfección. Un pelotero de 28 años y sin posición definida en su segunda temporada en las Mayores llamado David Fry bateó y caminó como Aaron Judge, pero con 80 puntos adicionales de promedio de bateo. Steven Kwan superó a Luis Arraez con un promedio de .365 y un ISO de .139. José Ramírez, en su forma habitual, se coló en el cuarto lugar en la Liga en cuadrangulares. Ben Lively no estaba… perdiendo. No hay una mejor manera de describirlo que esa. Todo se enfrió, como tenía que pasar, pero mientras el resto de la División Central de la Liga Americana se agitaba y hervía, los Guardianes avanzaron hacia las 92 victorias y un título divisional bastante cómodo.
Es revelador que al final de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, cuando Juan Soto acabó la temporada de los Guardianes con un movimiento de muñeca, Lively ya no estaba inactivo. Cobb, con problemas de espalda, no pudo estar en la postemporada y su reemplazo entró para lograr los últimos outs. Aunque no afectó a la serie, la aparición de Lively resaltó la imagen de los Guardianes con la que nos quedamos en este 2024: la del uso de todos los recursos posibles. La gente no lo deja todo en el campo cuando gana; no tiene por qué hacerlo. Así es como se ve realmente.
Su mánager, Stephen Vogt, hizo un trabajo magistral y exprimió hasta la última gota de talento de su plantila. Un trabajo digno de MacGyver. Convirtió a todos sus relevistas de cuatro outs y a sus bates de pelotón en una plantilla capaz de darle una pelea más que digna a los Yankees. Pero ese proceso también estuvo condenado al fracaso, y como resultado, todos pudimos ver cómo los talentosos lanzadores de Vogt se marchitaban y morían en televisión abierta como un documental sobre flores a cámara lenta. Emmanuel Clase, un habitual en las discusiones sobre el Trofeo Cy Young, permitió cinco carreras limpias en toda la temporada y ocho (en ocho entradas) en la postemporada. Hunter Gaddis y Cade Smith acabaron colapsando después de dominar durante la mayor parte de la temporada regular. La penalización de enfrentar al orden por tercera vez afecta a los relevistas con la misma dureza, y afectó a Cleveland.
Fue una derrota distinta. Algo a lo que no estamos acostumbrados. No fue ni el dominio del talento superior, ni un error garrafal que atormenta a un equipo durante todo el invierno. En este caso fue simplemente un coche que se quedó sin gasolina incapaz de llegar a la siguiente gasolinera. Todas las temporadas, salvo una, acaban en fracaso, según la concepción popular, pero pocos equipos acaban exactamente donde creen que deberían. Los Guardianes merecían llegar hasta aquí. Su temporada terminó en paz, rodeados por sus seres queridos.
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En 2024 la fábrica de lanzadores de los Guardianes se pareció a la famosa escena del chocolate de Yo amo a Lucy, con la franquicia tratando de reemplazar a todos los abridores. Esta temporada invernal esa fábrica tendrá trabajo ya que Shane Bieber, Alex Cobb, Matthew Boyd y Carlos Carrasco salen a la agencia libre. Más allá de Bibee, la rotación de Cleveland está llena de lanzadores que podrían ser geniales o podrían ser terribles. Algunos ya lo han sido. McKenzie, Williams y Logan Allen son tan talentosos y jóvenes como inconsistentes. Joey Cantillo dejó destellos en su debut como novato, pero es una promesa que se lesiona fácilmente. Más allá de eso, Parker Messick brilló en Doble-A, como también lo hizo Will Dion, pero desafortunadamente lanzó en Triple-A después. Doug Nikhazy ha permitido 6.8 H/9 en su carrera en ligas menores. Todo lo que tiene que hacer es mantener esos números en las Mayores para ser un abridor de mitad de rotación (ocho abridores lo lograron el año pasado).
La pregunta es: qué aprendió la organización de la temporada 2024. Podrían optar por analizar cómo pudieron aprovecharse de Lively y compañía y convencerse de que pueden hacerlo de nuevo con un nuevo grupo de descartes. O podrían aceptar el hecho de que tuvieron que depender de esos muchachos y decidir que para tener suficiente energía para dar otro paso deberían concentrar sus talentos en crear dos abridores en lugar de cuatro. Eso requeriría gastar dinero, un acto que requeriría a su vez de un examen de conciencia por parte de las personas con trajes elegantes, la mayoría de las cuales se han enriquecido sin haber hecho nunca un examen de conciencia.
En su columna de hoy, Matt Trueblood describe el éxito de los Cerveceros de Milwaukee en 2024 como un equipo con “la determinación por la permanencia”. Parecía como si la racha de los Cerveceros hubiese terminado claramente, o que al menos estuviera en hibernación, como escribió un tonto en el Anuario de Baseball Prospectus del año pasado. En vez, cambiaron las camisetas pero mantuvieron los sistemas y las filosofías que hicieron del equipo lo que era. Los Guardianes también tienen esa determinación por la permanencia, pero en su caso el concepto adquiere un aura específica. En muchos sentidos los Guardianes del 2024 fueron la encapsulación perfecta de la filosofía de la organización, su obra maestra. No se puede tomar una obra maestra y meterle cinco victorias más. Es un problema similar al que encontraron los milagrosos Gigantes de 2021, con todas sus partes extrañas e interconectadas, y el futuro allí era predecible.
Si se quitan las clasificaciones y la serie de cinco juegos contra los Yankees, es fácil apreciar la belleza del diseño mecánico de Cleveland. No es que todo haya salido a la perfección, sino que la máquina en sí funcionó perfectamente, teniendo en cuenta lo que tenía para trabajar. Pero ¿se le dará alguna vez lo suficiente? ¿O el camino está diseñado para terminar aquí?
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