Traducido por Marco Gámez.
El béisbol tiene un divertido sentido del humor, o al menos Dave Roberts lo tiene. El Juego 4 de la Serie Mundial, el pasado martes por la noche, los Dodgers lo cubrieron con el cuerpo de relevistas. Se habló mucho de ello, porque está lejos de ser el primer caso en el que los Dodgers evitan un modelo tradicional de uso de lanzadores en favor de uno que reserva a sus mejores relevistas para otras confrontaciones dentro de una serie. ¿El juego abierto y completado por relevistas es el fin del uso de lanzadores tal y como lo conocemos en la postemporada de la MLB?
Obviamente no lo es. Nunca hubo razón alguna para preocuparse por eso. Pero la forma en que se desarrollaron las cosas lo deja tan sorprendentemente claro que tienes que reírte un poco. A continuación muestro cuántos lanzadores utilizó cada equipo durante cada juego del Clásico de Otoño:
- Juego 1: Yankees 6, Dodgers 6
- Juego 2: Yankees 5, Dodgers 5
- Juego 3: Dodgers 7, Yankees 8
- Juego 4: Dodgers 4, Yankees 6
- Juego 5: Dodgers 8, Yankees 5
Ayudó, por supuesto, que el Juego 1 fuera a entradas extras, y que el gran desempeño ofensivo de los Yankees significó que los Dodgers solo tuvieron que cubrir ocho entradas. Aun así, tal como se desarrollaron las cosas, los Dodgers utilizaron menos lanzadores en su juego de cuerpo de relevistas que en cualquiera de los juegos que involucraron a un lanzador abridor a la antigua y un plan de uso de relevo. Eso no sólo socava el argumento de que el juego con el cuerpo de relevistas de alguna manera está acabando con ese modelo, sino que resalta el problema real que podría valer la pena resolver en la forma en que funciona el béisbol en relación con el uso de los lanzadores, uno que, en realidad, tiene una solución relativamente fácil esperándonos.
El problema, a mi modo de ver, no es tanto la existencia de juegos de cuerpo de relevistas como el hecho de que las sustituciones no tengan costo alguno. Sí, cada sustitución en el béisbol tiene un costo, porque un jugador no puede volver al juego una vez que es relevado, y sí, hemos agregado un ligero impuesto estratégico a los sustitutos al obligar a los lanzadores que entran al juego enfrentar a tres bateadores o trabajar una entrada antes de ser reemplazado. Sin embargo, no se imponen costos adicionales y es por eso que vemos que los juegos más importantes del año se convierten de facto en juegos de cuerpo de relevistas, incluso cuando no se les llama así. Ha habido propuestas, en los últimos meses, para alterar ese estado de cosas, que van desde la lógicamente plausible, pero remota, idea de perder al bateador designado cuando retiras al lanzador abridor, hasta la ridícula propuesta, pero casi aprobada por la Liga, de obligar a los abridores a trabajar seis entradas. Sin embargo, todas han sido demasiado complicadas, un poco rígidas y un poco centradas en los abridores. Si bien el ideal romántico del lanzador abridor tradicional puede ser lo que más extrañan los fanáticos, ese no es realmente el problema y no debería ser el centro de atención para las soluciones. Por el contrario, la idea debería ser incentivar ampliar el volumen de mejores jugadores en cada plantilla y, para ello, es necesario un cambio más simple.
Sólo se deberían permitir cinco sustituciones por juego.
Esta no es una propuesta radical ni original. El fútbol, primo del béisbol en lo que respecta a la razón y la estructura en torno a las sustituciones, allanó el camino hace mucho tiempo. En el fútbol americano, el baloncesto y el hockey, los sustitutos no son permanentes y sí son necesarios, porque esos juegos son anaeróbicos e intensos por diseño. Se espera que los jugadores den su mayor nivel de esfuerzo posible en cada jugada en la que participan, y las reglas sobre las sustituciones permiten a los equipos sacar a los jugadores que están demasiado cansados para hacer eso y luego enviarlos de regreso una vez que estén listos, una vez que se han recuperado. Aunque superficialmente el fútbol se parece más a esos otros deportes que al béisbol, en realidad, el deporte más importante del mundo y el pasatiempo tradicional estadounidense comparten cierta esencia espiritual. No se trata de una acción implacable. Valoran la capacidad de controlar el ritmo. Y siempre han esperado que los equipos sustituirán a los jugadores sólo cuando ya no puedan contribuir al proyecto de ganar. Es por eso que las sustituciones en ambos deportes son unidireccionales. Es el espíritu del juego.
Una regla amplia y unidimensional solucionaría lo que aqueja a los juegos de béisbol de una manera que no lo harían un bateador designado que se disuelve y un requisito de entradas múltiples mitigadas para los lanzadores abridores. No obligaría a los equipos a comportarse de ninguna manera; simplemente limitaría cualquier intento de uso extremo. Y agregaría fricción a cada cambio de lanzador. Cualquier lanzador abridor que pueda darte seis entradas en lugar de cinco te da la flexibilidad de usar un bateador emergente más adelante en el juego. Cualquier relevista capaz de realizar varias entradas hace lo mismo. Los bateadores y lanzadores que son relativamente inmunes a sustitución por la mano dominante del oponente se vuelven más valiosos, porque las oportunidades para maniobras tácticas son menores y cualquier reducción en la necesidad de realizarlas ayuda. Cada decisión sobre los suplentes pesa sobre estrategias y riesgos reales, sin endurecer artificialmente el conjunto de decisiones que un equipo puede tomar en cualquier situación dada.
En teoría, por supuesto, este cambio de reglas aún permitiría a un equipo usar seis lanzadores en un juego, pero esto es lo raro que se volvería. Si utilizas los cinco suplentes en cambios de lanzadores planificados, ¿qué haces en caso de una lesión? Los equipos se esforzarían por mantener su quinto sustituto en cada juego, y probablemente intentarían hacer planes con cuatro lanzadores (como máximo) incluso en juegos de alto riesgo, porque de esa manera, tendrían al menos la oportunidad de aprovechar un bateador emergente antes de consumir su última sustitución. Hay varias opciones para manejar una situación en la que un equipo ya hizo sus sustituciones, y entonces ocurre una lesión, pero creo que la mejor es (nuevamente) la más simple, y una tomada prestada del fútbol: obligar al equipo a jugar con los ocho jugadores que quedan. Eso podría significar que un jugador de posición tenga que lanzar cuando todavía existe la posibilidad de que el juego se incline hacia cualquiera de los dos equipos. Podría significar jardines cubiertos por dos hombres en juegos con diferencia de dos carreras. Sería una situación excepcionalmente rara, lo cual es bueno (no queremos que el béisbol sea un desastre todo el tiempo), pero haría que esa situación fuera costosa y extraña.
Esta temporada, los equipos de la MLB promediaron 0.82 apariciones al plato de bateadores emergentes, 0.19 corredores emergentes, 0.73 sustituciones defensivas y 3.3 cambios de lanzadores por partido. Eso es 5.04 sustituciones por partido. En otras palabras, limitar a los equipos a cinco suplentes no sería una nueva medida extraordinaria y onerosa, que limitaría su estilo y alteraría radicalmente el béisbol. Simplemente acorralaría los excesos. Obligaría a los equipos a pagar un poco más por las estrellas, porque esas estrellas impulsarían más victorias, pero también podría incentivar la construcción de banquillos más fuertes y aumentar el valor de la versatilidad genuina, porque a los jugadores que representan un bateador importante en la alineación para un momento determinado se le pediría con mayor frecuencia que jugara todo el juego, y los jugadores que pudieran deslizarse de una posición a otra para darle a su equipo más opciones para cambios de configuración con un solo movimiento serían más valiosos. Es el tipo de cambio que haría que el béisbol fuera un 10% más interesante y un 10% más difícil para los mánagers y las gerencias, que debería ser nuestro objetivo. Podría ser incluso menos probable que la chirriante regla de las aperturas de seis entradas, pero esta postemporada ha brindado un puñado de buenos ejemplos de su necesidad.
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