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Image credit: USA Today Sports

Traducción por Marco Gamez

Estás en este sitio web porque no solo te gusta el béisbol, sino también el análisis del béisbol. Si sólo deseas descripciones de partidos, puedes pasar el rato en otras páginas web. Las personas que buscan más: que buscan el por qué, además del qué, vienen a sitios como éste.

Eso es lo que tratamos de ofrecerte: análisis inteligente para ayudar a expandir tu comprensión y disfrute del deporte. A veces tenemos éxito. A veces no. Una de esas fallas ocurrió en mayo. El último día del mes, en un artículo titulado “El pensamiento deseoso de Andrew McCutchen“, uno de nuestros autores escribió:

… McCutchen se ha caído aún más, a .213/.286/.383. Entre los 177 jugadores calificados para el título de bateo hasta los partidos del domingo, su .668 OPS se ubica en el puesto 148. Es el peor bateador en la alineación de los Pirates. … Con cada día que pasa, su TAv hasta-la-fecha de .223 y -0.2 WARP se vuelven más indicativos de en quien se ha convertido.

Desde ese punto de la temporada en adelante, McCutchen bateó .310/.398/.535. Su OPS de .933 fue 20º en las mayores (mínimo 300 apariciones al plato, usando la tabla de calificación dividida por habilidades de FanGraphs). El epitafio anterior, entonces, fue bastante prematuro. El autor fue bastante tonto.Siendo yo ese tonto autor, pensé que valdría la pena ver dónde salió mal el análisis. Después de revisar el desempeño de McCutchen durante esos primeros dos meses y los cuatro siguientes, creo que hay dos conclusiones principales.

Siendo yo ese tonto autor, pensé que valdría la pena ver dónde salió mal el análisis. Después de revisar el desempeño de McCutchen durante esos primeros dos meses y los cuatro siguientes, creo que hay dos conclusiones principales.

BABIP sí importa

El promedio de bateo cuando se conecta la pelota hacia el terreno ha tomado bastante importancia en la comunidad analítica. Calificamos desde hace años al promedio de bateo como una medida sub óptima de desempeño ofensivo. Pero no dijimos que no valía nada. Un jugador con un buen promedio de bateo generalmente era superior a uno con un mal promedio de bateo. Los buenos lanzadores permitieron promedios de bateo más bajos que los lanzadores deficientes. Sí, porcentaje de embasarse, porcentaje de slugging y OPS, pero el promedio de bateo tuvo algún valor.

Luego vino Voros McCracken. Sus estadísticas de lanzadores independientes de la defensa (DIPS), como Rob Neyer lo expresó: “simplemente cambiaron el análisis de béisbol tal como lo conocemos”. El artículo de McCracken, publicado aquí en BP en 2001, podría decirse que fue el hallazgo fundamental del análisis de béisbol en lo que va del siglo. (Sé que suena hiperbólico. No lo es). La teoría de DIPS postuló que los lanzadores, de hecho, ejercen poco control sobre cualquier cosa que no sean ponches, bases por bolas, bateadores golpeados y jonrones. Algunas bolas bateadas se convierten en inatrapables y otras en outs, pero la diferencia es, en gran medida, resultado del azar. El promedio de bateo en pelotas puestas en juego ronda .290-.300 cada año. Las desviaciones significativas no son sostenibles.

Por supuesto, hubo algunas dudas persistentes. Mike Pelfrey ha permitido un .314 BABIP en su carrera, mientras que Clayton Kershaw permitió un .271 BABIP. Seguramente eso no es solo una cuestión de suerte. Y aunque la investigación de McCracken involucró lanzadores, también se aplica a los bateadores; los BABIP inusualmente altos o bajos regresan a la media. Pero Rod Carew y Ed Brinkman tuvieron largas carreras en Grandes Ligas. El BABIP de Carew es .359 BABIP, más de 100 puntos por encima del .250 de Brinkman. Eso no es solo variación.

Pero en general, BABIP demostró tener similitud con la fuerte atracción gravitacional. Los valores atípicos regresan a la media. Los lanzadores tienen menos control de las bolas bateadas de lo que pensamos.

Luego, Statcast entró en escena, y aprendimos sobre los ángulos de lanzamiento y las velocidades de salida, dándonos cuenta de que tal vez los lanzadores ejercen un mayor control sobre los resultados de lo que creíamos. Cuando un lanzador permite un montón de sencillos y dobles que salen del bate como cohetes a 100 mph, él no está siendo matado por BABIP. Está lanzando mal. No está induciendo el contacto débil.

Entonces empezamos a dudar de BABIP. Quizás la atracción gravitacional hacia la media no era tan fuerte. Algunos BABIP bajos permanecen bajos. Algunos BABIP altos se mantienen altos. No es cuestión de azar.

Cuando escribí ese artículo sobre McCutchen, su BABIP era .230. Dos-tres-cero, Rob, idiota. Sí, su BABIP había estado en declive desde 2014: .355, .339, .297. Elija su ecuación de predicción/regresión preferida, y el siguiente número en esa serie no es .230.

El punto es que BABIP puede no ser el monstruo de regresión a la media que pensamos que era. Pero es descriptivo. Un .230 BABIP no es más sostenible que un .370 BABIP. Esa cifra solo debería haber sido un fuerte indicador de mejores días para McCutchen. Tuvo un .341 BABIP el resto del año, terminando en .305 en general.

La tenacidad cuenta

El invierno pasado, escribí una serie de artículos llamados “Resoluciones de Año Nuevo”. En ellos, identifiqué jugadores cuyo desempeño en 2016 en comparación con 2015 indicaba un cambio de enfoque: Bateadores jalando la pelota o bateando hacia la banda contraria con más frecuencia, bateando roletazos o conectando líneas y elevados, exhibiendo cambios en la disciplina al plato, y lo mismo para los lanzadores.

Mitchel Lichtman, sabermétrico y coautor de The Book, comentó que este tipo de análisis adolece de sesgo de supervivencia. Revisé el rendimiento de los jugadores durante dos temporadas completas, 2016 vs. 2015. Lichtman señaló que probablemente haya varios bateadores que salgan de los entrenamientos de primavera diciendo: “Voy a ir más hacia la banda contraria”. Algunos de ellos, sin embargo, están alcanzando .220/.285/.340 la semana previa a Memorial Day y dicen: “¡Al diablo con esto, volveré a jalar la pelota!”

Entonces, una cosa es cambiar el enfoque al comienzo de la temporada. Otra cosa es mantenerse con el cambio.

En 2016, McCutchen tuvo un año de baja producción, bateando .256/.336/.430 luego de promediar .313/.404/.523 las cuatro temporadas anteriores. En 2016 hizo swing – al 46 por ciento de lanzamientos que vio – más que nunca. Eso incluye una tasa de swing del 25 por ciento en lanzamientos fuera de la zona de strike, la segunda tasa más alta de su carrera. Hacer swing a lanzamientos fuera de la zona a menudo resulta en abanicar (45.5 por ciento de esos swings para él en 2016) y contacto débil.

Ahora, McCutchen siempre ha sido un bateador disciplinado. Su tasa de hacer swing al 25 por ciento de lanzamientos fuera de la zona en 2016, si bien es alta para él, es menor al 30 por ciento que se promedió en las mayores. Pero, aparentemente, llegó a la temporada 2017 con el propósito de ser más selectivo. Redujo al 21 por ciento el swing a lanzamientos fuera de la zona entre abril y mayo. No le fue bien.

Pero se mantuvo fiel a su enfoque disciplinado, a pesar de los malos resultados iniciales. Terminó el año haciendo swing al 22.8 por ciento de los lanzamientos fuera de la zona, por debajo del promedio de su carrera de 23.1 por ciento, y su relación de abanicar a lanzamientos fuera de la zona cayó a su nivel más bajo desde su temporada de novato en el 2009. Terminó el año con una tasa de bases por bolas de 11 por ciento y una tasa de ponchados de 18 por ciento; los promedios de los no lanzadores de la Liga Nacional fueron 9 por ciento y 21 por ciento, respectivamente.

El año anterior, cuando hizo swing más agresivamente, McCutchen caminó en el 10 por ciento de sus apariciones al plato y se ponchó el 21 por ciento.Al volverse más selectivo y mantenerse con ese cambio, McCutchen recibió más boletos, se ponchó menos y mejoró su TAv de .275 (puesto 79 de 146 que calificaron) en 2016 a .303 (puesto 27 de 145 calificados) en 2017.

***

Sin duda, hay otros factores que impulsaron la mejora de McCutchen de 2016 a 2017, siendo la salud una de los más importantes. Sin embargo, mi pesimismo prematuro no consideró dos factores: su falta de suerte en pelotas bateadas, que debí haber considerado, y su determinación de mantenerse disciplinado al plato (y las recompensas que se cosecharían), lo cual yo no pude.

Tal como concluí mi artículo en mayo:

Prefiero vivir en un mundo donde Andrew McCutchen es una estrella.

Incluso si luzco como un tonto.

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