Traducido por José M. Hernández Lagunes
De vez en cuando recibo preguntas acerca del siguiente “gran avance” en sabermetría. Es una de esas preguntas que viene cargada de grandes expectativas. Todos hemos coqueteado con DIPS y #StopBunting y enmarcado del receptor y túneles de lanzamientos y el efecto Andrew Miller, pero después de un rato, todo se convierte en parte del tapiz. Todos le conocemos, pero, ¿qué tan divertida puede ser la banda independiente si todos la conocemos?
La versión completa de la pregunta es: A pesar de la historia de más de 150 años del juego y las miles de personas brillantes quienes piensan sobre de él, ¿qué podría ser algo que pocas personas hayan notado que pueda hacer una gran diferencia cuantificable en el juego? ¿Y podrías darme dos respuestas para la semana que entra? Y tu nieve de limón, ¿de qué sabor la quieres?
Aquí está mi propuesta… probablemente. La razón por la que digo “probablemente” es porque no estoy completamente convencido todavía, pero sé que los datos están ahí y puedo armar una defensa circunstancial de que será importante una vez que sea liberada.
Llamo a esta idea “gestión de distancias de adelantamiento”.
El concepto detrás de el es relativamente sencillo. Cuando un corredor se encuentra en primera base, toma unos pasos de distancia de la base y a veces intenta robarse la segunda base. De vez en cuando, el lanzador tira a primera base y pone out al corredor, pero creo que eso sólo es un beneficio añadido. El valor real se encuentra en la gestión de distancia de adelantamiento. Existen razones para creer que las distancias cortas son mejores, al menos en lo que concierne al lanzador, y veremos variaciones entre cada uno de ellos en cuanto a la distancia en la cual los corredores se sienten cómodos al alejarse de la base. Probablemente lo habías conocido como “aguantar a los corredores”.
Tal como el enmarcado del receptor, la idea no es nueva en los círculos de conocedores del béisbol. Los equipos saben bien que la capacidad para “aguantar a los corredores” es una destreza importante. Pero al mismo tiempo, y de igual manera que el enmarcado del receptor, esta capacidad que describimos es normalmente atribuida de manera incorrecta. Se le atribuye al receptor “el control del juego terrestre” cuando (con un agradecimiento especial al investigador Max Weinstein), de hecho es el lanzador quien, estadísticamente, tiene mayor injerencia en el asunto. Igual que el enmarcado del receptor, sabemos que los datos de la distancia que toman los corredores es almacenada en el sistema Statcast. A veces la muestran en tiempo real en las transmisiones. Sólo que esos datos no son públicos todavía.
Sin embargo, conocemos un dato importante. Cuando un lanzador tira a primera base para checar al corredor, la taza de éxito de este último si trata de robarse la base después disminuye , incluso si ajustas la taza de éxito del corredor, la taza de “atrapado” del receptor, y otras series de factores situacionales. (Debemos ajustar también el hecho de que los corredores más rápidos provocarán más lanzamientos, más intentos de robos, y serán más exitosos en sus intentos.) El tamaño del efecto es de aproximadamente cinco puntos porcentuales.
Es un descubrimiento contraintuitivo. No existe razón alguna para que un corredor sea menos exitoso después de un lanzamiento a primera base. El lanzamiento no cambió de manera material las circunstancias de su situación. Tampoco ha cambiado la cuenta del bateador, y el efecto persiste. Anteriormente, he argumentado que esto es una respuesta conductual. Lógicamente, si un corredor puede regresar a la base habiendo tomado una distancia de 3.5 metros, debe al menos intentar tomar esa misma distancia otra vez. Acaba de demostrar que es una distancia segura. Pero así no es como los seres humanos procesamos información. El lanzamiento a primera centró en su mente que el lanzador pudo tirar, así que probablemente será un poco más precavido, y es aquí donde ser precavido puede ser la gran diferencia.
Un corredor cubre aproximadamente seis metros por segundo cuando corre. Desde luego que todo esto es más complejo, pero podemos decir que si un lanzador puede hacer que se pare medio metro (¿medio paso?) más cerca de la base, le da a su receptor una décima de segundo extra para hacer el lanzamiento. Si el lanzador cuenta con un movimiento que hace que el corredor lo suficientemente inseguro para detenerse a pensar por tan sólo una fracción de segundo, pues bueno, es una eternidad cuando hablamos del proceso de montículo-plato-segunda base que puede tomar 3.5 segundos, y el rango de resultados puede ser entre “¡vaya, que velocidad!” y “vaya, buen intento” que dura un segundo, y muy a menudo, ni eso.
También sabemos que los lanzadores tienden a tener patrones bien definidos cuando se trata de lanzar a primera base. Utilizando datos de entre 2013 y 2017, podemos observar que la correlación intra-clase durante el lustro (correlación año-a-año, ¡pero con cinco puntos de datos en lugar de dos!) se encuentra en los .60s para los lanzadores en términos de cuan seguido lanzan y cuantas veces lo hacen. Lanzar a primera no es la única forma de hacer esto, pero al menos establece una base de que existen lanzadores quienes invierten en esto (y quienes quizá son mejores) y quienes no.
El dato que demuestra una disminución del 5% en éxito de robo después de un lanzamiento a primera base no es la respuesta final, pero nos ofrece una idea de la magnitud de los beneficios potenciales. Hubieron 3,461 intentos de bases robadas en 2017, o como 115 por equipo. Ajustando la taza de éxito a nivel equipo en 5% significa seis bases robadas convertidas en corredores atrapados. El intercambio vale más o menos dos tercios de carrera cada vez, y eso significa cuatro carreras.
Sin embargo, no creo que sea el producto entero. Es verdad que cuando estudiamos los lanzamientos a primera base, los corredores tienden a correr más después de un lanzamiento a primera de lo que lo harían si no (y este descubrimiento se sostiene si controlas todas variables que estás pensando). Puede ser que los corredores se sienten retados o que los lanzadores pueden reconocer que el corredor tiene esa mirada. Pero tengo que considerar todos esos intentos que no ocurren cuando un tipo es muy bueno manteniendo a los corredores cerca de la base.
Es generalmente aceptado que el punto de quiebre para salir tablas en intentos de robo es 70%. Pero supongamos que un corredor en primera base piensa (correctamente) que tiene un 73% de posibilidades de alcanzar la segunda base. El valor esperado dice que debe tomar esa oportunidad, ya que es un valor positivo si lo hace. Pero si sabe que el lanzador tiene un movimiento con el cual le resulta complicado tomar una buena distancia, podría pensárselo dos veces y revisar sus cálculos si sus posibilidades son del 68%. En este caso, debe quedarse. Incluso si toma la correcta decisión de quedarse quieto, lo hace ya que el lanzador le quitó ese valor positivo.
No contamos con un buen método para estudiar el proceso mental de un corredor en las bases y cómo puede ser influenciado por el lanzador, y quizás con datos sobre distancias (y tiempo de reacción y el tiempo que toman los lanzadores) podamos verlo mejor. Tal vez podamos llegar a identificar trucos para conseguir que los corredores se mantengan más cerca de la base. Si un equipo puede traducir este conocimiento en enseñanzas útiles, podrían conseguir siete u ocho carreras por temporada como valor añadido.
Esta medida no va a afectar el WARP de un lanzador de manera dramática como cuando Jonathan Lucroy añadió 20-25 carreras por año con sus habilidades para enmarcar lanzamientos, pero puede ser importante a nivel de equipo. Al menos las matemáticas nos dicen que este puede ser un agujero lucrativo para cavar. Ojalá contemos con los datos para jugar, eventualmente.
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