Traducido por Martin Alonso
Nunca conseguí la carta. Arriba a la izquierda, segundo desde abajo: ahí es donde un chico le había dicho a otro chico que la había conseguido. Tenía casi once años, justo al borde de la adolescencia, y parecía una metáfora perfecta, un cartón casi equivalente a la voz chillona del crecimiento. Ninguno de mis amigos la había logrado conseguir. No fue hasta después que un chico trajo una a la escuela, la única carta encasillada al centro de una página de plástico capaz de almacenar nueve cartas. Nos pusimos verdes de la envidia. Esa rara cara distendida, una parodia de la de su hermano mayor. Los ojos no tan azules. La sonrisa, los dientes mordiendo el labio inferior, congelado en el momento antes de que se convierta en risa. Y, por supuesto, por supuesto, la parte inferior del bate.
La palabra no significaba nada para mí; no sentí la necesidad de reírme al igual que mis amigos. Mi padre es un buen hombre, pero habla como marinero. No era eso. Era la realización de que algo había cambiado: una transgresión de la adultez sobre mi infancia, uno de los primeros agujeros en la fachada de mi inocencia.
Pero mientras que Ripken domina nuestras memorias, había otras señales en nuestras cartas de béisbol que indicaban la rápida llegada de problemas, y la pubertad.
Randy Johnson, el tonto héroe de mis años adolescentes, apareció por primera vez en extraños y ajenos colores. Pero si el no tan claro mensaje subliminal en la cartelera posterior debía llevarme a una vida de fumador, pues falló.
Paul Gibson fue para pocos un modelo a seguir; uno espera, por lo menos, para sus hijos. Sobre el montículo, era un hombre verdaderamente invisible. Pero detrás de él, por una edición, un campo corto sin cara juega con su entrepierna.
Finalmente, estaba Pat Sheridan, cuya posición fue borrada en una primera carta errada. Esta era la adultez que aun no había aprendido a detestar: no el del vicio, no el de la responsabilidad o fatiga o calvicie. Pat Sheridan no tenía rol alguno en la vida. Espero, en retrospectiva, que esa hubiera sido la carta que nos atemorizaba mirar.
Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. El estaba seguro de que había visto eso en algún lugar previo y no solo en una burbuja gris en la pantalla de su celular. Quizás uno de sus profesores se lo había dicho, o quizás lo había escuchado en la televisión, o quizás era una de esas cosas que la gente sabía, ¿sabes? Sin importar, estos eran tiempos desesperados y esta ciertamente era una medida desesperada.
Todo este plan (él no había sido parte de un plan desde el azotamiento de los novatos el año pasado – ¡qué emoción!) se había puesto en marcha hace dos semanas cuando la palabra colusión comenzó a discutirse. No estaba completamente seguro de lo que ese término quería decir, pero la parte importante era que los jugadores no estaban recibiendo su dinero, incluyéndolo a él. Con el Entrenamiento de Primavera acercándose rápidamente y docenas de agentes libres todavía sin fichar, era claro que tenían que hacer algo. Por supuesto, ese algo tenía que ser sutil, imposible de rastrear, no más que un recordatorio hacia los equipos que ellos podían hacer, verdaderamente, más con los agentes libres que simplemente “charlar” con ellos o “mostrar interés” en ellos.
No conocía los detalles del plan con precisión, ya que se había decidido que mientras menos sabían sobre él, mejor. Cómo lo eligieron tampoco era claro, solo que su unión con el equipo era uno de los rumores más escuchados, y no era probable que los equipos piensen muy fuera de la caja. Pero una vez que se escogió, no podía decir que no. Hasta este punto, casi toda su vida se le había decidido para él. Dedica tu adolescencia a que seas escogido en el draft. Firma el contrato con el equipo que te eligió. Trabaja en las menores. Juega hasta que llegues a la agencia libre. Este era el año en que eso acabaría, pero por cualquier razón, no lo fue. Y esta parecía como su única oportunidad para retomar el control. Así que, sí, estaba cien por ciento comprometido.
Dos tuits para cambiar el panorama de la agencia libre. Que absurdo. Y bueno, quizás no.
Lorenzo Cain ficha con los #Brewers por 5 años y $80M, según fuente. Es el contrato de agencia libre más grande de la temporada baja. El acuerdo incluye protección de intercambios y bonos significativos por premios. Milwaukee construyendo un super outfield al agregar a Yelich y a Cain.
6:27 PM – 25 Jan 2018
photo credit © Jasen Vinlove-USA TODAY Sports
Hey, ¿han visto esto han oído de esto? Christian Yelich – previamente uno de los prospectos más increíbles del cargado sistema de los Marlins y, más recientemente, un sólido bate, con buen OBP, poder, y velocidad que podría batear tercero y darte tranquilidad – ha sido enviado a los Milwaukee Brewers. Lo sé, estás sorprendido. ¿Los Marlins? ¿Intercambiando a una joven estrella? ¿En el 2018? Bueno, sucedió, y estamos aquí para analizarlo.
Oh, no el retorno. Jaja. No, no, hay gente en esta página web mejor calificada que yo para hacer eso. Lo que voy a analizar es el rol potencial del joven Christian en uno de los climas más norteños del béisbol en los que podría jugar. ¿Cómo será la transición cultural de Yelich de Miami a Milwaukee?
Bueno, antes que nada, estoy seguro de que está pensando sobre béisbol. Y buenas noticias: Milwaukee tiene un equipo de béisbol profesional llamado los Milwaukee Brewers (nota: ¿ya mencioné eso?). Yelich puede esperar un mejor estadio para bateadores, una adorable mascota, y que Bob Uecker se burle de él constantemente. ¿Lo malo? Ninguna infernal escultura posmoderna a la cual observar y ver la mortalidad de uno.
Siguiente, Yelich podría estar preguntándose sobre la vida nocturna en la joya de Wisconsin. Bueno, no quizás no tenga el brillo y glamor de Miami, pero puedo prometerte esto: si te gusta tu carne en forma tubular, tendrás bastante para disfrutar. Sin mencionar los quesos, mostazas, y el constante sonar de Bruce Springsteen viniendo de un bar al lado del lago. Sí, dentro y justo afuera de Milwaukee hay suficiente diversión para todos, siempre y cuando uno no tenga 37 años ni esté cuidando su peso.
Finalmente, el joven Christian puede estar preguntándose sobre los bares de Milwaukee. Me temo que tendrá que decirle adiós a los cócteles de Ron y las picantes tortas cubanas, ¡pero puede decirlo hola a la cerveza! Bastante y bastante cerveza. Pues, suficiente cerveza para inundar la ciudad, haciendo desaparecer todo tipo de carne tubular y dicho de Uecker que uno quisiera. La fermentada cebada que todos amamos, ¡cerveza! Y ahora la cerveza es sinónima de Christian Yelich.
Así que mientras nuestro protagonista puede preocuparse sobre la fría y larga cultura memorial de Milwaukee basada en Jeffrey Dahmer, ¡no tema! Su nueva ciudad está de moda y es divertida, y casi siempre lo suficientemente intoxicada para darle la bienvenida a cualquiera. Especialmente si uno puede jugar 20-20 y llevarlos a un Comodín. ¡Buena suerte, mi amigo, y guarda unas cuantas salchichas para los demás!
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