
Traducido por Carlos José Lugo
La mayoría de los hombres de béisbol se rehusan a llamar al miedo por su nombre. Ellos están felices al hablar de respeto por el equipo contrario, sobre humildad, y sobre enfrentar la adversidad, pero hay mucho de la vida (e igual de mucho en el béisbol como en la vida misma, en general) que tiene que ver con lidiar y superar el miedo, y una gran mayoría de las personas que juegan béisbol no permiten que esa palabra entre en su léxico.
En el Día de Apertura, puede ser especialmente fácil llamar al miedo por cualquier otro nombre. Nervios. Mariposas. Adrenalina extra. Trabajar en resolver los problemas. Ese es el tono de los comentarios que escuchamos de personas como Kyle Schwarber, después de su espantosa actuación mostrada el Día de Apertura en Miami jugando en el jardín izquierdo, y de Gabe Kapler, después su desastrosamente aprensivo debut como manager, una derrota perdiendo una ventaja en Atlanta.
Schwarber expresó frustración, pero insistió en que pasará rápidamente. Falló un fácil (aunque profundo) elevado en la parte baja de la tercera entrada, luego falló su aproximación a una línea de hit más tarde en el mismo episodio, transformando ambos batazos (en efecto) en triples. Para un jugador que entró a la temporada inundado en vibraciones positivas, y que pasó todo el invierno ganándose las mismas trabajando fuerte para reformar su cuerpo y aumentar sus aptitudes defensivas, fue una exhibición calamitosa, una que le costó a su equipo al menos dos carreras. Al escucharlo hablar sobre el tema, ya una entrada más tarde él mismo no le preocupaba.
Por su parte, Kapler expresó una fé inquebrantable en la información que (según él) sustentó su decisión de sacar de la lomita a Aaron Nola en la parte baja de la sexta entrada, con su equipo ganando por cinco carreras y Freddie Freeman dirigiéndose hacia el plato. Nola había tirado apenas 68 lanzamientos al momento, pero estaba a punto de enfrentar a Freeman por tercera vez. Los números de Nola no son muy buenos cuando enfrenta a los oponentes por tercera ocasión en un juego. Freeman le ha bateado bien a Nola desde que este último llegó a Grandes Ligas hace dos años. Kapler acudió a Hoby Milner, uno de sus especialistas zurdos y alguien que está supuesto a ajustarse mejor a Freeman.
En vez de eso Freeman conectó un cuadrangular de dos carreras que empezó a cambiar el curso del juego. Los Braves anotarían tres carreras en el octavo inning, para empatar el marcador, mientras el bullpen de los Phillies—temporalmente mermado—continuó batallando. Y entonces Nick Markakis pegó un jonrón de tres carreras en el noveno inning para dejar a los Phillies en el terreno. Kapler no estaba equivocado acerca de lo que los números decían, en relación a esa aparición al plato. La información que sustenta la opción que tomó, antes del juego, de sentar a Odúbel Herrera en favor de Nick Williams, es un poquito más dudosa.
Dicho esto, el punto acerca de Kapler no es si estaba o no en lo correcto. (Técnicamente al menos, sí lo estaba.) El punto acerca de Schwarber no está en que si su horrible juego indica que sus trabajos de acondicionamiento y práctica en la temporada muerta han sido en vano. (No lo fueron. Ha lucido más rápido y más seguro de sí mismo toda la primavera.) El punto es que, aunque ninguno de estos dos hombres necesitan decírnoslo para procesarlo, ambos tendrán que admitir la existencia del miedo en su funcionar básico del béisbol, o se van a encontrar continuamente tomando los caminos incorrectos.
Schwarber ya es famoso por su habilidad de sobreponerse a la adversidad. Superó una rodilla destruida para batear 7-de-17 en la Serie Mundial del 2016. Aparte de eso tuvo un slugging de .565 tras su regreso a las mayores luego de ser bajado a Triple-A a mitad de la temporada el año pasado. En su lucha contra los ajustes defensivos en el cuadro interior ha logrado un empate después de cambiar su enfoque en el plato en la segunda mitad de la temporada. Kapler, por su lado, también perdió una temporada completa por una lesión, y para él, eso llegó más tarde, luego de haber estado subiendo y bajando una o dos veces, y quedándose por un momento sin otra mejor opción que irse a jugar al Japón. Kapler, también, regresó. Schwarber mostró este invierno que es capaz de dedicarse a un régimen diario, a mejorarse a sí mismo con propósito y de forma diligente, de la misma forma que Kapler probó que podía hacerlo hace ya un tiempo.
En el béisbol, sin embargo, a veces la cosa más difícil de hacer es mantener a distancia la sigilosa anticipación de la adversidad. Al empezar el día, tanto Schwarber como Kapler tenían un montón de cosas buenas a su favor, y relativamente pocos motivos concretos de preocupación. Pero, cuando el miedo se presentó, Schwarber no respondió bien. Claramente no se sintió cómodo corriendo hacia atrás buscando la pelota que falló cerca de la pared, pero no importa. Es un error. El segundo, en medio de la misma entrada, es el que nos da qué pensar.
Kapler, mientras tanto, encontró al miedo cuando Ender Inciarte pegó un ruidoso doble contra Nola, en una pelota que el catcher Andrew Knapp reconoció que claramente falló la localización. Knapp dijo que Nola se había puesto “un poco cansado”, aunque le dejó al propio juicio de Kapler la decisión de si remover a Nola fue correcta, aunque Nola dijo que todavía le quedaba “un buen poco”. Kapler reaccionó rápido y con decisión, e incluso quizás hasta correctamente, pero inmediatamente fue criticado por la opción que tomó.
Si cualquiera de ellos hubiese reconocido y aceptado el miedo, lo habrían podido combatir de manera mucho más efectiva. Kapler, usando los sentimientos y expectativas peculiares alrededor del Día de Apertura como pretexto, se pudo haber mantenido con Nola en la lomita. Tommy Hunter (quien empieza la temporada en lista de lesionados) no estaba disponible ni tampoco Pat Neshek (quien tiene un músculo de su espalda lastimado), de modo que su cuerpo de relevistas carecía de su profundidad habitual. Con ventaja de cinco carreras, esa es una situación en la que un manager debe confiar en su abridor de primera línea—donde él puede ganar y construir confianza, libre de costo, porque aun si el abridor se desploma, usted le puede decir a la prensa después del juego que lo mantuvo dentro más tiempo de lo normal debido a la necesidad de cubrir a un bullpen diezmado.
Si Kapler habría examinado los números en el momento con ojos verdaderamente limpios, habría visto los mismos indicadores, pero casi seguro llegaba a la conclusión de que dejar a Nola navegar la entrada era la decisión correcta. Pero subestimó la ansiedad que sienten aun algunos managers veteranos cuando una ventaja grande empieza a sentirse más frágil, y terminó permitiendo que esa ansiedad lo condujera a una mala decisión. Su mente encontró el argumento objetivo que facilitó una decisión impulsada por el miedo, y pagó por ello.
Para Schwarber, admitir el miedo a fallar en el jardín podría ser la clave para avanzar y dejarlo atrás. Aun la temporada pasada, cuando sus problemas ofensivos de inicio de temporada fueron atribuidos a la decisión de Joe Maddon de colocarlo como primer bat, el problema real pareció ser que Schwarber se llevó consigo las malas jugadas en el terreno y su defensa al home plate. Un antiguo catcher y un consumado jugador de equipo, Schwarber tiene grandes deseos de ayudar al equipo a ganar a diario. Cuando empezó a lidiar con su defensa, también sintió aumentar la presión sobre su ofensiva. Cuando esa presión auto-impuesta sobre su ofensiva solo le provocó un retroceso en términos de producción, su confianza titubeó en ambos lados. Schwarber estaba batallando con el temor real de fallarle a sus compañeros de equipo, pero no lo pudo identificar. Al comenzar esta temporada, está claramente peleando con los efectos posteriores a esos sentimientos, porque (gracias a la eliminación del equipo en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional) los mismos quedaron pendientes y sin resolver. Todavía no ha hecho los ajustes mentales necesarios que lo liberarán para que pueda jugar su mejor defensa.
Ahora, la pregunta es hasta qué punto cada uno de ellos podrá aprender y crecer de todo esto. Schwarber conectó cuadrangular y recibió base por bolas el jueves; podría sentir menos presión a la defensiva si tiene un buen inicio con el bat. Lo haga o no, sin embargo, necesita encontrar una actitud que prevenga que los errores se conviertan en una bola de nieve y necesita eliminar el miedo a correr hacia atrás en busca de atrapar la pelota. Quizá la respuesta esté en jugar más profundo. Schwarber estuvo cerca a la media promedio en profundidad inicial de colocación para los jardineros izquierdos el año pasado, pero puesto que juega los partidos como local en un jardín izquierdo con una pared de concreto y una esquina profunda, probablemente no deba ser alguien que juegue medianamente profundo. Otros jardineros izquierdos que han tenido problemas similares a los de Schwarber en el pasado, como Ryan Braun, Corey Dickerson y Hyun-Soo Kim, todos jugaron considerablemente más profundo. En cualquier caso, ignorar y minimizar el miedo que se posa en su hombro cuando juega en el terreno no lo ayudará a destapar su potencial defensivo.
El ajuste de Kapler debe ser más fácil, pero podría a su vez terminar siendo mucho más difícil. Es por esto que la mayoría de los buenos managers inician con un aprendizaje más largo dirigiendo equipos de liga menor. Si las fallas se acumulan, incluso un poquito, Kapler podría encontrarse bajo fuego apresuradamente. Dada su personalidad, su primer instinto será probablemente plantarse en sus talones—el confundir la habilidad de explicar una decisión con la sabiduría de tomar la decisión correcta. Los fanáticos proclives al análisis cuantitativo adorarán que hay un manager dispuesto a tomar opciones poco usuales y defenderlas, aun cuando estas fallen, pero Kapler necesita encontrar la introspección necesaria para distinguir las opciones inusuales tomadas por razones correctas y sensatas, de aquellas tomadas por inexperiencia o miedo.
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