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Image credit: USA Today Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

Recuerdo la primera vez que leí El origen de las especies de Charles Darwin. Para ser un libro tan controversial, el texto en sí es bastante aburrido. Al tiempo que Darwin presenta su famosa teoría de selectividad natural y explica el desarrollo de los organismos durante el paso del tiempo, el texto en sí es una larga y pedante meditación sobre la pregunta de “qué es una especie”? Los pajarillos que Darwin describió durante sus viajes a las Islas Galápagos desarrollaron picos ligeramente más largos durante el paso de algunas generaciones, pero, ¿en que momento esto califica como una especie diferente? ¿Cuánto tiempo tarda en obtener dicha especie su propio nombre?

El béisbol también está sujeto a sus propias presiones evolucionarias. A pesar de contar con básicamente el mismo libro de reglas durante el último siglo, el juego ha cambiado al paso del tiempo. Los jugadores son más grandes y más poderosos físicamente aunque menos ágiles. Los lanzadores tiran más duro y los ponches dominan el juego. Pero existe la pregunta sobre los otros jugadores en la plantilla. ¿Cómo han cambiado nuestras conceptualizaciones de lo que son y cómo cambiaron durante el paso de los años? Hay 25 humanos que pueden estar en una plantilla de grandes ligas en cualquier momento dado y este número ha permanecido más o menos estable durante el paso del tiempo (solía ser 24). ¿Pero qué hay sobre los trabajos que tienen asignados?

Toma el bullpen. Vale la pena recordar que la idea del lanzador “cerrador” es un invento relativamente reciente, así como el “LOOGY” (zurdo de un solo out, por sus siglas en inglés). ¿Y a donde está el bombero? ¿Qué presiones del entorno propiciaron esto? Decidí tomar la pregunta desde el punto de vista evolutivo, y las respuestas fueron mucho más interesantes de lo que me había imaginado.

¡Peligro! Sangrientos detalles matemáticos a seguir.

La primera rama del árbol evolutivo del béisbol se parte entre los lanzadores y los bateadores hasta el punto donde son especies distintas desde casi el comienzo. Al investigar la historia de los lanzadores bateando, Ben Lindbergh de The Ringer (y otrora editor de esta publicación) encontró que los lanzadores casi siempre han sido malos al bate, y en relación con bateadores “de verdad”, lentamente han empeorado (quizás los lanzadores han mantenido el mismo nivel de habilidad al bate y los bateadores han mejorado).

Sin embargo, al retroceder hasta 1871 (hasta la fundación de la Liga Nacional), encontró que los lanzadores fueron al menos cerca de ser bateadores promedios, como grupo. La línea de tendencia ha sido hacia abajo desde entonces, e incluso al día de hoy, los lanzadores quienes mejor manejan el bate (Ty Blach, Madison Bumgarner, Bud Norris) han producido líneas que serían difíciles de justificar para mantener un puesto en la plantilla, digamos, para un parador en corto dotado con el guante.

Pero llegó ese tipo llamado Shohei Ohtani.

Es interesante que, incluso cuando los lanzadores bateaban en ambas ligas—antes de la instauración del bateador designado—ya eran muy malos y seguían empeorando. Ciertamente contradice la expectativa de que los nueve jugadores titulares sean capaces de “hacerlo todo”. Si alguna vez existió esta expectativa, no fue en el último siglo, fuera de algunas excepciones “fuera de serie” (si, nos acordamos que Babe Ruth fue lanzador).

Si hay algo bueno que decir sobre los lanzadores bateando es que representa el experimento más cercano de criar/natural en un deporte. ¿Qué pasaría si observas a una persona quien es un atleta lo suficientemente dotado para jugar un deporte profesionalmente, pero no le otorgas casi nada de entrenamiento en una habilidad para luego pedirle que lo haga junto a otros ocho tipos quienes entrenan específicamente para eso? El debate sobre la regla del bateador designado se reduce a si uno prefiere el béisbol como un juego donde las mejores personas del mundo con los talentos para él hacen cosas beisbolísticas, o como un juego de gestión estratégica de recursos. Ambos son divertidos de diferentes maneras, pero la diferencia surge del hecho de que los lanzadores no son bateadores. Son experimentos evolutivos.

La siguiente rama del árbol está entre los lanzadores inicialistas y los relevistas. Es sencillo pensar sobre esta en el contexto del uso de los inicialistas hoy en día. La apertura promedio en 2017 (y hasta ahora en 2018) ha durado cinco entradas y media, y el juego completo es una rareza moderna. Sin embargo, el béisbol cruzó el ecuador de juegos completos en 1922, lo que significa que durante la mayoría del siglo pasado, la mayoría de los juegos presentaron tanto a un inicialista como a un relevista, aunque durante una buena parte de ese siglo, el inicialista de un juego solía ser el relevista en otro.

La siguiente gráfica cuenta una llamativa historia sobre cómo los lanzadores llegaron al punto de la especialización en una o la otra. Esto representa el porcentaje de lanzadores cada año quienes trabajaron al menos 70 innings en relevo y abrieron al menos una vez. Vemos que a principios de los años 1950s, casi todos los relevistas ocasionalmente subieron a la lomita durante el primer inning. Pero para mediados de los años 60s, hubo una caída estrepitosa, seguida de una disminución que continúa hasta nuestros días.

Pero no sólo los lanzadores se dividieron en dos categorías; los dos tipos de lanzadores comenzaron a tirar de manera distinta. En esta gráfica, vemos la tasa de ponches para los lanzadores quienes lanzaban como inicialistas (línea roja) sobre los años igualaron a aquellos quienes tenían la segunda (o tercer o—uf!—octavo) turno del día (línea azul). Entrados en los años 60s, las diferencias entre ambos grupos eran pequeñas. Después, las diferencias crecieron. Los inicialistas y los relevistas no sólo eran dos grupos diferentes de seres humanos, sino también comenzaban a convertirse en dos tipos de lanzadores completamente.

Entonces, ya sabemos bien lo que pasa a seguir. En los años 70s y 80s, era muy común que los relevistas lanzaran más de un inning. De hecho, en la gráfica siguiente, vemos que la mayoría de apariciones en relevo duraron más de un inning hasta los años 90s, cuando vimos el nacimiento de la aparición de micro-relevo, pero también del relevista de un inning. De hecho, casi la mitad de todas las apariciones hoy en día duran exactamente tres outs.

Al paso del tiempo, los equipos comenzaron a utilizar a más relevistas por juego y dedicando más de sus puestos en la plantilla para lanzadores. La siguiente gráfica es del número de relevistas utilizados por cada equipo por juego desde 1950.

Así que nuestro intervalo evolutivos se ve así:

  • Finales de los 1950s-1960s: Inicialistas y relevistas comienzan a separarse y especializarse.
  • Finales de los 1970s-presente: Roles como relevistas comienzan a acortarse y a volverse más frecuentes.

Pero este es el meollo: desde los años 1950s, el tamaño de las plantillas activas de las Grandes Ligas no ha cambiado mucho, y sin embargo ha habido desarrollos hacia aumentar el número de lanzadores en ellos para que hagan trabajos mucho más especializados. Eso está bien, pero eventualmente se te van a acabar las plazas para ponerles, al menos de que haya habido algo más en el entorno.

Y si, lo había. Las bancas más chicas significan que los jugadores deben ser más versátiles, al menos jugando en el campo. Los jugadores de banca quienes sólo tienen un guante son una desventaja (y de manera creciente, también lo son los jugadores titulares). ¿Pero cuando pasó esto? Para asegurarme, busqué la línea histórica del promedio de jugadores por juego que aparecieron en más de una posición  en el mismo partido (por ejemplo, Smith jugó el jardín izquierdo hasta el séptimo inning, para después jugar la primera base en la octava y la novena).

Vemos un aumento importante a mediados de los años 50s y otra más gradual hasta principios de los años 70s en la práctica de jugar varias posiciones en el mismo partido. Ambas ocurren durante o apenas antes de las evoluciones masivas en la colocación de lanzadores en la plantilla. Parece que entre más jugadores son capaces de jugar varias posiciones, los equipos tenían mayor libertad para tener más espacio para los lanzadores en la plantilla. Y esto significó más espacio para jugadores quienes tenían como labor principal enfrentar a uno o dos bateadores o lanzar durante un inning para después irse a bañar.

***

Existe una creencia generalizada de que el camino hacia cuerpos de lanzadores más numerosos es una invención moderna. Lo que resulta fascinante es que vemos los principios de esto en los años 1950, y que pudo haber sido impulsado por las innovaciones hechas por los jugadores de campo. Si se mira desde esta perspectiva, el arco del béisbol durante los últimos 60 años—más o menos—ha sido el de pedir que los jugadores sean más flexibles en el campo a servicio de la especialización de los lanzadores. Este no es un desarrollo nuevo, sino el resultado de presiones evolutivas durante un largo tiempo.

Probablemente significa que si el pasado es una guía y los equipos descubren una manera de meter a otro lanzador a la plantilla, lo van a hacer. También es una lección de que la evolución no es inmediatamente aparente a simple vista y que los periodos son mucho más amplios de lo que la gente cree.

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