Traducido por Marco Gamez
Javier Báez participó en el Home Run Derby del lunes y fue el segunda base titular de la Liga Nacional en el Juego de las Estrellas. Francisco Lindor comenzó en el campocorto de la Liga Americana. Los lanzadores José Berríos, Joe Jiménez, y Edwin Díaz fueron integrantes del equipo de la Liga Americana. Yadier Molina bateó para la Liga Nacional.
Entonces, 2018 fue la primera temporada desde 2001 en la que seis jugadores oriundos de Puerto Rico jugaron en el Clásico de la Mitad del Verano. Sin embargo, igualarlo con eso le resta valor a este momento. En 2001, las seis Estrellas portorriqueñas fueron:
- Bernie Williams, de 32 años, fue jardinero suplente
- Roberto Alomar, de 33 años, fue suplente en segunda base
- Juan González, de 31 años, fue el abridor en el jardín derecho
- Edgar Martínez, de 38 años, fue el bateador designado
- Ivan Rodríguez, de 29 años, fue el receptor abridor; y
- Jorge Posada, también de 29 y fue quien sustituyó a Rodríguez.
El grupo de este año es muchísimo más joven. Molina cumplió 36 años la semana pasada, pero del resto, Báez es el mayor con 25. Jiménez es el más joven, con 23. En comparación con principios de la década de 2000 (o incluso en la década de 1990), MLB es un deporte dominado por juventud, y estas seis estrellas reflejan eso muy bien. También vale la pena señalar que el grupo podría ser aún más grande. Solo que las reglas de los rosters para el Juego de Estrellas (cada equipo debe estar representado, por ejemplo) y las lesiones evitaron que Eddie Rosario de Minnesota y Carlos Correa de Houston se unieran al equipo de la Liga Americana. Rosario tiene 26 años; Correa tiene 23 años. En algún lugar justo debajo del nivel de reconocimiento de las Estrellas acecha Enrique Hernández, quien también tiene 26 años.
Sin embargo, ni el volumen ni la juventud agregada son la historia real aquí. La historia es quiénes son estos tipos, y lo bueno que realmente son, y lo que su aparición podría significar para el futuro de MLB, el béisbol portorriqueño y la isla misma.
Báez se ha convertido en uno de los jugadores más populares, comercializables y dinámicos del béisbol, y parece listo para convertirse en el primer jugador en conectar 30 jonrones y robar 30 bases en una temporada durante la cual jugó una cantidad significativa de entradas en tercera base, campocorto, y segunda base. Díaz probablemente establezca un nuevo récord en MLB para juegos salvados con diferencia de una carrera en una temporada, y si los Mariners siguen ganando partidos durante la segunda mitad, incluso podría establecer el récord de salvados en una temporada, a secas. Berríos y Rosario son las luces brillantes en una temporada oscura para los Twins, los dos jugadores están dentro del joven núcleo que reafirmaron enfáticamente su pretensión de ser parte de los planes a largo plazo del equipo. Lindor se ha convertido en el mejor torpedero del béisbol, y quizás el bateador más peligroso en esa posición desde que Álex Rodríguez se mudó a ella, y si Correa estuviera completamente sano, sería la mayor amenaza a la primacía de Lindor en esa posición.
Ellos no son solo estrellas o All Stars. Son superestrellas. Se encuentran entre los mejores jugadores del béisbol en los momentos de apremio. Hacen cosas en el campo todos los días que la mayoría de los demás jugadores no podrían hacer ni una vez en toda su carrera. Son valiosos de maneras que otros grandes activos del juego no pueden; son excepcionalmente atléticos, versátiles y multidimensionales. Báez, Lindor, Correa y Hernández han realizado una o más jugadas tipo playoff. También se muestran atentos con los medios (adaptándose muy bien y de manera proactiva a los medios de comunicación únicamente en inglés), son muy queridos en sus equipos y activos dentro de sus comunidades. Lo que muchos alrededor del juego esperan desesperadamente obtener, algún día, de personas como Mike Trout, Bryce Harper, Corey Kluber, o Aaron Judge, estos jugadores ya lo están brindando. Son tan simpáticos y atentos como valiosos. No muchas estrellas actuales pueden ser catalogadas así.
Desenterrar esta cantidad de gemas de similar edad en Puerto Rico, podría decirse que nunca ha sido tan improbable. La población actual de la isla es de alrededor de 3.3 millones, aproximadamente 500,000 menos de las que tenía a comienzos del siglo XXI. Tiene alrededor de un tercio de los habitantes que posee República Dominicana, alrededor de una décima parte de Venezuela y alrededor del uno por ciento de la población de los Estados Unidos. Todas esas naciones han disfrutado de un crecimiento ininterrumpido de la población desde la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que ese crecimiento se ha desacelerado. El crecimiento de la población de Puerto Rico se volvió negativo justo en el momento de ese Juego de Estrellas de 2001, y eventos como la llegada del huracán María el año pasado solo hacen más difícil imaginar una reversión de esa tendencia. La edad media de Puerto Rico está un poco por debajo de los 37 años, que es aproximadamente 10 años mayor que la de Venezuela.
Báez y su familia ayudan a contar la historia de la disminución de la población. El padre de Báez, Luis, murió cuando Javier tenía solo 10 años. Dos años más tarde, la familia se mudó a Florida, y Báez aprendió inglés viendo televisión y asistiendo a la escuela media. Muchas familias jóvenes están siguiendo un camino similar, mudándose a Florida o Nueva York en lugar de quedarse en Puerto Rico y echar raíces generacionales. Eso podría ser lo mejor para un jugador en desarrollo, o podría no serlo. Está claro que, aun a nivel juvenil, Puerto Rico ofrece amplias oportunidades para esos jugadores en formación, incluida la posibilidad de jugar durante todo el año y una serie de academias de béisbol de alta calidad.
Para una familia en desarrollo, sin embargo, es un desastre. Un número inquietante de estadounidenses no puede encontrar a Puerto Rico en el mapa, pero si pudieran, se encontrarían señalando una isla al este de la República Dominicana, a unas 1.031 millas (1.660 km) de Miami, menos protegida de las violentas tormentas del Caribe que cualquier otro importante centro poblacional en la región. María era un huracán inusual y catastróficamente fuerte, por supuesto, pero que la isla fuese azotada por una tormenta de una magnitud como esa, era casi inevitable. Si Puerto Rico va a ser un lugar viable y autosustentable para que la gente viva en el próximo siglo, será necesario realizar importantes inversiones: en infraestructura, en modernización económica y, especialmente, en proteger a la isla de los efectos de los cambios climáticos mundiales.
Ninguna de esas medidas importantes parece posible en este momento. De hecho, nada parece posible en ningún momento en el futuro inmediato. El Comité Especial de Descolonización de la ONU clasificó la relación entre los Estados Unidos y Puerto Rico como colonial en 1978, y no ha cambiado esa postura. Un informe de 2016 de ese comité instó a los EE.UU. a agilizar el proceso de proporcionar a Puerto Rico autodeterminación. Como se ha señalado con frecuencia, existe una división significativa entre el pueblo de Puerto Rico sobre el tema de si mantener el status quo (la situación política actual), buscar la condición de ser estado o presionar por la independencia total, pero la situación actual de las cosas (en la que Puerto Rico se considera un territorio no incorporado y que depende del gobierno federal de los Estados Unidos para numerosas cosas vitales para un gobierno soberano) parece cada vez más insostenible con cada día que pasa.
Según la mayoría de los estudiosos, la mayoría de los portorriqueños se consideran culturalmente distintos y separados de los estadounidenses. La solución natural de esta relación parecería ser la independencia, basada tanto en esa realidad como en el estado actual de los asuntos políticos, fiscales y sociales en los Estados Unidos. Sin embargo, antes de que se pudiera hacer responsablemente, la isla necesitaría un impulso gracias a la ayuda para abordar los muchos y graves problemas que aún enfrentan a raíz de María, y para lidiar con lo que podría ser un nuevo daño y destrucción creados por la temporada de huracanes de este año.
Por ahora, las familias continúan emigrando de Puerto Rico. Buscando solo una existencia más estable en otro lugar. La población continúa reduciéndose y envejeciendo, y el gobierno federal continúa perdiendo importancia con respecto a su responsabilidad de ayudar a la isla a recuperarse. Estos problemas continúan siendo ignorados en gran parte, no solo por los otros torbellinos más cercanos a su hogar (literalmente y en lenguaje figurado) con los que los políticos de los Estados Unidos siempre están lidiando, sino porque durante años ha sido un asunto fácil de ignorar para los políticos y sus electores.
Tal vez, incluso sin presionar para hacerlo, este grupo de jóvenes superestrellas portorriqueñas pueda cambiar eso. Son carismáticos, amados e inteligentes. Van a estar presentes por una década aún por venir, y eventualmente algunos de ellos probablemente entrarán al Salón de la Fama. Tienen a su disposición una máquina de medios y un clima político que los alentará a hablar más de lo que sus antepasados fueron alentados. Tienen un mentor, en Molina, que ha fomentado el crecimiento y desarrollo de muchos de estos muchachos desde que se unieron (junto con Carlos Beltrán, entre otros) para el Clásico Mundial de Béisbol 2017. Ya tienen poder financiero, y creen que terminarán con más de eso que cualquier generación anterior de jugadores de béisbol puertorriqueños.
Lo más importante, sin embargo, es que tienen algo más: nuestra atención. Cuanto más tiempo la tengan, mejor será para el béisbol, la MLB y Puerto Rico.
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