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Image credit: USA Today Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

La noche del 11 de septiembre, los Angels recibían a los Rangers en Anaheim. Con una ventaja de 1-0 del local y comenzando la parte baja de la cuarta entrada, el lanzador de Texas, Adrian Simpson, golpeó a Mike Trout en el hombro con la cuenta llena.

Tras trotar a la primera base, el comentarista de televisión de los Angels Terry Smith dijo, “Muchas veces, los [jugadores] que pueden correr, cuando les golpean, les gusta robarse la segunda [base]…No me sorprendería verle correr”.

La frase fue escuchada por el otrora editor en jefe de esta publicación/articulista para The Ringer/presentador de Effectively Wild/ave de media noche Ben Lindbergh, y pensé, “¿será cierto?” ¿Será que los buenos roba-bases se las roban en mayor proporción cuando son golpeados en el plato? ¿Es esta su forma de vengarse del lanzador que les pegó?

Decidí mirar más profundamente el tema, pero tuve que imponer una serie de parámetros. Si un bateador es golpeado en un juego con marcador de 7-0, no importa si es Billy Hamilton, no va a correr. (A menos que quiera romper una de las reglas no escritas.) Si Dee Gordon es golpeado pero Mike Zunino está en segunda base, Gordon no va a correr. A continuación presento los casos que Rob McQuown, genio en residencia de esta publicación, me ayudó a buscar:

  • Jugadores con al menos 20 bases robadas en una temporada (una definición funcional de lo que Smith llamó “jugadores que pueden correr”).
  • El juego empatado, o el equipo del jugador con ventaja, o perdiendo por dos o menos carreras.
  • Sin otros corredores embasados quienes complican la estrategia (por ejemplo, bateador golpeado con las bases vacías).

Permíteme ilustrar esto con un ejemplo. Mookie Betts, hasta el 25 de septiembre, tenía 29 bases robadas. Había sido golpeado ocho veces.

  • Kelvin Herrera de Kansas City le pegó el 4 de julio con los Red Sox adelante 3-0. Ignoré esto.
  • Yonny Chirinos de Tampa Bay le pegó el 1 de abril con corredores en primera y segunda. Ignoré esto.
  • Mike Hauschild de Toronto le pegó el 8 de agosto con corredores en primera y segunda. Ignoré esa también.

Entonces nos quedamos con cinco instancias.

  • 1 de abril, Jake Faria le pegó en el tercer inning con Boston detrás 1-0. Betts no avanzó.
  • 28 de abril, Chirinos le pegó otra vez al abrir la parte baja del primer episodio con el marcador en ceros. Acabó anotando, pero por vía de un sencillo, un wild pitch y un fly de sacrificio. No hubo bases robadas.
  • 19 de junio, José Berríos de Minnesota le pegó en la séptima entrada con un out y los Red Sox perdiendo 2-1. Trevor Hildenberger sustituyó a Berríos y Betts se robó la segunda base en el segundo lanzamiento de Hildenberger a Andrew Benintendi.
  • 31 de agosto, Michael Kopech de Chicago (Sur) le pegó con el primer lanzamiento del partido (una recta de 160 kph, ouch). Avanzó a segunda base tras una base por bolas a Benintendi (en este punto, Kopech no había lanzado ni un strike), pero fue cazado en su intento de robarse la tercer base. Así que Betts recibe crédito por el intento de robo, pero no con el siguiente bateador al plato.
  • 15 de septiembre, Corey Oswalt de los Mets le pegó al abrir la parte baja de la primera entrada, con el marcador en ceros. Betts anotó, pero vía un error y un sencillo. No intentó robos.

Así que para este análisis, de cinco oportunidades, Betts se robó una base con el siguiente bateador en el plato una vez, y otra en el mismo inning una vez.

Junté cifras similares para cada pelotero con 20 bases robadas en 2015, 2016, 2017 y 2018. Por ejemplo, incluí a Lorenzo Cain en 2015 (28 bases robadas), 2017 (26) y 2018 (29), pero no en 2016 (14). Esto me dio una lista de 52 jugadores y 87 temporadas de jugador durante las cuales el jugador fue golpeado con las bases vacías y su equipo a menos de dos carreras del liderato. Esto abarcó un total de 218 bateadores golpeados.

  • De los 218 casos, el jugador intentó robar una base con el siguiente bateador en el plato (como Betts el 19 de junio) 50 veces, dando una tasa de 22.9%.
  • Intentaron robar la base 21 veces, o 9.6%, más tarde en ese mismo inning pero no con el siguiente bateador en el plato (como Betts el 31 de agosto).
  • El corredor no intentó robar en 67.4% de los casos.

¿Te suena a que es mucho? Miré esos números y pensé que no tenía la menor idea si es mucho o poco. Estas cifras no sirven de nada sin contexto.

Pues entonces le pedí a McQuown que buscara las mismas circunstancias para los mismos jugadores en las mismas temporadas, pero en vez de encontrar lo que hicieron al alcanzar la primera base tras ser golpeados, contamos las veces en las que alcanzaron primera tras un sencillo o una base por bolas. Esto, como puedes suponer, nos entregó un grupo de datos mucho mayor. Los mismos 52 peloteros y 87 temporadas de jugador generaron 5,239 ocaciones con un bateador alcanzando la primera base vía sencillo o base por bolas sin corredores en base y con su equipo empatado o a dos carreras o menos del liderato.

Aquí está lo que ocurrió tras alcanzar la primera base:

  • De esas 5,239 ocaciones, el jugador intentó robar una base con el siguiente bateador en el plato 1,059 veces, dando una tasa de 20.2%.
  • Intentaron robar una base 435 veces, u 8.8%, más tarde en ese mismo inning pero no con el siguiente bateador en el plato.
  • El corredor no intentó robar en 71.5% de los casos.

Así que Smith tenía razón. Los buenos corredores son más propensos a robar tras ser golpeados que cuando se embasan por otros medios.

Pero tenemos el molesto problema del tamaño de la muestra. Esas diferencias no son estadísticamente significativas. Para aquellos quienes son hábiles con la estadística, la diferencia entre intentar robar segunda 22.9% de las oportunidades tras ser golpeado y 20.2% tras un sencillo o una base por bolas es significativo en solamente el nivel 0.32 dadas 218 observaciones; muy tenue.

Pues hice otro cálculo, esta vez con datos minados por McQuown de cada año de la era de 30 equipos (1998-2018). Hubieron 238 jugadores con al menos 20 bases robadas en una temporada quienes fueron golpeados al menos una vez con nadie en base y con su equipo liderando o a menos de dos carreras del liderato. Esto ocurrió durante 579 temporadas de jugador, ósea 1,566 bateadores golpeados. En contraste, esos mismos bateadores se encontraron en primera base vía sencillo o base por bolas, bajo las mismas condiciones de juego, 37,131 ocaciones en esas temporadas. Así se desglosan dichas situaciones:

  • Los jugadores quienes fueron golpeados intentaron robar una base durante la aparición del siguiente bateador 24.5% de las ocaciones. Tras un sencillo o una base por bolas, la tasa fue de 22.1%.
  • Los bateadores quienes fueron golpeados intentaron robar una base en algún momento de ese inning, pero no durante la aparición del siguiente bateador, 8.0% de las ocaciones. Tras un sencillo o una base por bolas, la tasa fue de 8.7%.
  • En total, los corredores veloces quienes fueron golpeados intentaron robar una base en el inning en el cual fueron golpeados en 32.5% de las ocaciones. Tras un sencillo o una base por bolas, la tasa fue 30.8%.

¿Querías valor estadístico? Pues ahí está. Sin corredores en base y durante un juego cerrado, los corredores de elite intentaron robar durante la aparición del siguiente bateador a una tasa significativamente mayor (P=.022).

Así que la observación de Smith fue atinada. Trout era más propenso a robar en esa situación (juego cerrado, nadie más en base) después de que Sampson lo golpeara que después de una base por bolas o un sencillo. Y tal vez eso se le metió en la cabeza a Sampson, porque dos lanzamientos después, con cuenta de 0-1 sobre Shohei Ohtani, lanzó un cambio de velocidad al suelo, y Trout avanzó a segunda base, no corriendo para robar la base, sino trotando después de un lanzamiento salvaje.

Con mi agradecimiento a Rob McQuown por minar los datos que necesité para realizar este análisis. También, gracias a Ben Lindbergh por quedarse despierto para ver un partido de la costa oeste y darme la idea. 

Thank you for reading

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