
Traducido por José M. Hernández Lagunes
Este artículo forma parte del lanzamiento de la nueva estadística ofensiva de Baseball Prospectus, Deserved Runs Created (Carreras Creadas Merecidas), de la cual usted puede conocer mucho más aquí.

Lo más emocionante de obtener una nueva estadística es abrir las tablas de posiciones por primera vez. Es parecido a conocer una buena crítica sobre tu novela o grupo musical favorito: de golpe, todo recibe un nuevo contexto. Existe un cisma cognitivo al tiempo que estas nuevas ideas se mezclan con tus ideas anteriores, y debes reclasificarlas, reconsiderar y descartar otras.
Hay tentación de pensar que este acto evaluativo, este toma y daca, desacredita completamente el ejercicio. Después de todo, son sólo números—son correctos o incorrectos nada más, como todas las matemáticas. Cosas más complicadas pueden ser consideradas como oscurantismo, una sarta de mentiras, y cosas del estilo. Es la misma mentalidad que hace que la gente se enoje porque existen distintos tipos de métricas de WAR(P): un número, especialmente uno con decimales, promete certidumbre. Si hay muchos números diferentes, debe haber alguna mentira.
Pero no funciona así. Los números pueden ser tan artísticos y obstinados como las palabras. Son palabras, pero expresadas de manera simple en códigos digitales. Esto es evidente cuando ves dos dígitos puestos sobre una película de arte en Metacritc o cuando ves las calificaciones de un juez ruso en competencias olímpicas. Valores como los de WARP son reflejo de valores y esos valores son individuales. Baseball-Reference valúa a un jugador de manera distinta a FanGraphs, y distinto a esta publicación. Todos vamos en caminos distintos, generalmente corriendo lado a lado, hacia una misma meta. El desarrollo de DRC+ no es una alteración de ese valor, sino una evolución de cómo tasamos las contribuciones ofensivas de los peloteros, los pesos que aplicamos a lo que ocurrió.
Ese es, creo, el mensaje que importa. Las estadísticas representan hechos. Pero no tienen que hacerlo—también pueden representar valores. Las estadísticas a menudo nos dices qué sentir, aunque no siempre lo han hecho. La frase “bateador de .300” es bastante absurda como descripción literal, pero lleva una connotación tremendamente positiva. El club de los 3,000 imparables. El jugador de cuatro victorias. Y, como el electorado del Salón de la Fama ahora debe considerar, el primera base de 15 cuadrangulares.
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Con esto en mente, regresando a nuestra nueva tabla de posiciones, el primer paso es ver qué ha cambiado y cómo nos sentimos sobre eso. Ordenando por el nuevo WARP contra el viejo, vemos a muchos paradores en corto livianos quienes no se ponchaban y ponían la bola en juego, evidencia de que la nueva distribución conservadora en general que tiene el DRC+. Y por el otro lado vemos a Carl Yastremski y sus 40 años de servicio en un parque extremo para bateadores y a un montón de jugadores de los Colorado Rockies.
Colorado ha sido el tormento de las estadísticas del béisbol durante un cuarto de siglo. Los números ofensivos que surgieron de Coors Field, tan impacientes cuando aparecieron, llenaron a sus bateadores de fama y fortuna: Galarraga, Bichette, Walker y Castilla disfrutaron de muchos Juegos de Estrellas y votos a Jugador Más Valioso. Pero pronto después el resto del mundo les alcanzó, y parecía que Coors Field aparecía en cualquier lado en donde Mark McGwire, Sammy Sosa y Barry Bonds pisaran. Una vez que Larry Walker había esperado sus cinco años para ver el juicio de su carrera, la gente estaba harta de las mentiras, las separaciones de métricas y las desastrosas adquisiciones de lanzadores, al menos de manera subconsciente. Su boleta apenas alcanzó 34.1% en su cenit, con dos años para coger momento.
Pensamos que habíamos compuesto el problema de Coors Field, al menos desde el punto de vista estadístico. Las Sabermetrics nos otorgaban con medidas ajustadas a la liga y al parque. Supuestamente rompían con el espejismo del Coors Field y nos dijeron que Walker y Todd Helton son, de acuerdo con estándares estadísticos, candidatos perfectamente válidos al Salón de la Fama. Las medidas WAR y JAWS están de acuerdo, sin embargo ambas fallaron en hacer su trabajo. No por algún error en su fórmula (aunque wRC+ ha sido demasiado duro con Coors Field), pero en su carisma. No pudieron deshacerse de la imagen de los dos toleteros como receptores de esteroides de aire de poca densidad. “Coors” se volvió sinónimo de algo que acallaba mayor discusión.
Puede que sea el momento de, con la llegada del DRC+, reconsiderar estos valores tan establecidos. No sólo sobre la altitud, aunque los factores del parque ciertamente son una de las diferencias más drásticas de nuestro modelo en ofensiva y otros. Pero no es el único. La baja cantidad de ponches también se premia debido a que, a diferencia de otras medidas convencionales, DRC+ premia al bateador con una pequeña fracción del beneficio por alcanzar base en un error al poner la bola en juego. Esto beneficia a Walker y a Helton, quienes se poncharon menos que sus coequiperos. Pero existen dos preceptos que tanto los fanáticos y los expertos no sueltan y que se mantienen como básicos, pero pierden su valor al evaluar trayectorias con más de 10,000 apariciones al plato. Y estas son:
1. Una base por bolas es tan buena como un imparable.
Resulta un poquito raro que un sitio como este ataque esta perla de sabiduría, dado que el valor de las bases por bola fue por mucho tiempo un estandarte del análisis del béisbol. Pero por mucho tiempo de la historia de este deporte el promedio de bateo fue sobrevalorado y el porcentaje de embasado fue lo contrario, la base por bolas ha sido tan celebrada que el sencillo casi es subestimado. La base por bolas es casi tan buena como un hit, en el sentido de que cumple con la meta principal de un bateador, la cual es evitar hacer outs. Pero los sencillos obviamente consiguen más que las bases por bolas: avanzan a los corredores no-forzados y generan posibilidades de obtener extra bases y errores en la jugada.
Si te dan a dos peloteros con .340 de porcentaje de embasado, querrías al que batea .310 por encima del que batea .280.
2. El porcentaje de slugging y el de embasado son básicamente iguales.
Este es el pecado del OPS, y el resultado de que haya sido la primera “estadística avanzada” en alcanzar popularidad generalizada en la era moderna. La idea de que el OBP era el más valioso de los dos no es nueva; Bill James advirtió el problema del OPS hace décadas, igual que lo hizo a principios de este año.
To a certain extent, the modern game has fallen victim to the OPS delusion, the belief that one point of slugging percentage is equal to one point of on base percentage. It isn’t. A good sequential offense is much stronger than a let’s-all-hit-homers offense.
— Bill James Online (@billjamesonline) August 3, 2018
Es interesante cómo hemos abordado este concepto. Parece que lo entendemos la mayor parte del tiempo y en casi todas las situaciones. Ciertamente podemos manejarlo cuando hablamos sobre Joey Votto. Pero Votto tiene “suficiente” poder que se escapa de las críticas (la mayor parte del tiempo… bueno, algunas veces nada más en Cincinnati) con su OBP de .400. Parece haber un umbral donde la falta de poder ya no es aceptable para un primera base sin importar lo que batea, y Helton, después de su pico, aparece muy por debajo de ese umbral.
Nuevamente, es cosa de percepción. Al hablar del Salón de la Fama, la mayoría de la gente no usa mucho rigor intelectual. Deciden cómo sentirse y luego cazan estadísticas—y el valor del juicio de dichas estadísticas—para fundamentar su argumento. En el caso de Helton en particular, esto es un problema, ya que necesita absolutamente todas sus estadísticas para fundamentar ese argumento. No se siente como un miembro del Salón de la Fama en el sentido de que carece de gloria de postemporada o el físico y el poder de la posición de primera base para calificar (aunque, cinco minutos después, recordemos que el poder está sobrevalorado). Helton no se parece a Harmon Killebrew, aunque resulte que fue casi tan bueno como Killebrew.
De hecho, Killebrew y Helton están casi juntitos en la tabla de posiciones de WARP, y coincidentemente, cerquita de Jeff Bagwell:
Nombre | PA | AVG | OBP | SLG | BRR | FRAA | DRC+ | WARP |
Killebrew | 9831 | .256 | .376 | .509 | -51.4 | -77.7 | 150 | 76.0 |
Helton | 9450 | .316 | .414 | .539 | -31.1 | 92.9 | 146 | 75.0 |
Bagwell | 9431 | .297 | .408 | .540 | +12.0 | 61.4 | 145 | 73.0 |
Resulta esclarecedor ver cómo estos tres jugadores tan distintos alcanzaron el mismo destino. Los números natos de Killebrew palidecen, pero pasó gran parte de sus mejores años en la inhospitable atmósfera para bateadores de los años 60s. Helton y Bagwell fueron bateadores casi idénticos. Helton tuvo mejor guante y Bagwell mejores piernas. El “Efecto Coors” aplica, de forma disminuida, para Helton, pero se elimina con un mejor porcentaje de bateo y de embasado.
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A fin de cuentas, si ni Larry Walker ni Todd Helton alcanzan el Salón de la Fama, no será por sus números. Será porque ninguno cuadra con el arquetipo que hemos creado a lo que un gran pelotero debe parecerse. Es por esto que el proceso toma 10 (y hasta hace poco, 15) años para algunos: sus carreras no cambian, pero nosotros cambiamos nuestra definición de grandeza para englobar lo que son.
Pero Coors actúa como inhibidor, bloqueando la señal. Detiene el proceso de consideración antes de que empiece. Esto explica el por qué ha habido tan poca discusión sobre Helton, incluso al empezar el proceso evacuativo para otros peloteros, varios incluso antes de su retiro. No queremos pensar sobre Helton o ese jersey púrpura y obsidiana. Esto es, puesto de otra manera, un resultado de estadísticas como DRC+: al cubrir todas las partes mecánicas debajo del cofre, nos niega la oportunidad de disparar nuestros prejuicios. Inmediatamente, no es el cómo jugó un pelotero y si lo hizo de la manera correcta, sino en lo que contribuyó.
DRC+ (y la medida WARP que ahora le encapsula) no es la evaluación definitiva de ningún jugador. Es nuestra mejor aproximación de lo que un bateador contribuye al éxito de su equipo, armado con pesos y medidas. Sin importar si estás de acuerdo con nuestras conclusiones, debe quedar claro que es momento de dejar de decir nada más “Coors”. Los factores de parque no son los únicos. Los peloteros pueden ser grandes en muchos lugares y de muchas maneras. A veces es nuestro sentido de grandeza lo que requiere un ajuste.
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