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Image credit: USA Today Sports

Traducido por José M. Hernández Lagunes

En diciembre de 2014, los Reds mandaron a Alfredo Simón a Detroit. No le fue muy bien dentro y fuera del terreno de juego; pasaron cosas verdaderamente feas. Y pues ya que tocamos el tema y nos deprimimos todos, hablemos de su regreso. A Cincinnati llegó un relevista diestro, Jonathon Crawford, quien pasó por varios equipos de ligas menores hasta estancarse en Liga A-alta en 2017. También en ese intercambio: un tal Eugenio Suárez. El venezolano apenas bateó una insípida línea de .242/.316/.335 en 277 apariciones al plato como novato para los Tigers antes de ser intercambiado, y honestamente, no se podía esperar mucho más. La pieza que se escribió en esta publicación cuando llegó a la Gran Carpa decía cosas como “es una mejor opción que Andrew Romine…pero eso es lo más lejos a lo que voy a llegar” y “ojalá se contagie de un poquito de la magia del BABIP de José Iglesias”.

Así que es verdad que no se esperaba mucho de él con el cambio de aires.

Siendo justos, era un proceso mental perfectamente razonable. Suárez tenía algunas herramientas pero ninguna resaltaba, y no era ningún secreto que su techo acabaría siendo el de un rol utilitario a nivel de Ligas Mayores. Adicionalmente, no incendió nada durante sus dos primeras campañas en la Ciudad Reina, con una línea de .260/.316/.425 con 34 cuadrangulares en unas 1,000 apariciones al plato. Se ponchaba mucho, perseguía lanzamientos fuera de la zona de strike a menudo y apenas caminaba en menos del 7% de sus oportunidades. De acuerdo con DRC+, era un bateador promedio: no muy bueno, pero útil.

Las cosas empezaron a cambiar en 2017, más o menos inmediatamente. En el primer mes de la temporada, Suárez despuntó notablemente, obteniendo un 1.025 OPS con un total de ponches y bases por bolas casi igualado. Su perfil de bola bateada también cambió, ya que el pelotero de 27 años de edad recortó un par de puntos porcentuales de su tasa de bolas bateadas al piso, bateando más líneas, y aumentando su DRC+ a 119 en el proceso. Además de las tendencias mejoradas en pelotas bateadas, Suárez pulió enormemente su paciencia en el plato, aumentando su tasa de bases por bola en más de cinco puntos porcentuales, y a su vez excediendo su OBP de por vida en más de 50 puntos. Se robó sólo cuatro bases, muy por debajo de las 11 que consiguió en 2016, pero aún así combinó 169 carreras/RBI en una ofensiva de los Reds que, de otra manera, era mediocre en comparación con el resto de la liga. Sería bueno, aunque codicioso, esperar robos de bases, pero Suárez se había convertido en un jugador de cuatro categorías auténtico, acercándose a los niveles superiores en su posición, y un candado para una opción de línea superior en el lugar de CI en círculos de fantasía.

Si el 2017 era la versión de Suárez del Bleach de Nirvana, entonces su 2018 era Nevermind. El toletero nuevamente tuvo comienzo de temporada ardiente, bateando .306/.391/.569 en julio, conectando 16 cuadrangulares en sus primeras 289 apariciones al plato. Su ritmo se ralentizó un poco, pero Suárez aún así logró un impresionante promedio de .283 con un OPS cercano al .900 para el final de la temporada. Se perdió algo de tiempo a principios de temporada, gracias a un accidente con un calentador en su pulgar, por lo que no pudo alcanzar los 156 partidos por primera vez desde 2015. Sin embargo, esto no afectó sus estadísticas, ya que sus 34 cuadrangulares fueron la marca más alta de su carrera, y la acumulación de 183 carreras/RBI seguía siendo una de las 20 mejores puntuaciones de la liga. Esto va a sonar completamente obvio, pero la mayor parte de su éxito puede ser rastreado a obtener un contacto superior al bat. Suárez replicó exactamente su ángulo de lanzamiento a partir de 2017, pero incrementó drásticamente su tasa de contacto con el barril, añadiendo casi tres puntos porcentuales. El resultado fue un contacto más fuerte y mejor, de acuerdo con Statcast, aumentando su velocidad media de salida en 5 mph (8 kph), y añadiendo 14 puntos porcentuales a su alta tasa de impacto. Aunque parece que todos golpearon la pelota un poco más fuerte por alguna razón en 2018 (<emoji pensador>), la mejoría de Suárez en particular también se refleja en algunos de sus otros datos periféricos. Después de hacer flyouts al cuadro en el 11% de sus pelotas bateadas en 2017, Suárez redujo ese número a menos de 3% la temporada pasada, haciendo que un BABIP de .322 de dudosa sostenibilidad sea un poco más soportable. Corrió aún menos, intentando sólo dos robos (siendo puesto out una vez), pero con una línea de fantasía de.283/34/104/79, mendigar por robos también es un poco como conseguir una comida gratis de cuatro platos en Majordōmo y luego pedir dedos de pollo para llevar.

Incluso después de haber despuntado por completo y de haber un DRC+ de 141 (cuarto mejor entre los tercera base) la temporada pasada, Suárez parece estar todavía volando bajo el radar. Actualmente es el sexto tercera base de la NFBC ADP, detrás de José Ramírez, Nolan Arenado, Kris Bryant, Vladimir Guerrero, Jr. y Anthony Rendon (también está detrás de Alex Bregman y Javier Báez, quienes califican como paradores en corto). Por un lado, eso tiene sentido. La tercera base está absolutamente cargada de talento de primera. Por otro lado, Suárez ganó $21 el año pasado, según las valoraciones de fin de temporada de Mike Gianella, dos dólares menos que Bryce Harper y más que Anthony Rizzo, Ozzie Albies y Cody Bellinger, todos los cuales están siendo llevados por delante de Suárez. Y ni siquiera estoy seguro de que eso sea totalmente injustificado en esos casos, pero sí creo que las contribuciones de Suárez han pasado desapercibidas. Elegir a un tipo con potencial para un.280/35/100/90, teóricamente dirigiéndose a su mejor momento físico, en la quinto ronda o después suena bastante sabroso, y voy a hacer mucho de eso.

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