Traducido por José M. Hernández Lagunes
Es bastante sorprendente, dado que los Piratas no sólo concluyen una temporada con marca de 69-93 colosalmente decepcionante, sino una de las peores segundas partes de la historia reciente, que sólo el cuerpo técnico esté siendo señalado como el culpable. Clint Hurdle y Neal Huntington firmaron idénticas extensiones de cuatro años en septiembre de 2017, y Huntington ha estado en Pittsburgh tres años más que Hurdle. Huntington presionó a Hurdle para que se adaptara y facilitara el crecimiento del equipo antes de su breve estancia como competidores en el Juego de Comodín, por lo que tiene algo del mérito por el éxito de Hurdle, pero parece que también tiene mucha culpa por el calamitoso declive en las últimas cuatro temporadas. Para el 95% de la historia del béisbol, el intercambio por Chris Archer por sí solo habría sido suficiente para conseguir que un gerente general fuera despedido después de un año y medio de ser tan flagrantemente malo.
Pero también, muchos de los problemas recientes de los Pirates (tienen marca de 304-342 en las últimas cuatro temporadas, sin siquiera haber hecho esfuerzo alguno por volver a la postemporada) parecen filtrarse desde el propio banquillo. Ya sea a petición explícita de Hurdle y Ray Searage, o con su bendición tácita, los Pirates han adquirido el hábito de distraerse en conflictos no relacionados con el deporte con equipos contrarios, por lo general a causa de que los lanzadores de Pittsburgh que tiran a golpear bateadores rivales. Frecuentemente se encuentran en “pollos” y peleas, y siempre parecen ser el equipo menos enfocado y menos disciplinado cuando se calman las cosas. Esa cultura tóxica de equipo es contraproducente y obsoleta, y sin embargo Hurdle y Searage parecían incapaces de romper el ciclo.
Peor aún, se han producido cambios más tangibles en el juego en sí durante el último lustro, y en gran medida estos han dejado atrás a los una vez filosos bucaneros. Searage ha modulado su viejo enfoque de aconsejar a sus lanzadores que ataquen a los bateadores opuestos con sinkers a las manos, aunque no quería abandonarlo. Los bateadores se han ajustado, la pelota ha sido recubierta con Flubber, y los Pirates pasaron de permitir el menor número de cuadrangulares por cada nueve innings en la Liga Nacional tanto en 2013 como en 2015 a ser el 13º de 15 en esa categoría en 2019.
Si los problemas se hubieran limitado al cuerpo de lanzadores, quizás Hurdle podría haberse salvado, pero no ha sido así. Los Pirates se han convertido en un equipo defensivo más descuidado y menos versátil. Terminaron 14º en la Liga Nacional tanto en bases por bolas como en cuadrangulares este año. El buen arranque de Josh Bell en 2019 dio paso a una “desinflada” en la segunda mitad, y eso ha sido característico de la ofensiva que Hurdle ha tenido la tarea de mantener fresca y concentrada en las últimas temporadas. El chapado-a-la-antigua Hurdle siguió dando demasiado tiempo de juego a bateadores quienes hacen contacto y batean sencillos, y demasiado poco a aquellos cuya paciencia y potencia ofrecían una mayor ventaja, y el resultado fue un equipo que lideró a la Liga Nacional en promedio de bateo pero que terminó en 11º lugar en carreras anotadas.
Quizás todo eso no habría importado—de hecho, hace menos de una semana, Hurdle indicó que no, al decirle a un reportero de The Athletic que se quedaba—si no fuera por la forma obvia en que el mánager simplemente perdió al vestidor. Las repetidas peleas entre los miembros del cuerpo técnico y los jugadores, e incluso varias de ellas entre los propios jugadores, demostraron la ruptura de cualquier cultura que Hurdle había cultivado con éxito en el pasado. El monstruoso crimen de Felipe Vázquez no es culpa de Hurdle, pero el hecho de que el equipo aparentemente se acomodara a los deseos de Vázquez de observar rutinas preparatorias diferentes a las de otros relevistas ilustra la forma en que su manejo blandita de toda la plantilla condujo a muy poca cohesión y muy poca rendición de cuentas. Esto último apareció en todas partes al final de la temporada, y es muy difícil justificar mantener a un mánager con todo lo que está pasando.
Al final, la forma en que esto acontece equivale a una admisión por parte de los dueños: no están cumpliendo con su parte del trato. Los inquietantes y espantosos detalles de la segunda mitad de este equipo, dentro y fuera del campo, son tales que incluso un propietario que no está comprometido en gran medida como Bob Nutting no se los puede perder. Sin embargo, él y Frank Coonelly mantuvieron a Huntington, reconociendo así que le han impedido hacer lo que era mejor para el equipo hasta ahora. Si sintieran que le hubieran dado a Huntington suficientes recursos financieros y flexibilidad para adaptar su operación de la manera que él consideraba adecuada, lo habrían despedido, porque los últimos años han sido desastrosos y no hay una hoja de ruta clara para volver a la postemporada.
En cambio, el mensaje aquí es que creen que Huntington puede hacerlo mejor si tiene un mánager (y personal de campo) que se comunicará más abiertamente, pensará más progresivamente, aceptará la retroalimentación con menos reticencia, y ubicará a la plantilla que se le ha dado de manera más inteligente. Eso me parece justo. Se ajusta muy bien con las decisiones tomadas recientemente por los Twins (que despidieron a Paul Molitor y contrataron a Rocco Baldelli hace un año esta semana) y los Cubs (que dejaron ir a Joe Maddon por muchas de estas razones al final de la temporada). Presumiblemente, se acerca un jefe más joven, menos experimentado y más flexible, y los Pirates tienen algunas piezas talentosas alrededor de las cuales esa persona podría tratar de armar un ganador muy pronto. Sin embargo, ahora la presión recae sobre Huntington.
Thank you for reading
This is a free article. If you enjoyed it, consider subscribing to Baseball Prospectus. Subscriptions support ongoing public baseball research and analysis in an increasingly proprietary environment.
Subscribe now