Traducido por Marco Gámez
Después del descubrimiento de una mayor resistencia aerodinámica al iniciar la postemporada, la gente comenzó a ver cada batazo elevado como evidencia de que el Comisionado controlaba la cantidad de jonrones. Los batazos que cayeron en el campo de juego o en los guantes de los jardineros fueron tomados como prueba a favor de que MLB “desalteró” la pelota de beisbol. Los batazos que sí se convirtieron en jonrones fueron debatidos por personas que realizaron búsquedas cada vez más elaboradas en Baseball Savant para determinar qué tan probable o improbable es que una pelota bateada se convierta en un jonrón, dada su velocidad de salida y ángulo de despegue. Un factor en el que muchos fanáticos del béisbol nunca habían pensado, la resistencia fluctuante del aire estaba repentinamente en la mente de todos, evitando que cada batazo profundo llegara a las gradas.
Ahora que el jonrón ha regresado, se batearon ocho jonrones en solo los dos primeros juegos de la Serie Mundial, algunas personas reclaman saber si MLB le hizo algo a la pelota nuevamente. Pero la verdad es más complicada que la historia inicial sobre el aumento de la resistencia del aire. En lugar de un claro aumento o disminución en la resistencia aerodinámica, parece que cada juego es un caso diferente con un nuevo tipo de pelota. Cada juego tiene un nuevo nivel de resistencia al aire que es responsable de que los batazos elevados recorran varios metros más o varios metros menos. La tendencia a principios de octubre ha dado paso al caos aerodinámico.
Así es como se observa la resistencia al aire promedio diaria de la pelota en, aproximadamente, los últimos dos meses de la temporada. El movimiento ascendente que definió los playoffs de este año con una pelota ya no alterada es evidente, pero también está claro cuán inconsistente se ha vuelto esa tendencia en la segunda mitad de octubre.
La resistencia promedio fluctúa masivamente de un juego a otro y de un día a otro. Para ponerlo en perspectiva, la liga tuvo la cantidad más alta de jonrones con un coeficiente de resistencia aerodinámica de alrededor de .325, que había caído desde alrededor de .360 hace unos años, cuando los jonrones eran comunes, pero no en cifras históricas. Los últimos 30 días de béisbol han cubierto la totalidad de ese rango. A veces, la pelota sale disparada del parque como lo hizo a mediados de 2019; en otros juegos, la pelota parece que estuviera hecha de plomo cuando comparamos los números.
El tamaño de la muestra ha sido un punto frecuente de críticas de la liga con respecto a mi trabajo. Dirigiéndose a los periodistas el miércoles, antes del segundo juego de la Serie Mundial, Manfred pareció ridiculizar mi estudio diciendo: “si eliges…tres días en la postemporada donde el clima es diferente, tienes el mejor pitcheo, los resultados son menos confiables”. Aquí estoy examinando solo un día o el valor de los datos de un juego, lo que podrías pensar que no sería suficiente para decir mucho sobre la resistencia aerodinámica. (MLB no respondió a una solicitud de comentarios).
Es cierto que las muestras de un solo juego son relativamente pequeñas: únicamente se lanzan alrededor de 200 a 300 bolas rápidas por juego. Aun así, el abismo en la resistencia aerodinámica del día a día es tan grande que la probabilidad de que esa resistencia se mantenga constante es minúscula. Las líneas verticales en el gráfico anterior muestran que los intervalos de confianza del 95% alrededor del promedio de resistencia aerodinámica cada día, se derivan de las condiciones existentes. Los pares de días consecutivos rara vez se superponen entre sí en los intervalos de confianza. La resistencia del aire se presenta caóticamente, aumentando significativamente en comparación con la temporada regular, pero nunca encuentra un nivel estable y constante como ocurrió en septiembre.
Además de la notable “des-alteración” de la pelota, esta postemporada ha presentado uno de los rangos más amplios en el rendimiento aerodinámico individual de la pelota en los últimos cinco años (solo superado por esa época de 2016). Esto va en contra de las afirmaciones de MLB de que Rawlings ha mejorado el proceso de fabricación (Manfred ha afirmado en el pasado que Rawlings estaba “mejorando el centrar la píldora”). No está claro por qué, pero cuando la MLB ha logrado grandes avances en el desempeño constante de las pelotas durante la temporada regular, sus equivalentes de postemporada parecen variar mucho.
La preocupación por el tamaño de la muestra también trata de evitar un problema fundamental para la liga: toda esta variación en la forma en que la pelota vuela por el aire tiene un impacto tangible y práctico en la liga. Creé modelos estadísticos para determinar el impacto de las fluctuaciones diarias de la resistencia aerodinámica en el número de jonrones y la distancia promedio de la pelota en los batazos elevados hasta ahora en esta postemporada. Esos modelos mostraron que la pelota podría volar hasta cuatro pies (1,2 metros) más de un juego a otro e impactar la tasa de Jonrón/Pelota Rápida en 2.5 puntos porcentuales. Suenan como pequeñas diferencias y pueden verse opacadas por si un lanzador está teniendo una buena noche o si un bateador realmente batea con fuerza la pelota, pero son significativos.
Y esa es probablemente una evaluación conservadora, porque se basa en datos de Statcast que no pueden medir perfectamente la resistencia aerodinámica de las pelotas o las distancias reales de los arcos de sus recorridos. Un estudio realizado en 2014 por varios científicos que actualmente trabajan en el comité de jonrones de la MLB (Alan Nathan y Lloyd Smith) encontró que las pelotas de dos lotes diferentes tenían, cuando se lanzaron desde una máquina de lanzamiento, una diferencia promedio de 11 pies (3,4m) de distancia entre ellas. Las pelotas de béisbol individuales diferían aún más que eso, con una esfera en particular que viaja 15 pies (4,6m) menos que el promedio de otro lote.
Incluso si unos pocos metros parecen insignificantes en la vida diaria, estas no son diferencias menores en términos de béisbol. Una brecha de 15 pies (4,6m) en el recorrido promedio puede determinar fácilmente si una pelota sale del parque o no. En un nivel de toda la liga, incluso una pequeña variación como cuatro pies (1,2m) se convierte en un giro del 10% de la cantidad de jonrones. Es como si cada lanzador jugara una ruleta de jonrones con cada envío. ¿Lanzará una del lote que recorrerá 405 pies (123m) hacia los asientos, o una que recorrerá inofensivamente 390 pies (119m)?
La pelota es literalmente el centro del juego en MLB. Sus características físicas afectan cada jugada, a menudo varias veces: desde la forma en que el lanzador la agarra y la hace girar hasta el vuelo que lleva hacia el bateador hasta la forma como el bateador intenta conectarla y, si se hace contacto, hasta cómo los jugadores a la defensiva la siguen y atrapan (o si pasa la cerca). Que la MLB no pueda monitorear las pelotas o controlarlas lo suficientemente bien como para que haya lotes de desempeño constante de un juego a otro en la misma temporada, postemporada o incluso la Serie Mundial es una acusación de su control de calidad.
El hecho de que la comisión de jonrones les advirtió que esto podría ser un problema, y aún así no tomaron medidas para evitarlo, demuestra que la ignorancia no debe ser aceptada como defensa. (Ni el tamaño de muestra pequeña, el clima o la calidad de los lanzadores, que no tienen nada que ver con las propiedades físicas de la pelota). La pelota ha variado durante al menos la última década, pero solo recientemente se ha modificado su resistencia aerodinámica de manera tan drástica y visible, y con consecuencias tan enormes en la cantidad de jonrones. La MLB puede esperar que las negaciones causen que este problema desaparezca, pero el interés en rastrear la resistencia aérea sugiere que no será una estrategia efectiva. Y hasta que tomen el tema en serio, los fanáticos se preguntarán cuánto contribuyó cada pelota a los jonrones que definen el juego que ven.
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