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Traducido por Marco Gámez
Una forma de ver la Serie Mundial como un observador externo es dividir a los equipos en fracciones de ex compañeros de equipo. Ver a los exjugadores prosperar en otros equipos es un ritual universal, aunque el sentimiento sea específico para su propia base de fanáticos torturados, al igual que ocurre con un cuerpo de relevistas que no puede mantener una ventaja o con una alineación que parece no tener éxito con los corredores en posición anotadora. No estás solo.
Los Nationals y los Astros tenían muchos exes. Cleveland pudo ver a Michael Brantley y Joe Smith enfrentarse a Yan Gomes y Asdrúbal Cabrera. Oakland estuvo bien representado, porque son una fábrica de exes, pero específicamente Sean Doolittle y Kurt Suzuki y Josh Reddick sobresalieron. Y 46 de los 54 outs en el Juego 7 involucraron a ex Arizona Diamondbacks, sin incluir al lanzador perdedor, que no registró ninguno. Y para aquellos que preguntan por otros equipos, lo siento, pero esos son los únicos ex compañeros de equipo conocidos en este momento.
Pero no se trata de esas franquicias, por supuesto. Se trata de dos lanzadores específicos que ahora reclaman la posesión parcial de un trofeo brillante y las ventajas que vienen con él.
Eran compañeros de equipo hace cinco años, con una franquicia diferente y que, en ese momento, era dinamita. De 2011 a 2014, los Detroit Tigers promediaron 91.5 victorias y un título de división por temporada. Max Scherzer fue uno de los nueve pilares del equipo, y el resto de la plantilla lo completaron con quienes respondieron a su publicación en LinkedIn. Aníbal Sánchez llegó en 2012 (junto con Omar Infante, porque él era su conductor) para unirse a la rotación, aliviando las preocupaciones creadas por enfermedades menores de Drew Smyly y Doug Fister. Pasaron por el purgatorio del béisbol, que es como los conocedores llaman a la División Central de la Liga Americana, y emergieron de ahí como un contendiente perenne. Todos sabemos lo que pasó: el equipo deslumbraba con el brillo y la energía liberada por contar con un escuadrón tipo SWAT y los lanzadores tenían brazos de titanes. La ventana hacia el campeonato no estaría abierta para siempre.
No vamos a analizar lo que sucedió exactamente durante las postemporadas de esos cuatro años. Honestamente, no es asunto de nadie, y es imposible modificarlo. Pero puedes confiar en mí cuando digo que Aníbal Sánchez y Max Scherzer ciertamente eran compañeros de equipo, y parte de la mejor rotación de béisbol en la historia reciente, durante tres años. Durante ese tiempo, Max ganó un Cy Young y Sánchez alcanzó un título de Efectividad/Fildeo Independiente del Pitcheo, lo cual tiene el valor que tú creas debe tener.
Scherzer, por supuesto, fue a un equipo que quería darle mucho dinero, mucho más de lo que Detroit estaba dispuesto a dar. Unirse a una estructura de lanzadores abridores como Stephen Strasburg significaba que parecía destinado a que los Nationals fueran tan buenos como los Tigers, y posiblemente ganaran la misma cantidad de Series Mundiales. Sánchez fichó nuevamente con Detroit a largo plazo y cumplió su obligación contractual, a pesar de que durante los últimos tres años del acuerdo de cuatro temporadas lanzó como una cebolla salteada, hasta el punto que solicitó y le aprobaron ser bajado a ligas menores en su duodécima temporada de Grandes Ligas solo para poder trabajar algunas entradas más sin dañar al equipo. Realmente no le ayudó, siguió recibiendo jonrones un año antes de que se convirtiera en un lanzador genial.
Hay una enemistad involucrada cuando eres fanático de un equipo, y luego ver a uno de esos jugadores ir a otro equipo y tener éxito. No es producto de una emoción positiva. Probablemente sea envidia. También podría ser indigestión. Pero cuando la ventana se cierra, hay más comprensión. No podemos culpar a los buenos jugadores restantes por no quedarse para la próxima fase de años indeterminados. La ventana se había cerrado en 2017, por lo que la alegría de ver cómo Mikie Mahtook lo hizo en el plato la noche anterior palideció en comparación con observar a todos los ex jugadores que actuaron en la Ciudad de los Motores. Es mejor que el béisbol de fantasía porque no hay mantenimiento.
Y entonces resultó que Sánchez se reunió con Scherzer en Washington (junto con Fernando Rodney) en un equipo muy malo, que de repente se volvió muy bueno. Cuando regresaron a Detroit para los juegos programados regularmente, Scherzer fue muy sincero al decir que a menudo pensaba en esos equipos de Tigers, y se rascó la cabeza como Sánchez para intentar explicar lo que no se logró.
Es por eso que los reporteros siguen haciendo la “no pregunta” pregunta sobre lo que estaban pensando cuando X, porque algo siempre pasa por sus cabezas. La falla en la pregunta es que no hay ninguna pregunta, es solo una excusa para obtener algunas citas. Pero cuando la X ocurrió hace media década, había mucho tiempo para la introspección, y la respuesta es mucho mejor. La X sin duda estuvo en la mente de Scherzer y Sánchez antes de la postemporada, y durante cada imperdonablemente resbaladizo peldaño de la escalera hacia el campeonato. Y la X salió de ellos cuando llegó el momento de abrazarse.
https://twitter.com/Cut4/status/1189759879264821248
Obviamente es genial porque hicieron lo que no pudieron hacer antes. Pero así es como funciona en Detroit: todo el talento se va a otros estados y se vuelve exitoso, y los habitantes de Michigan simplemente los adoptan a través de la antigua ley deportiva comunitaria. En ese momento de alegría, estaban pensando en su tiempo con Detroit. Algo suficientemente cercano para nosotros.
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