Traducido por José M. Hernández Lagunes
En el constante conflicto entre lanzadores y bateadores, cada lado parece haberse atrincherado en su táctica colectiva preferida. Para los lanzadores, es la velocidad y la rotación ajustada a posiciones predeterminadas y personalizadas para cada bateador enfrentado. Para los bateadores, es la capacidad de conectar la bola contra cualquier lanzador, en cualquier cuenta, con cualquier lanzamiento imaginable. Fuera de lanzar con un poco de baba o batear con algún indicio de lo que podría venir, las líneas de batalla han sido definidas bastante claramente. El resultado preferido por cada lado no es ningún misterio en la mayoría de las batallas entre bateadores y lanzadores. La única pregunta es quién parpadeará primero.
Los lanzadores, por supuesto, tuvieron una ventaja considerable en esta arena durante varios años antes de que muchos bateadores adoptaran los métodos más novedosos para derrotarlos. Los primeros en adoptar las técnicas modernas de cambio de swing fueron fáciles de descartar. Claro, Justin Turner y J.D. Martínez pasaron de los márgenes de las plantillas de Grandes Ligas a la cima de las alineaciones de los Juegos de Estrellas casi de la noche a la mañana, pero, como muchos cambios drásticos, la aceptación amplia de las modificaciones de swing tomó un tiempo para entrar completamente en boga. Pero con cada temporada que pasa, los resultados han sido más difíciles de ignorar, ayudando a introducir ola tras ola de modernos cambios de swing.
Cabe señalar que estos “cambios” no son de la variedad de talla única. Mientras que el destino es similar en todo sentido—conectar la pelota frecuentemente y optimizar el ángulo en el que se conecta la pelota—el mapa para ese destino depende en gran medida del punto de partida de cada bateador. Es fácil pintar con trazos grandes aquí y declarar que cada bateador está pasando por el mismo proceso para convertirse en una simple copia al carbón de alguna historia exitosa de cambio de swing anterior. En realidad, es el entrenamiento en el centro de ese entrenamiento: identificar una meta basada en datos y cambios incrementales de diseño personalizado para alcanzar esa meta con una evaluación constante y modificaciones menores introducidas en el proceso a lo largo del camino.
Hay un montón de bateadores que han saltado, de buena gana o no, por el hoyo negro de cambio de swing en las últimas temporadas. Tipos como Hunter Pence, Yoan Moncada, Max Kepler y Jorge Soler han hecho una variedad de ajustes (mentales y físicos) para llevar su juego ofensivo a un nivel superior. Estos ajustes no están reservados a las Grandes Ligas—jugadores como Matt Thaiss y Cavan Biggio hicieron cambios mientras estaban en las ligas menores que ayudaron a cada uno a “mojarse los pies” en las Grandes Ligas en 2019. Pero no todos los cambios son éxitos rotundos. Travis Shaw ha dejado muy claro que un cambio en su swing no le redituó ningún tipo de éxito la temporada pasada. Las dificultades de Shaw sirven como un importante recordatorio de que ajustar el swing de cualquier jugador profesional es un acto de equilibrio—parte ciencia, parte atletismo artístico—y los resultados pueden variar. El hecho de que se hagan públicas tantas historias de éxito como una forma de explicar el despunte de un bateador no significa que todos los fracasos se iluminen de forma similar en la esfera pública. Es poco probable que Shaw esté solo aquí.
Aún así, se avecinan más cambios de swing y no es imposible proyectar de dónde pueden venir. Hay algunos jugadores que ya exhiben rasgos que sugieren que un ajuste para conectar la bola de manera más efectiva puede dar dividendos particularmente jugosos. Hubo 207 bateadores la temporada pasada que acumularon 400 o más apariciones al plato. El promedio de hits fuertes de ese grupo fue de 39.6%. En promedio, ellos exhibieron una tasa de elevados de 36.3%. Para los bateadores que conectan la bola fuertemente con más frecuencia que el promedio, pero que conectan elevados con menos frecuencia que sus compañeros, puede existir una oportunidad para un ajuste especialmente productivo.
Tal puede ser el caso del prodigio de los Angels, Shohei Ohtani. El jugador ambidiestro japonés tiene un lindo swing zurdo y obtuvo gran producción de él en su temporada de novato. Pero el año pasado ese swing pareció aplanarse un poco cuando su tasa de elevados bajó a casi 12 puntos porcentuales abajo del promedio de la liga, a pesar de que Ohtani acumuló hits fuertes casi el 50% del tiempo—su tasa de bolas duras y la velocidad media de salida se encuentran entre la élite. Sus lesiones pueden ser las culpables, pero algún tipo de ajuste para que golpee la pelota en el aire con más frecuencia podría hacer que volviera a su nivel. Un cambio en su swing para que regrese al que tuvo como novato sería satisfactorio.
Enseñar a un perro viejo nuevos trucos no es imposible, siempre y cuando ese perro sea realmente un jugador de béisbol que sea lo suficientemente receptivo mentalmente como para considerar cambiar su swing. Y si Hunter Pence pudo hacerlo, su coequipero de los Rangers Shin-Soo Choo también podría hacerlo. Al igual que Ohtani, Choo está cerca de la cima de la liga en cuanto a la tasa de bolas conectadas fuertemente y la velocidad promedio de salida, pero conectó elevados sólo el 29% de sus oportunidades en 2019. Choo cumplirá 38 años antes de la pausa del Juego de las Estrellas de 2020 y podría encontrarse representando a la Liga Americana el próximo verano al cambiar algunos de sus roletazos por elevados. El correr fuerte en roletazos es un desafío para el veterano, pero conectar algunas pelotas con fuerza podría ayudarle a evitar los efectos del envejecimiento por un poco más de tiempo.
Otro veterano que puede beneficiarse de tal alteración es el recientemente recontratado David Peralta. La semana pasada, los Diamondbacks le dieron al jardinero izquierdo un contrato de 3 años y $22 millones de dólares, asegurando a uno de sus productores más confiables hasta su temporada de 34 años. El tercer zurdo de esta lista, Peralta también golpea con fuerza a nivel superior al promedio y conecta elevados a tasas inferiores al promedio. Es una versión menos extrema de Ohtani o Choo, pero podría dar dividendos inmediatos para los D-backs si ajusta ligeramente su perfil de bateo. Peralta se perdió el final de la temporada 2019 tras ser operado del hombro para solucionar un problema persistente. Con un certificado de buena salud, tal vez conecte con más frecuencia en 2020.
Dos jugadores más jóvenes que debemos incluir aquí son Ryan McMahon de los Rockies y Jorge Alfaro de los Marlins. Ambos son capaces de conectar la pelota fuertemente con alta frecuencia, pero también acumulan más roletazos de lo que es considerado como óptimo. McMahon y Alfaro son corredores decentes pero no al grado de que golpear la pelota en el suelo más de la mitad del tiempo maximice sus respectivos impactos. Ambos jugadores han sido bateadores por debajo de la media en sus años de formación, pero también han mostrado el tipo de talento a veces que una vez los tuvo catalogados como garantías en las listas de los mejores prospectos. Podrían estar a uno o dos ajustes de convertir sus pronósticos en realidad.
Si bien se reconoce el éxito desigual de los jugadores quienes recientemente cambiaron de swing, todavía existen oportunidades. Para Ohtani, puede que sólo sea cuestión de recuperar su ritmo de 2018. Para Choo, puede ser encontrar una nueva plataforma de lanzamiento para evitar que “lo retiren”. Peralta, con un nuevo contrato en mano, podría convertir ese contacto fuerte en algo más útil. Mientras tanto, un par de ajustes para McMahon y Alfaro podrían ayudarles a darse cuenta de su potencial y establecerlos como jugadores de impacto en las Grandes Ligas. Se necesitará un plan de acción único para que cada jugador obtenga ganancias significativas, y no se garantiza que cada cambio de swing funcione. Sin embargo, cuando se buscan candidatos de primer nivel para someterse a tal cambio, este quinteto podría resultar un punto de partida ideal.
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