Traducido por José M. Hernández Lagunes
Después de que los Cubs no alcanzaran la postemporada el otoño pasado, durante su “Yo, pecador” anual de fin de temporada, Theo Epstein insinuó fuertemente que un “cambio real” venía en camino para 2020. También incluyó una evaluación de su equipo que ayudó mucho a clarificar la razón por la cual los Cubs han fallado abismalmente en cumplir esa promesa durante una segunda temporada consecutiva de inmovilización casi total. Pero esto no le salió de la manera que pretendía:
“Al crear una cultura ganadora que incluya un énfasis en la responsabilidad personal, es importante tener jugadores que puedan crearlo. Y los tenemos… tenemos jugadores quienes son responsables. Creo que si hablas con los jugadores y son honestos acerca de la pregunta ‘¿Hubo suficiente responsabilidad personal?’, diría que es un área en la que podemos seguir mejorando. Creo que podemos hacerlo mejor”.
Si bien es cierto que los Cubs podrían tener un mayor sentido de responsabilidad en el campo, esta temporada invernal ha dejado una cosa muy clara: tienen un hoyo negro mucho más oscuro en el tema de la responsabilidad en el palco del dueño. En los últimos dos años, Tom Ricketts ha demostrado toda la responsabilidad de un hombre que amasó su fortuna a la antigua: pidiéndosela a su papi. Y está matando las posibilidades de su “inversión” de mejorar y ganar otra Serie Mundial con su actual núcleo de jugadores.
Después de cuatro temporadas consecutivas alcanzando la postemporada y cuatro campañas consecutivas de más de 90 victorias entre 2015 y 2018, los Cubs han respondido con dos temporadas en las que su fichaje más impactante fue Daniel Descalso. En tiempos más normales, con un equipo que busca capitalizar aún más una era enfocada en un núcleo joven probado de campeonato, esta vergonzosa falta de mejora sería causa de la clase de autoflagelación normalmente reservada para los villanos del novelista Dan Brown. En cambio, en los mismos dos años se ha visto repetidamente a Tom Ricketts esquivar las consecuencias de sus decisiones como si él fuera Javy Báez y la responsabilidad estuviese tratando desesperadamente de bloquear el plato. En lugar de reconocer que es la fuerza motriz detrás de este extenso congelamiento, Ricketts ha ofrecido una cornucopia de excusas, desviaciones y citas simplonas y extrañas.
La respuesta típica de Ricketts gira en torno a una que una predecible nómina elevada no equivale a una evasión de victorias, como: “pero sabes que no se trata de cuánto gastas, sino de cuánto ganas”. Y la correlación entre gastar y ganar no es tan fuerte como quisiéramos… obviamente, los dos equipos más importantes [en cuanto a nóminas] no llegaron a la postemporada. Gastamos más que todos los equipos que llegaron a la postemporada y probablemente [más que] un par de ellos combinados”.
Este es un argumento que cada propietario quien recorta el presupuesto utiliza, y siempre se descarrila en el mismo punto. El argumento es especialmente nefasto porque comienza con una verdad, que una nómina alta no necesariamente equivale a un equipo ganador, una perogrullada también conocida como la Ley de Conservación de los Ángeles. Pero Ricketts utiliza esa auto-verdad para llegar a una conclusión extraña: una alta nómina no puede garantizar el ganar con un 100% de exactitud, y por lo tanto no voy a gastar dinero para firmar un solo agente libre de impacto.
¡Pero así no funciona la lógica! Tampoco es así como operan los grandes equipos. Incluso aunque gastar dinero en agentes libres no es infalible, eso no significa que siempre esté mal orientado. Como prueba de ello, quizás Ricketts debería consultar los perfiles de los jugadores bajo títulos como “Jon Lester” o “Ben Zobrist”.
Pero señalar los agujeros en su lógica no hace que Ricketts sea más responsable. Si la lógica torturada no funciona, Ricketts a veces cambia a su plan B—insultar abiertamente la inteligencia de todos. El ejemplo más destacado: cuando se le preguntó por qué los Cubs no pudieron gastar dinero para hacer mejoras sustanciales durante la temporada invernal de 2018, Ricketts respondió: “esa es una pregunta muy fácil de responder, no tenemos más”. Un año más tarde, esbozó otra variación del tema, admitiendo que “probablemente fallamos nuestro presupuesto [para las renovaciones de Wrigley Field] en un 100%”.
Pero antes de que a alguien se le ocurra preguntar una continuación obvia como “…¡¿Qué carajos?!”, Ricketts volvió a la patética excusa de que “es que no hay ningún agente libre mágico [en el mercado]. Mira lo que pasó el año pasado con los Padres o los Phillies y [contratar a un agente libre] no siempre resuelve tus problemas”. Claro, pero como contrapunto: mira los Nationals. A veces lo hace. ¡Escoger ejemplos para probar tu punto es divertido!
Además: nadie está pidiendo un agente libre mágico cada año. Los Cubs todavía tienen un núcleo sólido que debería proporcionar una buena base para competir, con algunas mejoras. El problema es que, gracias al impuesto de lujos que un multimillonario podría pagar fácilmente, Ricketts ha mantenido la nómina a un límite tan estricto que es imposible hacer mejora alguna. Negarse a pujar por Gerrit Cole no significa que toda la temporada baja tenga que reducirse a:
- Contratar a Steven Souza Jr.
- Poner excusas
- ¡Ganancias!
Aquí es donde están los Cubs. Han pasado dos temporadas consecutivas sin ninguna adquisición significativa. Kris Bryant ha sido ofrecido en conversaciones sobre intercambios, y se les dice a los aficionados que tendrán que elegir entre quedarse con Bryant o con Javy Báez para ayudar a un multimillonario que es dueño de un equipo deportivo que ganó más de $400 millones de dólares solamente en ingresos locales en 2018, a permanecer bajo el impuesto de balance competitivo. Y cuando los aficionados voltean a ver a los propietarios para algo que se asemeje a una explicación, Ricketts no ofrece nada más que lógica defectuosa y falsas suposiciones. Lo que hizo que fuera mucho más satisfactorio cuando un video de Ricketts siendo abucheado en la Convención Anual de los Cubs de este enero se hiciera viral. Para aquellos quienes nunca han estado en una de estas reuniones de temporada invernal, el evento está mayormente poblado con el tipo de fanáticos que están dispuestos a hacer fila durante dos horas para tener la oportunidad de conocer a Augie Ojeda. No es exactamente un público difícil.
Ricketts abrió la Convención con su discurso anual “Haláguenme”, obteniendo algunos aplausos fáciles para que pudiera fingir que las ovaciones que siguieron al mencionar nombres como Anthony Rizzo y David Ross fuesen confundidos por aficionados aplaudiéndole. Pero luego mencionó a Marquee, el nuevo canal de cable del equipo que aún no está disponible en más de la mitad de los hogares del área conurbada de Chicago.
Los abucheos fueron tan sonoros e inconfundibles que se podría pensar que Ricketts acababa de anunciar que los Cubs retirarían el número 4 en honor a Yadier Molina. “¿Qué tienen en contra del canal?!… Creanme, no me abuchearán por esto dentro de un año…” La mayor parte de Chicago todavía no puede ver Marquee, pero todos en Chicago pudieron ver el sudor frío de Tom Ricketts. Fue glorioso.
Por un breve momento, los aficionados pudieron ver a Ricketts enfrentando a algo que había trabajado para evitar durante los últimos dos años: las consecuencias de sus decisiones. Aquí estaba la responsabilidad que se le imponía. No podía esquivar los abucheos murmurando algo sobre “agentes libres mágicos” o “no tenemos más dinero”. En ese momento, se parecía a cada hijo de un multimillonario que se enfrenta a un problema de su propia creación, y quien cuenta con ninguna de las habilidades para resolverlo.
¿Pero como para albergar cualquier esperanza de que ser confrontado por un fanático que exige responsabilidad inspiraría una metamorfosis de la filosofía tipo Scrooge? Esta pregunta fue respondida al día siguiente, cuando el dueño de los Cubs apareció como invitado en la estación de radio que transmite los juegos del equipo y se le preguntó sobre su reacción a los aficionados desahogando su bilis sobre de él. ¿Cuál fue su respuesta? “No creo que me hayan abucheado”.
Vale pues. Cuando los fans de los Cubs dicen que disfrutan reviviendo 1984, esa no es la versión que tienen en mente.
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