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Image credit: Bob DeChiara-USA TODAY Sports

Traducido por Martín Alonso

Pasada la fecha límite para realizar intercambios de 2019, el gerente general de los Blue Jays, Ross Atkins, indico que el equipo había “convertido 14 años de control en 42 años de control.” Mas recientemente, el jefe de operaciones de beisbol de los Red Sox, Chaim Bloom, tras completar el acuerdo que envió a Mookie Betts a los Dodgers, comentó que convirtió cuatro años de control en 12 años de control. En otros casos, los dueños de los equipos, como Tom Ricketts de los Cubs o John Henry de los Red Sox, elogian la nueva flexibilidad financiera de sus clubes. A primera vista, estos comentarios parecen tener sentido, pero las apariencias engañan.

¿Qué exactamente quiere decir “convertir 14 años de control en 42 años de control”? Atkins diría que significa obtener jugadores más lejos de alcanzar la agencia libre o arbitraje a cambio de otros que están a punto de ser agentes libres. ¿Y qué hay de “flexibilidad financiera”? Como mi colega Rob Arthur señala, los dueños lo definen como la habilidad de ofrecer un contrato lucrativo a un jugador estrella más adelante, en lugar de invertir en un equipo ahora. Tiene poco o ningún efecto en los gastos del equipo, sin embargo, y los equipos terminan gastando menos.

El problema de ambos términos es que sus definiciones carecen de un sustento material cuando enfocamos nuestra atención al producto en el campo de juego. No hay relación causal entre un jugador siendo bueno o malo y si le quedan X o Y años de control. De una misma manera, un equipo con suficiente espacio en su nómina de pagos no tiene el incentivo suficiente para fichar (o extender) a una estrella establecida ahora o en el futuro. Aun así, los dueños y gerentes son rápidos en señalar que no fichar a sus estrellas a un costoso contrato e incrementar sus años de control es bueno para la franquicia, ayudándolos más adelante.

¿Cómo es que esto es bueno? Más importantemente, ¿a quién ayudan? ¿Y por qué los dueños señalan rápidamente a los fanáticos que no le pueden pagar a sus jugadores a pesar de tener cuentas bancarias más grandes que las del millonario promedio?

Llegare pronto a ese punto, pero antes, un necesario desvío filosófico.

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Las Investigaciones Filosóficas de Ludwig Wittgenstein se publicaron de manera póstuma en 1953. La mayoría de la obra de Wittgenstein se lee como un auto-diálogo en el cual el autor busca entender diferentes ideas filosóficas, tratando mayormente temas sobre el lenguaje, semántica, lógica, y las implicaciones tanto físicas como metafísicas.

En la sección 243 del texto mencionado, Wittgenstein presenta el argumento del lenguaje privado. Indica que el lenguaje es una herramienta colectiva, sólo capaz de tener definición alguna dentro de una comunidad con el poder de interpretar y descifrar lo que uno diga. En otras palabras, si un árbol cae en un bosque y nadie está alrededor, no hará ningún sonido, ya que no hay nadie que pueda cerciorarnos de esto.

Para desarrollar más esta idea, introduce un experimento teórico: el símbolo S. Imagina que tú, querido lector, decides mantener un diario para hacer seguimiento de todas las veces que sientes alguna sensación particular. Cada día que tengas esta sensación, anotarás S en tu diario; y solo sabes que significa S.

Si yo leyera tu diario, no sabría que significa S, ya que no hay diccionario o llave que me permita descifrar su significado. Este está oculto y su definición es algo que sólo tú conoces.

Pero hay un problema adicional. En algún momento, tu mismo no podrás entender que significa S, o cuándo deberías anotarlo en tu diario. Perderás el significado de S ya que no hay forma externa con la cual puedas corroborar su significado. La S se distorsiona, se vuelve una ocurrencia fantasma que ni siquiera tú estarías seguro de cuándo ocurrirá ni cómo definirla.

Entonces, ¿qué quiere decir S en realidad, y cómo puedes cerciorarte de que ha tenido la sensación si nadie, ni siquiera tu, puedes verificarlo?

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El problema con el lenguaje oculto es que carecen de cualquier significado. Piensa por un segundo: ¿Qué quiere decir en verdad “flexibilidad financiera”? Un equipo (léase dueño) podría definirlo como evitar una nómina grande ahora para poder tener una nómina mayor en temporadas futuras; también podría significar que el dueño tenga mayores ingresos al final del año fiscal, aunque estas dos no son mutuamente exclusivas. Si lo fuesen, ¿cuál sería el verdadero significado, si es que hubiera alguno? El dueño quizás quiera que fuese el primero, pero secretamente cree que es el segundo, cosa que se pierde para todos excepto para aquellos cercanos al dueño, parecido a no gritar a todo pulmón la parte secreta.

Intercambiar a Betts, al igual que poner en el mercado a Bryant y Lindor, tiene como objetivo reducir la nómina de pagos. Cuando juntamos esto con la oportunidad de que los fanáticos paguen por un paquete deportivo que les permita ver a su equipo favorito, los dueños aumentan sus ingresos. Ambas partes le han dado mayor flexibilidad financiera. Esto también se alinea con el significado de que los dueños quieren maximizar sus ganancias, aunque les digan a los fanáticos que estas medidas se toman para mejorar al equipo cuando se alcance la próxima etapa competitiva.

Todo esto no significa que los dueños deban gastar en sus equipos. Ellos son libres de invertir su dinero de la forma en que a ellos decidan. No obstante, uno pensaría que ser dueño de un equipo de beisbol seria incentivo suficiente para gastar tanto sea necesario para mejorar a su equipo. Se reportó que Betts quería un contrato de $420 millones de dólares con duración de 12 años, contrastando con la oferta de los Red Sox de $300 millones por 10 años. A los fanáticos de los Red Sox se les vendió el cuento de que era imposible pagarle a Betts y que no quería jugar en Boston, usando como evidencia el deseo de Betts. Sin embargo, su contraoferta se traduce en $5 millones de dólares anuales adicionales, más dos años adicionales para quedarse en el equipo, algo que los Red Sox podrían pagar fácilmente dada su valuación de 2018 (y quizás su similar, y aun por cerrarse, valuación de 2019).

En lugar de hacer todo lo posible para mantener a su jugador estrella, como cualquier equipo debería hacer, se les dijo a los fanáticos de los Red Sox que adquirieron 12 años de control a cambio de cuatro años de control, y ahora tienen la flexibilidad financiera que antes no tenían. Todo esto significa que el dueño John Henry no tendrá que pagarle a Betts, ni lo que le ofrecieron los Sox, ni los $5 millones de dólares anuales extra que pidió Betts, y, adicionalmente, no tendrá que incrementar su nómina de pagos para los nuevos jugadores hasta que estos lleguen a arbitraje.

Para los dueños, el significado es claro. Los fanáticos, en cambio, no entienden el lenguaje privado, y cuando argumentan a favor del dueño, diciendo que un jugador no merece un contrato, lo único que hacen es apoyar al equipo sin entender que, al final del día, la flexibilidad financiera y los años de control se traducen en maximizar las ganancias para dueño, y nada más.

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