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Traducido por Marco Gámez
Entre las muchas escenas, sensaciones y sonidos que extrañamos en medio de la pandemia de Covid-19 está el crujido del bate. El chasquido rápido y agudo que anuncia un contacto de calidad se distingue de oído del sonido más grave y bajo de un contacto inferior, un golpe casi agónico con el bate que se convierte en un roletazo. Hasta hace poco, carecíamos de las herramientas para cuantificar un buen contacto; los buscadores de talento incluso a veces confiaban en el sonido del bate para adivinar las habilidades de un prospecto. Los datos de audio muestran que los crujidos del bate pueden ser sorprendentemente informativos, pero ese volumen no significa lo que crees que representa.
Debido a que una gran cantidad de nuevos sensores impregna el béisbol y recopila información, sobre todo, desde la biomecánica hasta los perfiles neurológicos de los jugadores, es fácil olvidarse de todos los datos que se han recopilado durante décadas: el video y el audio que los canales de TV graban constantemente. A falta de una nueva temporada de béisbol sobre la cual escribir, podemos recurrir a las escenas y al sonido del juego para obtener nuevas percepciones.
La primera vez que escribí sobre el perfil acústico de los crujidos del bate fue en 2014. Ese primer artículo ofrecía un vistazo a las frecuencias generadas por los diferentes tipos de bolas bateadas: un contacto más duro como cuando se batea una línea producían frecuencias dominantes más altas, mientras que los batazos más suaves producían sonidos más bajos y graves. Tuve la idea de usar la acústica de los crujidos del bate para medir la fuerza del contacto. Pero no mucho después de que publicara mi artículo, MLB puso a disposición las primeras mediciones de Statcast, lo que proporcionó una medida mucho más directa y valiosa del contacto de la bola bateada en términos de velocidad y ángulo del bate.
Repasando ese artículo previo a la velocidad de salida, solo pude cuantificar la fuerza de contacto de los tipos de bolas bateadas. Fue una medición rudimentaria, aunque era la mejor clasificación disponible en ese momento. Ahora, con el beneficio de datos más detallados, sabemos que muchos batazos en línea son bateados con menos solidez que los batazos elevados. Hoy cuando las mediciones de velocidad de salida están fácilmente disponibles, puedo hacer regresión y realizar ingeniería inversa, con mucha más precisión, sobre cómo la huella de audio varía dependiendo de la calidad del contacto. Así que, esta vez, digitalicé un recorte de video de los jonrones de Mike Trout en 2019, todos los 45 que conectó, para examinar cómo se relaciona el sonido con la velocidad de despegue desde el bate. (Utilicé un software para identificar y extraer automáticamente los crujidos del bate de los otros sonidos en el video).
La característica más obvia de cualquier sonido es cuán fuerte es, así que ahí fue donde miré primero. Y había una conexión contra intuitiva entre el volumen y la velocidad de salida.
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Hay muchas razones por las que el audio no debería tener alta correlación con la velocidad de salida. Cada estadio y canal de televisión tienen sus micrófonos ubicados en diferentes áreas, con diferentes propiedades acústicas en el estadio, sonidos de fondo, locutores que hablan y varios otros factores de confusión. Debería ser, en el mejor de los casos, una señal con mucho ruido.
Pero se nota, a pesar de las muchas diferencias en la configuración del micrófono, los ecos del estadio y el bullicio de la multitud (entre otros factores), existe una correlación entre el volumen y la velocidad de salida. No es fuerte, claro (r = 0.3), pero es estadísticamente significativa, incluso en una muestra tan pequeña como 45 bolas bateadas. Solo usando el volumen, ninguna otra información, nos permitiría adivinar la velocidad de despegue de un cuadrangular de Trout dentro de una desviación de aproximadamente 3-4 millas por hora (4,8-6,4 kph), esto es bastante bueno, considerando todos los factores, aunque ciertamente es mucho menos preciso que los radares Trackman. Y teniendo en cuenta que la mayoría de estas bolas bateadas caben en un rango estrecho de velocidad de salida (solo aproximadamente 20 mph (32 kph) separan a los jonrones conectados con el golpe más duro del bate de los conectados con el más suave), la correlación modesta podría expandirse si se alimenta con una mayor variedad de batazos inatrapables.
Los buscadores de talento suelen describir a los prospectos que tienen fuertes perfiles ofensivos como bates “sonoros”. Eso suele ser una metáfora, pero algunos informes de evaluación de talentos literalmente citan el volumen del contacto de un bateador como evidencia de que batean con fuerza. El cuadro anterior sugiere que, por el contrario, de lo que deberían hablar es de cuán silencioso es un bateador. Cuanto más silenciosos son sus crujidos del bate, más sólido es el contacto. (Por supuesto, esto no toma en cuenta la diferencia entre cómo los humanos perciben un crujido de bate y la forma del audio real. Es posible que el oído confunda un pulso de sonido muy rápido con un crujido relampagueante y rápido).
El volumen es, por supuesto, solo una pieza del rompecabezas. En 2014, el físico de béisbol Alan Nathan me dijo que la frecuencia debería ser la característica más importante, no el volumen. Jonrones y batazos en línea provienen del contacto duro y producen sonidos agudos y rápidos. Un contacto menos sólido produce más vibraciones distribuidas en un tiempo más largo, lo que equivale (posiblemente) a más volumen en un tono más grave. Entonces, para refinar un detector de contacto confiable, el siguiente paso sería observar las frecuencias y no solo el volumen.
Sin embargo, incluso analizando solo el volumen, está claro que la acústica tiene mucha más información de lo que la mayoría hubiera imaginado. Y esa información es exactamente opuesta a la sabiduría convencional: cuanto más fuerte es el sonido, más lento sale la pelota. La acústica nunca será un indicador tan poderoso como el radar, pero existe una fuerte conexión entre el sonido del bate y la calidad del contacto.
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