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Traducido por Pepe Latorre

Cuando el verano pasado Rob Manfred negó que algo estuviera mal con las pelotas de béisbol de la MLB ya era tarde. Las mejores y más brillantes cuentas del panorama beisbolero de Twitter ya habían demostrado que estaba equivocado. El misterioso aumento en el número de cuadrangulares que se produjo en el 2019 generó algunos de los mejores trabajos del año: desde Rob Arthur analizando los coeficientes de arrastre, hasta las ideas de Meredith Wills después de “desmontar” una pelota hasta el núcleo. Finalmente, estos análisis obligaron a MLB a reconocer la realidad, incluso cuando quedaban dudas sobre por qué la bola utilizada en 2019 se comportó de manera muy diferente a modelos anteriores. Se necesitó una investigación detallada y granular y la mayor parte del año para llegar a ese punto, y aún quedan cabos sueltos.

No es por desmerecer ese estudio, pero desde el 28 de marzo la comunidad del béisbol tenía una idea bastante clara de que algo estaba sucediendo. Ese día los jugadores establecieron un récord al conectar 48 bambinazos en el Día de Apertura. Una cifra enorme en cualquier época del año, pero a finales de marzo, cuando todos tenían a sus estelares en el montículo, fue particularmente notable. Ver el jonrón que Kolten Wong puso en órbita en Milwaukee o a unos Mariners con poco poder pegar cinco vuelacercas en uno de los parques más favorables para los lanzadores proporcionó la evidencia anecdótica complementaria de que la pelota era de goma. Ya sabéis eso de cuando camina como un pato, habla como un pato…

Parece que también hay un pato en Corea del Sur.

Retrocedamos un momento. En 2014 la ofensiva de la KBO se disparó significativamente. La anotación aumentó en casi dos carreras por juego ese año, y el total de jonrones de la liga pasó de 798 a 1.162. Ese fue el récord hasta 2018, cuando los bateadores golpearon 1.756 jonrones y destrozaron la cifra anterior. Cinco peloteros pegaron al menos 40 cuadrangulares, un resultado que finalmente ayudó a persuadir a la liga de que el juego se había inclinado demasiado hacia los bateadores.

En 2019 la KBO introdujo una pelota más pesada, más grande y con un coeficiente de restitución más pequeño que el utilizado en años anteriores. Los objetivos de la liga eran reducir la anotación y acortar la duración de los partidos, aunque también se esperaba que la nueva bola prepararía mejor a los jugadores para los torneos internacionales. En contraste absoluto con MLB, la decisión de la KBO fue intencionada y se anunció públicamente por adelantado.

Acertar al ajustar las propiedades de una pelota de béisbol es encontrar una aguja en un pajar. La sensación es que la KBO se pasó y las cosas se inclinaron demasiado en la otra dirección. Los cuadrangulares disminuyeron por más de 40%, hubo solo 0.7 cada nueve entradas (aproximadamente la mitad de la tasa de las Grandes Ligas el año pasado) y la anotación disminuyó en más de dos carreras por juego. Solo siete jugadores alcanzaron un slugging de .500 y solo uno superó la marca de los 30 bambinazos. Los finales de infarto que han caracterizado a la liga, y que ha recibido el nombre de factor “KBOness”, no fueron tan frecuentes la temporada pasada. A pesar de no haber habido ningún anuncio oficial se esperaba que lo sucedido en 2019 se trasladara al 2020.

Es difícil afirmarlo definitivamente, pero parece que la pelota ha vuelto a cambiar. En la KBO no hay nada parecido a Statcast. De vez en cuando las retransmisiones ofrecen una velocidad de salida o ángulo de lanzamiento, pero no es información pública. No hay una manera para que Rob Arthur mida los coeficientes de arrastre, y Meredith Wills aún no ha “desmontado” ninguna pelota de béisbol utilizada en los juegos de la KBO.

Sin embargo, si esa información estuviera disponible sospecho que encontrarían lo que es evidente para cualquiera que esté viendo los juegos: que las bolas vuelan más lejos que el año pasado y se van a las gradas con más frecuencia. Estadísticamente la diferencia ya es notable. La liga bateó bambinazos en 1.82% de las apariciones al plato en 2019, en 2020 están en 2.56%. Un salto significativo, aunque todavía se esté muy por debajo de los niveles anteriores al 2019. Como anécdota, algunos seguidores veteranos de la KBO se han sorprendido por lo bien que se golpea a la pelota, y piensan que también podría estar “dopada”. Hay algunas pruebas que demuestran que los bateadores la están golpeando más fuerte este año. Así lo cuenta Yonhap News:

“Según los datos acumulado a fecha del sábado pasado, los bateadores de la KBO tienen un promedio de 141.2 kilómetros por hora (kph) de velocidad de salida en líneas y 135.8 kph en bolas aéreas. Ambas cifras son aproximadamente 3 kph más rápidas que las recogidas en 2019. Se sitúan cerca de los niveles de 2016-2018, cuando los bateadores de la KBO promediaban números sacados de videojuegos”.

Por supuesto, esto no significa necesariamente que la pelota esté dopada. De hecho, si la liga ajustara nuevamente el coeficiente de restitución, esperaríamos que la pelota saliera disparada de los bates a una velocidad más alta.

En este punto de la temporada hay una variedad de posibilidades de por qué los bateadores están conectando más cuadrangulares. Es posible que los lanzadores, que no han podido disfrutar de unos entrenamientos primaverales normales, simplemente no estén en buena forma y estén sufriendo las consecuencias. La KBO comienza mucho antes de mayo, por lo que esperaríamos que la tasa de jonrones de esta temporada sea más alta que la del año pasado puesto que se jugarán más partidos en temperaturas cálidas.

Lo más importante de todo es que solo se han disputado 57 juegos. No es poco, pero básicamente son cuatro días en un calendario MLB. Debemos tener cuidado al extrapolar demasiadas conclusiones de una muestra tan pequeña. La distancia que recorre una pelota golpeada en cualquier ángulo de lanzamiento y velocidad de salida están sujetas a bastantes variables: la hora del día, la época del año, las condiciones atmosféricas e incluso la superficie y las características interiores que hacen que algunas bolas vuelen más que otras. Incluso manteniendo todos esos factores constantes, lo que en un campo es un jonrón en otro es un elevado de out. Es completamente posible que una variación normal haya producido una serie inusualmente elevada de home runs.

Aun así, la pelota es la principal sospechosa. No estoy seguro de cómo esta controversia se ha convertido en un ejercicio anual. Tal vez los fanáticos del béisbol simplemente necesitamos acostumbrarnos a que la pelota va a cambiar constantemente. En lo que va de este año, ha sido refrescante ver encuentros jugados con una bola que está a medio camino entre una sandía y la pelota de golf con la que los lanzadores de la MLB tuvieron que trabajar el año pasado. Esperemos que este equilibrio perdure.

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